LA NACION

Félix Orode, el nigeriano que tiene el corazón dividido por su amor al fútbol

Llegó al país a los 18 años, se casó con una porteña y juega para un equipo argentino

- María Ayzaguer

Félix Orode, de 27 años, tiene el corazón partido. Mira la pantalla del televisor casi sin pestañear en la casa de su suegra, en Almagro. Lo acompañan su mujer, Yasmín –porteña y fanática de San Lorenzo– y sus dos hijos argentinos, Salvador y Simona. En lo que se vivió ayer como una insólita final anticipada, no hubo forma de que este nigeriano nacionaliz­ado argentino hubiera podido salir del todo contento. “Voy a rezar por los dos equipos para que gane el mejor”, explicó antes de que empezara el partido.

Sentado a su lado, Salvador, de cuatro años, sonríe cuando Lionel Messi sale a la cancha. Y no presta atención a Ahmed Musa, la estrella nigeriana. Orode llegó al país a los 18 años y aquí formó su familia.

Orode, que juega como mediocampi­sta de Defensores de Pronunciam­iento, de Entre Ríos, vino a pasar unos días de vacaciones a la Capital. Desde que supo que la Argentina y Nigeria compartirí­an grupo se preocupó. Pero mantuvo la esperanza intacta hasta el final.

Cuenta que en el partido anterior, con Croacia, en la jugada en que el arquero Willy Caballero devolvió la pelota que costó el primer gol, se le cayó el teléfono del susto. Algo similar siente Yasmín. “Tengo dividido el sentimient­o”, dice.

Orode nació en Lagos, ciudad portuaria y con mayor población de Nigeria, ubicada en la bahía de Benín. En 2009, mientras formaba parte de equipos locales, un agente lo llevó a jugar a España y a Portugal. Ese mismo año fue convocado por San Lorenzo. Tuvo un paso fugaz por ese equipo. Gracias a ese club también pudo conocer a su esposa. Luego pasó por Nueva Chicago, Excursioni­stas, Luján y Comunicaci­ones, entre otros.

La mesa está repleta de comida que nadie toca, al menos así será hasta que llegue el empate. Hay un silencio sepulcral con el primer gol de la Argentina. Orode se lleva las manos a la boca y no emite un sonido. Se frota las manos, no sabe dónde meterlas. Cuando Messi erra el tiro libre, susurra: “Dios”.

Con el gol de Nigeria ya no puede disimular la sonrisa y le vuelven las ganas de comer. A los 80 minutos recibe una llamada de su hermano, desde Nigeria. Se dan ánimos con su cuñada y su familia desde Lagos. La dicha se corta con el segundo gol de la Argentina, que lo deja estupefact­o.

Cuando termina el partido, Orode abraza a su mujer y se emociona. De tristeza, de alegría, o de todo eso junto. Al menos ya no va a tener que elegir. “Me duele todo –confiesa–. Es fútbol. Cada día es una cosa diferente. Voy a seguir apoyando a la Argentina”.

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R. néspolo Orode, de 27 años, junto con su esposa, Yasmín, y su hijo

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