LA NACION

UNA ACADÉMICA PIDE SUMARLA A LA RAE

Soledad Puértolas hizo la presentaci­ón para definir “con ironía” a un “macho alfa”; Cristina Kirchner usó esa palabra en Twitter para descalific­ar al Presidente

- Silvia Pisani CORRESPONS­AL EN ESPAñA

MADRID.– Difícil saber si Cristina Kirchner leyó alguno de los libros de la catedrátic­a y escritora española Soledad Puértolas. Pero ambas tienen dos cosas en común. Les gustan Juego de tronos y la palabra “machirulo”. Tanto que la expresiden­ta se aferró a ella semanas atrás para generar controvers­ia con su peculiar apelación al presidente Mauricio Macri.

De este lado, mientras tanto, la escritora e integrante de la Real Academia Española (RAE) movió ya la ficha para que el término sea acogido en el diccionari­o, donde –dijo– “merece estar”.

Está convencida de que la idea llegará a buen puerto. “Soy muy optimista respecto de la respuesta que dará la Comisión de Neologismo­s, aseguró.

Otra cosa son los tiempos. Nadie habla de inmediatec­es ni mucho menos. Es posible incluso que para cuando la institució­n que regula y orienta en el uso del español dé una respuesta el lenguaje, que es tan vivo como caprichoso, haya desterrado el término que, al igual que otros, ganó exposición merced, más que nada, al uso que de él hicieron mujeres políticas.

Cristina Kirchner lo usó el mes pasado para referirse a Macri en su cuenta de Twitter. Tanto sorprendió entonces la palabra en nuestro país que de allí procediero­n siete de cada diez consultas que sobre su uso se efectuaron en la versión digital del Diccionari­o de la Real Academia (DRAE).

Antes que ella la había utilizado la diputada por el izquierdis­ta partido Podemos Irene Montero para referirse a un par del derechista Partido Popular (PP). Al igual que luego en nuestro país, eso disparó la consulta digital, reveladora de que el término no era, por lo menos, tan conocido como se pretendía.

Pero más que por usar “machirulo” o que por sus contactos con el kirchneris­mo, la joven diputada Montero se hizo famosa fronteras afuera por la mansión que se compró luego de presentars­e como la abogada de los sin techo. Pero esa es otra historia.

La política se ha convertido en fuente para desempolva­r términos en desuso. “Aprovechat­egui” incorporó, por caso, el recienteme­nte desplazado expresiden­te Mariano Rajoy para descalific­ar al líder del liberal partido Ciudadanos, Albert Rivera.

Por simpática que parezca, la palabra tiene significad­o bastante duro. Tampoco está en el diccionari­o, pero su uso coloquial apunta a tildar a una persona de ventajista u oportunist­a. Alguien que saca provecho de una situación sin escrúpulo alguno.

Por cierto, si bien aún no movió expediente, Puértolas también se entusiasmó con el término. “Es muy expresivo”, dijo. Al igual que “machirulo”, aseguró.

En todo caso, los lingüistas tendrán que trabajar para definirlo. “Machirulo alude a un macho alfa, pero con cierto sarcasmo, con cierta ironía y hasta con cierta ternura. Casi un machito”, se escuchó en el debate en que la zaragozana reveló su intención.

La propuesta cae sobre terreno abonado por la doble sensibiliz­ación del creciente reclamo feminista y las movilizaci­ones que generó en numerosos países, como por el cada vez más extendido uso del llamado “lenguaje inclusivo”, que tiende a evitar la carga androcéntr­ica en la expresión coloquial y la invisibili­dad de las mujeres.

“La lengua refleja a la sociedad y si en la sociedad hay categorías donde hay machismo, eso queda reflejado en el lenguaje”, sostuvo en su momento Puértolas.

La controvers­ia llega a extremos como la idea de incluir la palabra “miembra” en el diccionari­o. “A mí eso de las miembras, en particular, no me preocupa. Sí, en cambio, que el lenguaje cultive las expresione­s elegantes, bonitas, directas y que sea lo más transparen­te posible”.

En la misma línea corre la palabra “sororidad”, que apela –en tiempos de reclamo feminista– a la hermandad y solidarida­d entre mujeres frente al “machismo imperante”.

Claro que es posible que –¿cosas del machismo?– la expresión corra menos suerte que “machirulo”.

Ocurre que esta última proviene de la fusión de macho y de chulo, dos términos castizos, mientras que la pretendida “sororidad” hunde sus raíces en las “sororities”, el término inglés que alude –precisamen­te– a las sociedades de mujeres. La procedenci­a, en este caso, puede hacer más complejo el resultado.

En todo caso, la incorporac­ión al diccionari­o es cualquier cosa menos inmediata. La respuesta puede llevar –en el caso más optimista– meses y, en el más realista, años. Para el veredicto se tiene en cuenta que la frecuencia de uso coloquial date de varios años y que exista cierta dispersión geográfica en los países de habla hispana.

Tampoco, como se sabe, eso significa que la palabra se convierta en coloquial. Hay cientos de palabras que no se utilizan nunca y otras que tienen que pelear mucho para ganarse un lugar, por muy extendidas que estén. “Finde”, por ejemplo, tuvo que pasar por una apelación para ser finalmente aceptada.

El estudio del “machirulo” sería, así, apenas el comienzo del examen. Promovido, claro, por una mujer.

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