En Colombia, una catedral tallada en sal 180 metros bajo tierra
Jamás esperamos encontrarnos con una joya arquitectónica como la Iglesia de Sal de Zipaquirá durante nuestro viaje a Colombia.
Cuando pensamos en una iglesia, proyectamos un lugar cerrado, quizás con techo a dos aguas, con su cruz en la cima. Esta iglesia atípica y majestuosa, en cambio, no se asemeja en lo más mínimo a los templos que alguna vez conocimos. Un templo sagrado tan imponente como distinto.
Michel, nuestro amigo colombiano, nos esperaba al mediodía con su auto en el hotel de Bogotá para llevarnos hasta la ciudad de Zipaquirá, a unos 45 kilómetros. El traslado fue de tan sólo una hora y media, con un increíble paisaje montañoso de distintas tonalidades, verdes intensos, humildes y coloridas casas sobre las laderas. Luego, más hacia el norte, inmensas mansiones.
Afortunadamente, no sufrimos los trancones de autos tan comunes en esta bulliciosa capital. Antes de visitar la iglesia, decidimos almorzar algún plato típico en los cientos de restaurantes que se encuentran al ingresar en Zipaquirá. El menú es muy variado y hay platos para todos los paladares. La comida colombiana es uno de los atractivos del país para locales y extranjeros.
Pedimos una deliciosa bandeja paisa (arroz frito con huevo frito, chorizo, morcilla, cerdo, carne, palta, acompañada con sopa de frijoles) con jugo de mora. Y luego del típico almuerzo calórico, nos dirigimos a la iglesia de sal.
Asombrosamente, la catedral de Zipaquirá está tallada completamente en sal y lo más llamativo, es que se encuentra ubicada a 180 metros bajo tierra, en un lugar alejado de lo cotidiano, que nos invita a la reflexión, al autodescubrimiento y al encuentro con nuestra parte espiritual.
Reliquia arquitectónica
Esta iglesia se inició en una mina como una simple capilla de oración para las mineros. Se convirtiría luego en el único templo subterráneo del mundo. Está reliquia arquitectónica es uno de los tesoros de Colombia y estuvo nominada para ser una de las Siete Maravillas del Mundo.
Nos adentramos en la enigmática iglesia de sal, con el audio necesario para comprender su construcción, a través de un túnel oscuro pero iluminado, e iniciamos, con curiosidad, el recorrido del vía crucis. El sendero está formado por catorce estaciones, que representan las distintas etapas vividas por Jesús desde el momento que fue condenado hasta su crucifixión y sepultura.
En algunas etapas del vía crucis, enormes cruces de sal se alojan al inicio de los socavones dando una sensación de inmensidad y desgarrador vacío. Luego de las catorce estaciones viene la cúpula, iluminada con un azul intenso, que simboliza desde su interior al mundo y al cosmos simultáneamente, la unión entre la tierra y el cielo que lo cobija. Es uno de los lugares más imponentes y mágicos del interior de la catedral.
Sorpresas a cada paso
La siguiente etapa del recorrido, llamada Coro, nos dejó simplemente azorados. Si bien durante toda la visita uno se va sorprendiendo a cada paso, porque todo allí es singularmente diferente, esta parte nos quitó el aliento. El Coro, un balcón conformado por una serie de escaleras, brinda una espectacular vista hacia la nave central de la Catedral de Sal y su inmensa cruz de 16 metros de altura.
El centro de la catedral de sal lo conforman grandes cámaras: la Nave del Nacimiento, la Nave de la Vida y la Nave de la Resurrección. Esta majestuosa catedral subterránea posee todos los detalles bíblicos de Jesús plasmados en sal por el hombre, en este caso, por un grupo de valientes mineros que con mucha imaginación lograron una catedral única.
“enormes cruces de sal se alojan al inicio de los socavones dando una sensación de inmensidad y desgarrador vacío”