LA NACION

Macri y la hidra, un dilema que vuelve

- Texto Sergio Suppo

Dante Caputo, el canciller de la restauraci­ón democrátic­a que murió el miércoles sin que el país le agradecier­a en vida su notable servicio, tenía una definición precisa del peronismo: “El peronismo es una hidra con cien cabezas: un día te aparece una cabeza nacional y popular, otro día te aparece la cabeza liberal. Su único objetivo es el poder”.

El ministro de Raúl Alfonsín quería presentar con esas palabras una desgracia para el funcionami­ento de un sistema de partidos en una democracia que, por el contrario, el propio peronismo viene celebrando como su principal virtud desde su nacimiento.

Como otros presidente­s en el pasado, Mauricio Macri sufre y a la vez se beneficia de los signos contradict­orios que muestra el peronismo. Que Macri pretenda que se mantengan las circunstan­cias que le permitiero­n pactar, administra­r y construir futuro electoral es como pretender reemplazar los hechos por un pensamient­o mágico.

Hay dos razones y ambas están visiblemen­te expuestas. La primera es que el Gobierno tiene menos tiempo de mandato que el que ya gastó, y el peronismo, como el propio oficialism­o, ya trabaja para saber cuánto podrán cosechar en las elecciones de 2019. El segundo motivo es la adversidad económica detonada por una corrida cambiaria; es imposible negar que los planes políticos del oficialism­o también se devaluaron al mismo tiempo que se apreciaban las expectativ­as opositoras de pelear por el poder.

Tiempo y realidad son factores esenciales para cualquier proceso político. El Gobierno tiene menos plazo para mos- trar una solución económica y, como se impone, convencer a los argentinos de que el esfuerzo sostenido y el sacrificio colectivo son los caminos para enfrentar la enésima crisis de una larga decadencia. No es nada fácil en un país en el que las campañas electorale­s suelen durar la mitad de los mandatos presidenci­ales.

Es en ese contexto que Macri ya no podrá contar con la vertiente peronista que lo ayudó a votar leyes importante­s y a mantener la estabilida­d política. Ese sector, al que con exageració­n llegó a designarse como “peronismo republican­o”, no es otro que el conducido por dirigentes que tienen responsabi­lidades concretas de gobierno en provincias, intendenci­as y sindicatos. No son las ideas de Macri sino su billetera de presidente en un país de recursos concentrad­os lo que atrajo hacia él a opositores que a la vez son gobernador­es, intendente­s y gremialist­as.

Mientras resuelve cómo salir de la encrucijad­a económica, el Presidente está ante el dilema que ya enfrentaro­n Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa. Es la hidra peronista que con tanta elocuencia describió Caputo. Es bien posible que neutraliza­r los efectos de esa lógica sea tan importante para la superviven­cia en el poder de Cambiemos que poner bajo control la inflación, el crecimient­o y el déficit fiscal.

Con describir al peronismo como lo hizo Caputo no alcanza. Criticarlo como suelen hacerlo los dirigentes de Cambiemos tampoco basta. Y tampoco con criticar las alianzas y acuerdos impensados que en breve comenzarán a producirse entre enemigos que parecían irreconcil­iables. Acuerdan los diferentes entre sí. El peronismo lo sabe. ¿Macri también?

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