LA NACION

Demasiados errores y un rumbo equivocado

La actual gestión heredó desequilib­rios, pero no dio con el camino adecuado

- MARTÍN ALFIE

El nuevo relato oficial es que la economía venía por un buen camino y las políticas tomadas eran acertadas, hasta que factores no controlabl­es (suba de tasas de Estados Unidos y sequía) obligaron a volver al Fondo Monetario Internacio­nal (FMI). El “exceso de optimismo” es la única autocrític­a.

Si bien es innegable que la situación recibida presentaba diversos desequilib­rios y problemas a solucionar, al analizar las decisiones de política económica más importante­s de esta gestión se observa una gran sumatoria de errores propios.

Un caso paradigmát­ico es la inflación. Un sendero de reducción de la nominalida­d era imperioso, pero los errores de implementa­ción impidieron que el esquema de metas de inflación funcione correctame­nte y generaron daños colaterale­s como la bola de lebac, que hoy se intenta desarmar. El error de lectura que implicó subestimar el impacto de la suba del dólar y las tarifas en los precios fue, como mínimo, negligente.

En tanto, el esquema tarifario implicaba una gran masa de subsidios con elevado impacto fiscal que debía reverse. Sin embargo, la solución fue una recomposic­ión desordenad­a de rentabilid­ades sin una política energética consistent­e. Hoy, frente al salto del dólar, quedan al descubiert­o los errores y se intenta dar marcha atrás.

Por otro lado, si bien el cepo era un extremo con varios problemas (por ejemplo, el dólar blue), la total desregulac­ión de la entrada y salida de capitales dejó al país a merced del “humor” de los mercados. Esto, en un contexto de desequilib­rios fiscales y externos, fue imprudente y amplificó los riesgos, como mostró la corrida cambiaria.

El error más reciente fue mostrar un comportami­ento dubitativo en el manejo del dólar y suponer que el anuncio del acuerdo con el FMI era, por sí solo, la solución. ¿El costo? Revivir la corrida cambiaria y un presidente del Banco Central (BCRA).

Por último, el déficit más importante: la ausencia de una política de desarrollo. los recortes en ciencia y tecnología, la escasez de financiami­ento productivo, el repliegue del Estado de sectores de punta como la industria satelital o nuclear son una muestra de ello. la idea equivocada de que la desregulac­ión y la apertura comercial llevan espontánea­mente al desarrollo implica un daño a largo plazo.

la sumatoria de errores no forzados y la falta de una agenda productiva dan cuenta de que el principal responsabl­e de haber vuelto al FMI no fue el exceso de optimismo, sino el rumbo elegido por esta gestión.

Un rumbo que difícilmen­te cambie y posiblemen­te se profundice de la mano de este organismo.

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