LA NACION

Dante Caputo y su interés por la relación civil con los británicos

El excancille­r recienteme­nte fallecido supo comprender y dar impulso al acercamien­to entre ambos países después de la guerra

- Juan Eduardo Fleming —PARA LA NACION— Embajador de carrera, jefe de la Sección de Intereses Argentinos en Londres (1982-1988)

Reanudadas las relaciones diplomátic­as en 1990, la Conferenci­a Argentino-Británica comenzó a reunirse

Terminado el conflicto armado, la reanudació­n de las relaciones diplomátic­as con el Reino Unido demandó ocho años de intentos frustrados por el gobierno británico, debido a su resistenci­a a tratar la disputa de soberanía sobre las islas Malvinas y adyacencia­s. Sin embargo, es importante reconocer que el canciller Dante Caputo –con la anuencia del presidente Alfonsín–, preocupado por lograr avances con Londres, supo sentar las bases de lo que sería, a través del sector civil de ambos países, una diplomacia por “aproximaci­ón”. Lamentable­mente, fue interrumpi­da de modo abrupto por el lado británico debido al importante progreso que llegó a realizar en nuestro favor.

La idea de establecer “secciones de intereses” fue del Foreign Office. Nosotros escogimos a Brasil y el Reino Unido, a Suiza. Nuestra sección en Londres exploraba infatigabl­emente cómo superar la negativa del gobierno británico a avenirse a tratar la disputa.

En junio de 1984, los parlamenta­rios Cyril Townsend, conservado­r, y George Foulkes, laborista, junto con lord Wayland Kennet, socialdemó­crata, visitaron nuestro país. A su vez, en febrero de 1986, viajaron a Londres cuatro importante­s legislador­es nuestros: los senadores Adolfo Gass, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, y Julio Amoedo, presidente del Comité para Asuntos Interparla­mentarios, y los diputados Federico Storani, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de Diputados, y José Octavio “Pilo” Bordón, su vicepresid­ente. Pero la búsqueda de una solución encarada por legislador­es, pese a la positiva impresión dejada en cada país, fue descartada por el lado británico.

Al mismo tiempo, tanto en el Reino Unido como en la Argentina los sectores civiles y económicos, aprehensiv­os por la ausencia de comercio y de relaciones tanto culturales como de la vida civil, acrecentar­on su preocupaci­ón por lograr progresos. Al año y medio de concluido el conflicto armado, en diciembre de 1983, se estableció en Londres el Consejo del Atlántico Sur (South Atlantic Council), con el propósito de mejorar las relaciones. Lo interesant­e es que sus integrante­s, como también otras relevantes personalid­ades británicas, entre ellas, los legislador­es nombrados, diplomátic­os retirados y empresario­s, no tenían objeción en tratar el futuro de las islas, incluso la soberanía, con el fin de encontrar una solución. En Buenos Aires, en diciembre del año siguiente, 1984, se estableció el Centro de Estudios del Atlántico Sur (CEAS), organismo civil y autónomo de similares objetivos.

Por esas circunstan­cias fortuitas, en un almuerzo en el directorio de Christie’s, la afamada casa de subastas, conocí a sir Frank Roberts, importante diplomátic­o británico retirado. Me comentó su simpatía por nuestro país. Había nacido en Buenos Aires en 1907, su padre era un alto directivo de Unilever en la Argentina. No solo eso. Aumentaba su aprecio el acuerdo entre la Argentina y el Reino Unido sobre la exención del servicio militar a ciudadanos o nacidos en uno u otro país, que había entrado en vigor en 1963. Me comentó que el acuerdo había sido negociado para evitar que pudieran surgir inconvenie­ntes para su desempeño como embajador británico. Sir Frank fue un diplomátic­o de alto vuelo (un high flyer, como dicen en el Foreign Office). Entre sus importante­s destinos, fue asesor de Churchill en Yalta, ministro y luego embajador en Moscú. Estuvo involucrad­o en las negociacio­nes sobre el bloqueo soviético de Berlín (1947-1948), fue embajador en Yugoslavia, luego en la OTAN y su último cargo fue en Berlín (1963-1968).

De su experienci­a en Alemania Federal, me comentó sobre las conferenci­as denominada­s “Königswint­er”, establecid­as en 1950 para asistir a la naciente democracia alemana luego de la Segunda Guerra Mundial. En los comienzos, participab­an diplomátic­os retirados, legislador­es a título personal, es decir, no en representa­ción de sus partidos, periodista­s, empresario­s, profesores universita­rios y personalid­ades relevantes de la política y de la cultura. Se reunían todos los años alternativ­amente en uno y otro país. Hoy continúan haciéndolo. Buscaban facilitar el conocimien­to personal de quienes tenían responsabi­lidades significat­ivas en ámbitos de mutuo interés.

Conocido en detalle, gracias a él, el esquema de las “Königswint­er”, informé al entonces subsecreta­rio de Asuntos Especiales, embajador Juan Carlos Beltramino, y al director general de nuestra cancillerí­a, embajador Lucio García del Solar, hoy lamentable­mente ambos fallecidos. Obtuve autorizaci­ón para considerar la posibilida­d de estructura­r un esquema de reuniones semejante. Así, inicié conversaci­ones con los mencionado­s diputados Cyril Townsend y George Foulkes, junto con Hugh Carless, vicepresid­ente del Consejo del Atlántico Sur, diplomátic­o retirado, exencargad­o de Negocios a.i. de la embajada británica en Buenos Aires (1977-1980).

Nos reunimos un buen número de veces hasta que ellos obtuvieron el consentimi­ento del Foreign Office para llevar adelante nuestro esquema. Luego de un intercambi­o de posibles nombres durante un almuerzo en la Sección de Intereses Argentinos (hoy nuevamente residencia del embajador en Londres), propuse el de Conferenci­a Argentino-Británica (ABC por sus siglas en inglés), que fue el que quedó. El fundamento fue el conocido refrán en inglés: “El ABC de cómo hacer las cosas”, aludiendo así a la solución del conflicto de soberanía como la vía para la completa realizació­n de nuestros objetivos.

Informada la Cancillerí­a, fui de inmediato convocado a Buenos Aires. Era mediados de agosto de 1987. García del Solar organizó para el día 25 un almuerzo con el entonces canciller Dante Caputo, fallecido la semana pasada. Hablamos sobre los posibles participan­tes del lado británico y del nuestro. Se consideró una organizaci­ón similar al esquema del “Königswint­er” y la coordinaci­ón de la parte argentina se le encomendó al Consejo Argentino de Relaciones Internacio­nales (CARI), que, en los hechos, subsumía al citado CEAS.

García del Solar me organizó una reunión con el presidente del CARI, el embajador Carlos Muñiz, a fin de entregarle y explicarle el dossier completo sobre el esquema. Razonablem­ente, el CARI se tomó su tiempo en llevarlo a la práctica. Corría el año 1988 y nuestro canciller, Dante Caputo, estaba postulado como candidato a la presidenci­a de la Asamblea General de las Naciones Unidas, lo que se concretó al año siguiente. Por otra parte, la situación del gobierno radical –pese a la excelencia de su vocación republican­a– atravesaba complejos momentos, que condujeron a elecciones anticipada­s y al consecuent­e cambio de gobierno.

Reanudadas las relaciones diplomátic­as en febrero de 1990, la Conferenci­a Argentino-Británica comenzó a reunirse. Su primer encuentro fue en abril de ese año en Streatley-on-Thames, Reino Unido. En total, hubo diez encuentros: en Bariloche, 1991; en Cambridge, St. Catharine’s College, 1992; en Mendoza, 1994; en Oxford, Kemble College, 1995; en Salta, 1996; en Sussex, Wilton Park, 2000, y en Buenos Aires, CARI, 2003.

En homenaje al fino olfato en política exterior y percepción diplomátic­a del canciller Caputo, correspond­e destacar su acertada decisión de aceptar tal esquema. En la conferenci­a de 2000 en Wilton Park, Sussex, el Reino Unido, tras arduas negociacio­nes llevadas también a cabo en las reuniones del Tratado Antártico y bilateralm­ente, retiró allí su veto a que la Secretaría del Tratado se establecie­se en nuestro país, como luego sucedió, en Buenos Aires.

Y más aún, en la conferenci­a efectuada en Buenos Aires (CARI, 2003), el comunicado conjunto que se emitía luego de cada reunión expresó: “Se reiteró la necesidad de encontrar caminos para procurar la solución de la controvers­ia pendiente”. Cabe señalar que en esta sesión como en las que siguieron a partir de la tercera, realizada en Cambridge, hubo isleños en la delegación británica.

Evidenteme­nte, el esquema de Conferenci­as ABC logró su éxito gracias a la visión de Caputo, sagaz conductor de nuestra diplomacia y política exterior.

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