La enfermedad que siempre se puede prevenir, tratar y luego rehabilitar
El ACV, dentro de las llamadas enfermedades graves no transmisibles, es una de las más severas porque no solo es una causa importante de muerte en el mundo, sino también la causa más frecuente de discapacidad en adultos. La combinación de alta mortalidad y discapacidad es lo que hace que el ACV sea una enfermedad potencialmente tan catastrófica.
Se estima que el 2% de la población adulta (mayores de 45 años) en la Argentina ha sufrido un ACV y vive con secuelas de diferentes magnitudes, según cifras del Estudio Epidemiológico Poblacional sobre Accidente Cerebrovascular (Estepa), que realiza Fleni en la ciudad de General Villegas desde 2015. Asimismo, cerca del 70% de estas personas tienen secuelas que afectan su calidad de vida.
Cuando uno piensa en la rehabilitación o la vida después de un ACV debemos remontarnos primero a los conceptos de prevención, puesto que se pueden controlar los factores de riesgo y reducir las chances de tener un ACV. No existe mejor tratamiento para cualquier enfermedad grave que su apropiada prevención. Además, es importante la adecuada atención en el momento agudo, lo cual colabora en disminuir tanto la mortalidad como la discapacidad que causa el ACV.
No obstante, si pese a todo el ACV ocurre y queda una secuela, hay mucho por hacer para corregir y minimizar esta situación. Inicialmente se deberán determinar la severidad y el tipo de secuela. No todas las situaciones son iguales: las consecuencias del ACV pueden ser mínimas, casi inexistentes, y la persona muy rápidamente vuelve a su vida anterior.
En el otro extremo, existen secuelas muy severas que impiden que la persona pueda volver a ser la que era antes. Las principales alteraciones son de tipo motor y sensitivo (debilidad, parálisis o adormecimiento de un lado del cuerpo); del lenguaje (dificultades para comunicarse o afasia); cognitivas (problemas de memoria, atención, concentración, etc.); de comportamiento; anímicas (depresión); visuales, etc.
De acuerdo con la magnitud y la variedad de las secuelas se determina cuáles son las estrategias de rehabilitación a seguir, pero el concepto fundamental es que siempre hay cosas para hacer. Todo paciente que tiene un ACV puede mejorar con un programa adecuado y multidisciplinario de rehabilitación. El ACV muchas veces se puede prevenir, se puede tratar y ¡siempre se puede rehabilitar!