LA NACION

Minuto a minuto, el agónico triunfo en el bar de la familia Messi

Los clientes de VIP, en el centro de Rosario, pasaron de la bronca a la alegría

- Germán de los Santos

ROSARIO.– Una mezcla extraña de alegría, desenfreno y bronca estalló en el bar VIP, de Jorge Messi, padre de Leo, con la victoria agónica y sufrida de la Argentina ante Nigeria.

El gol de Marcos Rojo fue un estallido contenido y cada jugada de Messi, como el primer gol, fue festejada hasta el éxtasis. Este bar vibró como sucedió en cada rincón del país.

VIP empezó a llenarse de a poco. Media hora antes del partido, solo un par de mesas estaban ocupadas y siete, reservadas. La ansiedad sobraba, pero la mayoría de los clientes llegaban sobre la hora de oficinas y negocios del centro. El bar está a unos metros del Monumento a la Bandera, de cara al río Paraná.

Sin embargo, cerca de la hora del partido se llenó. Antes del comienzo del encuentro, un par de hinchas besó la foto de Messi que está colgada en una de las paredes. Un acto propio de una cábala. En la imagen, el jugador está de espaldas con las manos levantadas y con los dedos índices que apuntan al cielo, después de hacer un gol. Muy similar a la pose de Lionel cuando anotó el primer gol ante Nigeria.

Un grupo de mujeres que ocupaba una de las mesas era el que más demostraba su devoción por el capitán de la selección. Cuando la cámara lo enfocó en el momento de entonar el himno se escuchó el típico: “¡Vamos Leo!”

Los primeros cinco minutos fueron tensos en el bar. La alegría inicial terminó abruptamen­te. “Esto va a ser un sufrimient­o”, aventuró Raúl Espinosa, empleado de una pinturería, cuando Javier Mascherano equivocó un pase hacia Ángel Di María.Pero diez minutos después todo cambió. La corrida y la definición cruzada de Messi hizo estallar el bar. El nombre de Leo estaba en los cánticos de todos. Gritos, golpes en la mesa y aplausos, era lo que más se escuchaba. Un joven se animó a una broma. “Cerveza gratis. Messi invita”, dijo con una sonrisa que no tuvo devolución.

Después volvió la calma, aunque nunca fue plena. Cada pelota que se perdía generaba sobresalto­s. Matías, de 14 años, se maravillab­a con cada gambeta de Messi. “Es un genio, pero lo ayudan muy poco”, señaló.

Los mozos, que parecían indiferent­es al duelo deportivo, no descansaro­n en el entretiemp­o. Los pedidos se acumulaban.

Apenas empezó el segundo tiempo y luego del penal de Mascherano, se escuchó un rugido de bronca. “Ese penal no lo cobran en la Argentina, pero sí en el Mundial”, comentó Julia, empleada de una compañía de seguros.

El empate desató el fastidio, sobre todo con jugadores santafesin­os como Mascherano y Di María. No hubo reproches hacia Messi, pero sí desconcier­to por su desaparici­ón en el segundo tiempo.

Sin embargo, al final del partido y con el gol de Marcos Rojo, el bar se transformó en una especie de tribuna. La alegría duró solo unos minutos porque los clientes debían volver a sus trabajos, pero con alegría.

El bar, que data de 1978, es de la familia Messi desde 2010. Pero nunca se transformó en un lugar para alentar al astro del Barcelona. Ese año, del local se hizo cargo una Unión Transitori­a de Empresas (UTE) conformada por Jorge Messi, padre del jugador, y Fabio Ombrella. La concesión la otorgó el entonces intendente Miguel Lifschitz, actual gobernador, por 10 años, más dos de prórroga, por un valor de 1.000.000 de pesos. El canon que paga la UTE es de 51.454 pesos por mes.

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Marcelo manera En el bar VIP, durante el partido, todos estuvieron en tensión

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