LA NACION

Desmesura o hibris, terror de la Grecia antigua, algo común en la Argentina

- Paula Urien

“Canta, oh musa, la cólera del pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves”. Así comienza la Ilíada, atribuida a Homero en el siglo VIII ac. Esa cólera, que llevó a un sufrimient­o ilimitado, formó parte de algo que horrorizab­a a los griegos de la época: la hibris, o desmesura, una acción castigada por los dioses, por la cual podían llegar a pagar hasta cinco generacion­es.

Hibris es todo lo que pasa la medida, el exceso, el orgullo, la insolencia, el desenfreno y, en segundo lugar, tiene que ver con el maltrato, el insulto, la injuria, la crueldad, la violencia sobre otro. “Según la cultura griega, todo pecado es un exceso, y los excesos se pagan”, comenta el profesor del lenguas clásicas Rául Lavalle. En una conversaci­ón informal, se hicieron algunas comparacio­nes entre la Grecia antigua, y la Argentina ac- tual, sobre todo en el marco de los “excesos” en los que se sumerge el argentino: llámese creer que es (o somos) el mejor del mundo o el peor del mundo (¿no hay término medio?); que la selección es una vergüenza nacional (¿no será mucho?); que de la pobreza se sale en un rato, o que en poco tiempo se incrementó notoriamen­te (la pobreza estructura­l en la Argentina, de alrededor del 25%, no se perfora desde hace décadas); que el mundo no nos quiere y hay un éxodo de capitales, o que el mundo nos ama y ahora somos un país emergente (el mundo no quiere a nadie, hace lo que le conviene).

“Mi percepción como hincha es que nos olvidamos lo que nos dio este equipo, un subcampeon­ato mundial. Somos muy exitistas, no somos muy humildes”, dice el profesor de lenguas clásicas, influído, claro, por ese equilibrio griego que tanto impulsaba una de las civilizaci­ones más importante­s de todos los tiempos.

“Sin embargo -aclara- la agresión parece ser el denominado­r común”. ¿Cómo se castiga este nivel de hibris? Habrá que ver. ¿Con demasiada presión sobre los jugadores? Los dioses tienen un destino que nosotros, los humanos, no nos podemos imaginar, y hay razones para temerles...mejor no provocarlo­s. Eso es lo que hubieramos creído si viviésemos antes de que naciera Cristo. Pero quizás no hagan falta dioses para que nuestras propias acciones recaigan sobre nosotros y nuestro romance con la desmesura. Las cosas que se escucharon el pasado jueves, después del partido con Croacia, mejor olvidar.

Siguiendo con la cultura clásica, si los jugadores son los protagonis­tas, el resto de la sociedad es el coro, tan importante en las tragedias de la época. Sin embargo este coro deja bastante que desear. Lejos de comentar lo que sucede o funcionar como un colectivo empático, mas bien benévolo, grita improperio­s, agrede y no ayuda para nada a que reine la calma y, de vuelta, la mesura. Ésta última se trata de una cualidad que no es antagonist­a, para nada, de la pasión, porque los coros griegos son apasionado­s. Pero el nuestro oh musa, es un coro que expresa una cólera funesta que causa infinitos males, entre ellos, ahogar al mejor jugador del mundo.

El de Lionel Messi con la Argentina parece ser un destino trágico. No puede vivir con ella, y tampoco sin ella. Pero, de vuelta, ¿no será mucho? “Llevamos la tragedia donde no la hay. Partimos de expectativ­as de ganar un mundial, pero solo un equipo puede llegar y hay muchos y muy buenos”, advierte Lavalle. “Hay que aceptar”

La hibris argentina, llámese despilfarr­o, descontrol sobre el empleo público o, en el caso del mundial, agresión y falta de empatía, tal como creían los griegos la pagan las siguientes generacion­es. ¿Qué pensarán los nuevos talentos del fútbol sobre el maltrato que reciben los jugadores? ¿Valdrá la pena ponerse en ese lugar?

Tenemos un romance con la desmesura que sale caro, muy caro

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