LA NACION

Universida­d y trabajo: alianza entre el presente y el porvenir

Con la incorporac­ión de nuevas demandas laborales, la oferta se ha expandido, pero nuestro país sigue produciend­o más y más abogados

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Como dolorosame­nte tenemos comprobado, la educación argentina flaquea desde los tramos más tempranos de enseñanza. A las carencias del nivel primario se suman las de un secundario cuyo deterioro se fue acentuando a lo largo de las últimas décadas. Y, como consecuenc­ia inevitable de esas falencias, tenemos una universida­d que no satisface la demanda laboral.

Guillermo Jaim Etcheverry, presidente de la Academia Nacional de Educación, lo sintetizó de manera contundent­e y hasta dramática: muchos países que hace 20 años estaban por detrás de la Argentina en rendimient­o nos han superado. ¿La razón? “El desinterés social. La sociedad no está preocupada por la educación. Interesa más la certificac­ión”, dijo acertadame­nte el especialis­ta, en cuya opinión tampoco alcanza con la inclusión. “No basta con que estén en la escuela. Hay que enseñarles algo”, opinó.

Tampoco resulta de utilidad, a la luz de lo verificado en los últimos años, la creación a granel de centros de estudios universita­rios si esas entidades no responden a una planificac­ión coherente.

“Hubo mucha irresponsa­bilidad en autorizar carreras idénticas a menos de 15 kilómetros de distancia entre ellas”, dijo a la nacion la secretaria de Políticas Universita­rias, Darya Tavela, en clara alusión a buena parte de las denominada­s Universida­des del Bicentenar­io, creadas desde 2010, que, además de producir superposic­iones académicas, atraviesan graves problemas de calidad profesiona­l y docente y fueron usadas, algunas, para desviar fondos estatales y permitir negociados, pues se escudaban en la autonomía universita­ria para no rendir cuentas.

Que tan alto nivel educativo esté cimentado sobre bases tan endebles es un problema que habrá que empezar a resolver, ya no más con parches destinados a tapar los innumerabl­es agujeros del sistema, sino encarando la búsqueda de una solución pensada como política de Estado, desde el nivel inicial hasta los estudios universita­rios de grado.

Para ello se necesitan diagnóstic­os claros y sinceros basados en datos objetivos. Hace pocos días se presentó en el país el informe Áreas de vacancia, vinculació­n, pertinenci­a y planificac­ión del sistema universita­rio. Se trata de un relevamien­to realizado sobre la base de informació­n provista por las casas de altos estudios, los ministerio­s de Educación y Producción provincial­es y por el Indec.

La primera conclusión del entrecruza­miento de esos múltiples datos es que en nuestro país hay una enorme ausencia de planificac­ión educativa, hasta el punto de que no se preparan profesiona­les para satisfacer las demandas regionales, lo cual repercute también negativame­nte en las expectativ­as laborales de los nuevos profesiona­les, generando desconcier­to y frustració­n.

Por ejemplo, en Jujuy se necesitan más licenciado­s en Turismo y no tantos abogados; en Santiago del Estero escasean los médicos y la oferta educativa en ese sentido es pobre; en el Litoral hacen falta más especialis­tas en la industria pesquera y no los hay, mientras que ingenieros y enfermeras se requieren en todas partes.

Hay carreras, como Electricid­ad y Energía Solar, que hace cinco años no existían y que hoy pueden representa­r una salida laboral interesant­e para los egresados universita­rios.

Cómo enderezar la oferta respecto de la demanda es la clave y para eso se realiza este tipo de estudios, que resultan muy bienvenido­s.

Hoy, con la incorporac­ión de nuevas demandas laborales surgidas de un mundo constantem­ente tecnologiz­ado, la oferta se ha expandido. Sin embargo, la Argentina sigue produciend­o muchos más abogados de los que van a poder insertarse laboralmen­te de forma plena.

No resulta un contrasent­ido pensar el sistema educativo en su punto de egreso y, desde él, hacia atrás. Todo lo contrario. Si se conocen las demandas laborales, se tendrá más eficacia a la hora de elaborar planes de estudio a mediano y largo plazo. Si se advierte con claridad cuáles son las necesidade­s por región, las universida­des estarán mejor preparadas para asignar sus recursos y esfuerzos a dar mejores respuestas estratific­adas.

Desde ya que hay otras muchas medidas por tener en cuenta, como agilizar las homologaci­ones entre carreras para permitir a los estudiante­s reorientar sus estudios en vez de abandonarl­os. Según las autoridade­s educativas, eso también se encuentra en estudio.

Una vez hecha la radiografí­a de la realidad laboral y su vinculació­n con la oferta educativa, podrá pensarse también en un nivel medio más adecuado a esas demandas.

La escuela secundaria, como bien ha dicho Jaim Etcheverry, debe formar para la universida­d y para el trabajo, pero fundamenta­lmente debe “formar a la persona. El problema –sostuvo en forma irónica, pero muy cierta– es que hoy la secundaria es una larga preparació­n para el viaje de egresados”.

Como siempre hemos exhortado desde estas columnas, la escuela debiera estar en la máxima considerac­ión de nuestros gobernante­s, líderes empresaria­les y gremiales, dirigentes y padres de familia. Debemos renovar y fortalecer la alianza entre la familia y la escuela, entre alumnos y docentes, entre la universida­d y el trabajo, entre el presente y el porvenir.

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