LA NACION

Lengua y religión

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En Malta, las guías recomienda­n pasar la mañana de domingo en el pueblo pesquero de Marsaxlokk, pero es mejor no hacerles caso. Su antiguo mercado de pescado está ya masificado y la visita ofrece poco más que una bella foto de las barcas pintadas con vivos colores meciéndose en la bahía. Una alternativ­a es asistir a la tradiciona­l misa de domingo en alguna de las preciosas iglesias barrocas de la isla. Curiosamen­te, aparte de los dulces, en la lengua es el único ámbito donde se manifiesta de forma evidente la influencia del pasado árabe. La base del idioma nacional, su gramática, es muy parecida al dialecto tunecino, a la que se añadió una capa de italiano, y luego otra de inglés. Buena parte de las palabras relacionad­as con la religión y sus valores son préstamos del italiano. Intentar entender lecturas y sermones puede ser un divertido desafío para los políglotas. “Este país siempre ha sido muy religioso. Pero cada vez lo es menos. Ahora solo la mitad de la población va a la iglesia el domingo. Cuando yo era pequeño, iba todo el mundo”, confiesa preocupado Josepsh Minizzi, el educado conserje de la iglesia de San Pablo el Náufrago. Parece que el hedonismo del turismo de masas está corrompien­do los valores tradiciona­les. “Los jóvenes de ahora no trabajan como nuestra generación. Lo que quieren es divertirse”, tercia Annie, la anciana arrugada del hostal.

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