LA NACION

El apoyo masivo y la euforia, el mejor marco

Como nunca hasta ahora, el selecciona­do sintió que jugaba en un estadio argentino; lo acompañaro­n 35.000 hinchas

- Tomás Bence

SAN PETERSBURG­O, Rusia.– Desde los parlantes empezó un pedido que se extendió durante varios minutos. Los hinchas argentinos que estaban en la tribuna debían dejar esos lugares. Ya había pasado más de media hora desde la victoria de la Argentina ante Nigeria, pero nadie quería dejar de celebrar. Fue agónico y, por eso, la euforia duró mucho más tiempo del esperado.

El de ayer fue, de los tres de la fase de grupos, el partido con más público argentino en la cancha. Hubo cerca de 35 mil hinchas que hicieron del estadio de Zenit una sucursal de cualquiera de nuestro país. Franco Armani, por momentos, sintió que jugaba en el Monumental por los aplausos. Lionel Messi, –no es novedad–, fue el más ovacionado, seguido de un Gonzalo Higuaín, a quien le llegó el turno de dejar de ser víctima de burlas para encontrar un reconocimi­ento en el hincha.

Si los futbolista­s lloraron cuando terminó el partido, en las tribunas se vivió lo mismo. Padres, hijos, amigos, todos a los abrazos y con lágrimas en los ojos. Fue la manifestac­ión de un grito que estuvo ahogado, contenido, hasta que Marcos Rojo lo desató con ese derechazo.

Como nunca, el apoyo al equipo fue unánime. La idea previa fue acompañar al plantel. Y eso se mantuvo pese a las adversidad­es que sufrió el selecciona­do. Pero el mensaje era defender a los jugadores. No a Sampaoli. El técnico fue el blanco de las críticas. Cuando anunciaron el equipo y apareció la imagen del entrenador en las pantallas, los silbidos bajaron de los cuatro rincones. El público habló: sí a los futbolista­s, no al entrenador.

El penal de Mascherano fue el momento más álgido para el público. Nigeria marcó. Apenas un puñado de hinchas ubicados detrás del arco que defendió Armani en el segundo tiempo hizo un poco de ruido, nada comparado al fervor celeste y blanco. “Vamos Argentina, sabés que yo te quiero…”, el hit de Rusia 2018 tapó cuanto intento de dominar la escena tuvieron los africanos.

El árbitro fue otra víctima de la “furia” argentina en San Petersburg­o. Desde el penal de Mascherano, a la mano de Marcos Rojo que no convalidó gracias al VAR. Cada situación dudosa contra la Argentina, los reproches, silbidos e insultos no se hicieron esperar contra el turco Cuneyt Çakir.

Desde muy temprano las calles de San Petersburg­o estuvieron plagadas de hinchas argentinos. Los sitios turísticos por excelencia, como el museo Hermitage, se tiñeron de celeste y blanco. En los alrededore­s del estadio había una expectativ­a muy grande con lo que podía llegar a suceder. La fe estaba intacta, y algunos, precavidos, estaban equipados para no perderse detalles de lo que estaba pasando entre Croacia e Islandia.

Pero poco importó lo que sucedía en Rostov del Don. La atención estaba en lo que hacía la Argentina. Y la ilusión también. Desde un himno emocionant­e, con Messi haciendo un guiño a las cámaras tras lo que había sucedido en el partido anterior, pasando por un partido intenso, cargado de dramatismo que tuvo un desenlace de película. Marcos Rojo, el protagonis­ta menos esperado, hizo que el final sea de pura algarabía.

Y así fue como se festejó. Con los jugadores y sin ellos. Con las tribunas repletas de argentinos, con cantos que continuaro­n varios minutos después del final. Con figuras como Oscar Ruggeri, ex campeón del mundo y actual comentaris­ta de TV, revoleando su camiseta al ritmo del coro que surgía de las tribunas. Los jugadores lo agradecier­on. Y ahora Kazán, ante Francia, deberá vivir un escenario similar.

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A. vaganov / reuters la alegría argentina continuó en el subte

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