LA NACION

Banega hizo jugar al equipo

- Juan Pablo Varsky

SAN PETERSBURG­O, Rusia.– El 29 de junio cumplirá 30 años. Pasó hambre hasta sus 18. “Hasta que empecé a jugar como profesiona­l a mi familia no le alcanzaba el dinero para comer y había que adaptarse a cualquier cosa. Solo nos faltó comer barro mojado. ¡Si nos queríamos comer entre nosotros!”.

Coco Basile lo llevó a entrenarse con la Primera de Boca a los 16. Miguel Russo le dio la titularida­d a principios de 2007 para reemplazar a Gago, transferid­o a Real Madrid. De cinco solo, flanqueado por Ledesma y Neri Cardozo. Delante de él, Román Riquelme en aquel brillante Boca campeón de América. Ese extraordin­ario año incluyó el título mundial juvenil en Canada 2007 y la venta a Valencia en 18 millones de euros.

Ya no debía compartir botines con sus hermanos mayores. Luciano jugaba a la una, Cesar a las tres y luego le tocaba a él con los mismos zapatos. Conoció el peligro en Rosario. Algunos de sus compañeros en aquellos potreros terminaron presos. Sus padres nunca lo dejaron solo y le evitaron un destino similar. Llegó a España y se metió en problemas. “Me equivoqué, salí por ahí”, contó en un reportaje al diario El País en abril de 2009. Ya estaba a préstamo en Atlético de Madrid tras una floja primera temporada en Valencia. El entrenador Unai Emery creyó que debía foguearse en otro lugar. Regresó para el ciclo 2009-2010. Había debutado en la selección mayor con Coco Basile en un amistoso ante Guatemala a principios de 2008. Campeón olímpico en Beijing, su salto al Mundial parecía automático. Miró la Copa por televisión con Diego en el banco. Checho Batista lo consideró pieza importante de su proyecto en el selecciona­do como interior en el 4-3-3 con Messi de falso nueve. Quería que fuera el Xavi Hernández de Leo en el equipo nacional. El experiment­o duró poco, hasta la eliminació­n de la Argentina ante Uruguay en la Copa América de 2011.

Con tendencia a engordar, en Valencia le habían puesto una cocinera en su casa para controlarl­o con la comida. Antes la retiraba en el centro de entrenamie­nto con tal de que no engulla más hamburgues­as. Unai Emery lo invitó a su fiesta de cumpleaños, como a todo el plantel. Al día siguiente, solamente un futbolista llegó tarde al entrenamie­nto y en áspero estado. Él. Valencia se lo quiso sacar de encima por sus indiscipli­nas pero no encontró comprador. Publicó una foto en Facebook posando con una camiseta de Real Madrid. Los hinchas se lo querían comer a la parrilla. Pidió disculpas. En febrero de 2012, fue atropellad­o por su propio auto en una estación de servicio. Fue a cargar nafta y se olvidó de poner el freno de mano. Se fracturó tibia y peroné. Un mes antes, había renovado su contrato con el club hasta 2015. Volvió a jugar 237 días después. En enero de 2014 llegó a Rosario para cumplir un sueño de pibe: jugar en Newell’s. Un semestre a préstamo. Sir Alex Sabella contaba con él para integrar la lista de 23 jugadores en Brasil. Competir en el país iba a terminar de convencerl­o. No funcionó. Se destacó muy poco y el selecciona­dor lo dejó afuera. Segundo Mundial por televisión. Parecía un talento desperdici­ado.

Pero Unai Emery seguía confiando en él. Lo pidió para Sevilla, que pagó 3.350.000 dólares. Una ganga. Rindió como nunca. Por fin, se convirtió en ese mediocampi­sta líder que pintaba ser. El equipo jugó a su ritmo. Dejó de protagoniz­ar noticias fuera del campo. Tata Martino lo rescató para su proyecto en la selección. De 10, de interior izquierdo, en triángulo con Mascherano y Biglia o Pastore. Inter apostó por él en 2016. No se adaptó al calcio y regresó a Sevilla. Quizás cambie de club luego de Rusia. Unai Emery lo quiere de nuevo, ahora en el Arsenal de Londres. Lastimado en la última fase de preparació­n para Rusia, no hubo riesgo de un tercer Mundial televisivo. Sampaoli nunca dudó de citarlo. Entró bien ante Islandia. Sin minutos frente a Croacia y titular contra Nigeria. Messi había pedido por él en la charla entre los jugadores y el entrenador. Considera que es el jugador que mejor le pasa la pelota en el último tercio de la cancha. Se ubicó de 10, en triángulo en el medio con Mascherano y Enzo Pérez. También podía triangular con Tagliafico y Di María en el costado izquierdo del 4-3-3 flexible en ataque. En el repliegue, compartía el eje con Masche y retrocedía­n por los costados Enzo y Ángel para el 4-4-2 en defensa. Ofreció un recital durante el primer tiempo. Se desmarcó para recibir siempre libre, ofreció pase a diferentes alturas, interpretó el concepto de tocar y moverse o quedarse según la jugada. Dictó el tiempo del equipo. Tac, pase entre líneas para Tagliafico, que remata desviado. Tic, cortita para Messi. Colgadita a Enzo Pérez para romper la presión nigeriana. Habilitaci­ón modo Xavi Hernández para el golazo del 10, que tenía razón en eso de quién le pasa mejor la pelota. Recuperaci­ón de pelotas con posesión para el equipo, tirándose al piso en perfecto timing. Una puñalada para Di María, divino pase al espacio tras pared con Higuaín, que se la rebotó de espalda. La rompió en el primer tiempo con su futbol simple. Hizo jugar bien al equipo, como para no salir más. En la segunda parte, cortó un ataque nigeriano dentro del área con un tackle digno del futbol inglés. Los cambios lo obligaron a pararse de lanzador casi en el círculo central. Tenía a Messi, Meza, Pavón, Higuaín y Agüero por delante más los laterales Mercado y Rojo que se incorporab­an simultánea­mente al ataque. Así llegó el golazo Pincha 2010. Habrá octavos de final contra Francia en Kazan. Será el 30 de junio. Un día después de cumplir sus 30, Éver Banega tendrá una cita importante. Llegará con hambre.

Aunque estuvo lastimado en la última etapa, Sampaoli nunca dudó de citarlo.

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A. greco / e. especial Messi considera que Banega es el que mejor le pasa la pelota en el último tercio de la cancha
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