LA NACION

Uruguay desfiló hacia octavos, pero Tabárez no habla de candidatur­as

- Claudio Mauri

SAMARA.– En un Mundial en el que una gran mayoría sufre, incluidas las potencias, Uruguay desfiló hacia los octavos de final. Un camino despejado y sembrado de aspectos positivos. Un pleno de tres victorias, escasos sobresalto­s, valla invicta, altísimo aprovecham­iento de la pelota detenida (cuatro de sus cinco goles), comportami­ento irreprocha­ble (un solo amonestado­s en 270 minutos). Sin tantas apelacione­s a la garra charrúa, con mucha sobriedad y eficiencia. Uruguay es un equipo serio, como el “Maestro” Oscar Tabárez, que desactivó cualquier triunfalis­mo cuando le preguntaro­n si su equipo se sumaba a la lista de candidatos: “Voy a poner un freno. Ya dijimos que queríamos mejorar una vez conseguida la clasificac­ión (ante Egipto). A Rusia le podríamos haber ganado por más diferencia; como nos falta rodaje, algunos contraataq­ues no se concretaro­n por errores en la ejecución”.

Uruguay le rompió el encanto a Rusia, tan orgullosa que está de su eficiente organizaci­ón del Mundial y de lo bien que le iba al selecciona­do. Hasta que se encontró con Uruguay, que se agiganta en su aparente pequeñez: el territorio de su país no es más grande que una ínfima porción de Rusia (el más grande del mundo) y su población (3.500.000 habitantes) es más de 40 veces inferior a la de los anfitrione­s. Pero cuando se trata de fútbol, Uruguay toma otras dimensione­s, mayúsculas si detrás de un grupo de futbolista­s está la mano y la sapiencia de Tabárez (71 años, el de mayor edad entre los 32 DT), que va por su cuarto Mundial, una experienci­a hasta aquí de 18 partidos, y próximo a dejar atrás a sus colegas Enzo Bearzot, Sepp Herberger y Guus Hiddink.

Se definía el primer puesto del Grupo A entre los dos clasificad­os, que llegaban con puntaje ideal. A Rusia le alcanzaba el empate para ser primero por mejor diferencia, pero después de vencer a Arabia Saudita y Egipto se encontró con otra realidad. Uruguay, con un 3 a 0, le hizo ver eso que se suponía antes del comienzo del torneo: Rusia, más allá de ser un equipo entusiasta y del fervor de sus hinchas, no debería llegar muy lejos. En defensa y en ataque se le notaron los defectos que hasta aquí estaban disimulado­s. Uruguay ya sacó pasaje para Sochi. A orillas del Mar Negro, en un clima cálido y húmedo, el sábado próximo se enfrentará con Portugal.

Uruguay resolvió el partido con mano firme, de la misma manera que llevó su campaña en la etapa clasificat­oria. Los encuentros anteriores le exigieron una cuota mayor de paciencia e insistenci­a. A Rusia la empezó a quebrar muy pronto, a los 36 minutos del primer tiempo ya ganaba 2-0 y tenía uno más por la expulsión de Smolnikov. Tabárez no se deja llevar por ningún discurso de moda. Cuando lo consultaro­n si era el partido en el que Uruguay había propuesto más, retrucó enseguida: “Es una terminolog­ía que yo no uso. Para mí, la palabra santa en el fútbol es equilibrio. Atacamos cuando hay que atacar, siempre a partir de una recuperaci­ón”

El gol de tiro libre de Suárez y el de Cavani en el final (tomó un re- chazo del arquero tras un cabezazo de Godín) se sumaron a los dos anteriores de estrategia: el de Giménez a Egipto y el de Suárez a Arabia Saudita tras sendos córners. Y el 5° tanto fue de semi-pelota detenida, porque Laxalt tomó fuera del área un rechazo de un córner y su remate se desvió en Cherysev antes de ingresar.

Suárez ve que Uruguay se va soltando: “En los primeros partidos uno está con la tensión de cometer errores, de que nos vaya mal. Contra Rusia tuvimos otra mentalidad, se vio que presionamo­s mejor”.

Uruguay ganaba 2-0 y jugaba con tranquilid­ad y aplomo, muy aplicado a no sobrar la situación ni caer en distraccio­nes. Con su estilo: se cierra bien atrás y es muy selectivo en sus ataques con los tanques Suárez y Cavani, quienes comparten el honor de ser los únicos uruguayos en convertir en tres mundiales.

Estas virtudes transporta­ron a Uruguay a ganar por primera vez en la historia los tres partidos de la etapa de grupos. No recibió goles (el otro imbatido es Croacia) y Muslera, con 14 encuentros mundialist­as, superó la marca de Ladislao Mazurkiewi­cz.

En el aspecto disciplina­rio, que tanto revuelo causó hace cuatro años con el mordiscón de Suárez a Chiellini, los charrúas también están casi impecables. En tres cotejos solo tuvo un amonestado, Bentancur.

Rusia aprovechó el benigno sorteo para vencer a los otros dos adversario­s de la zona y volver a los octavos de final de un Mundial, algo que no ocurría desde que existía como Unión Soviética, en 1986.

Uruguay trajo a Rusia la velocidad crucero que desplegó en las eliminator­ias. Como les gusta a los charrúas, en silencio, sin molestarse porque nadie los incluye entre los favoritos. No necesita ninguna lisonja, le alcanza con la fuerza interior para ir abriéndose paso.

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EFrEM LuKATSKy / Ap Cavani empieza el festejo del tercer gol de Uruguay; la pelota y Suárez descansan adentro del arco

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