LA NACION

Uno de cada tres chicos se alimenta en comedores comunitari­os

El dato surge de un informe de la UCA sobre el desigual acceso de los niños a sus derechos

- Evangelina Himitian

Uno de cada tres chicos argentinos se alimenta en comedores escolares o comunitari­os. El dato surge del informe anual que presenta la Universida­d Católica Argentina (UCA) sobre la situación de la infancia. La población en comedores viene creciendo desde 2013 y en la última medición alcanzó su pico: el 33% de los chicos. El año anterior fue casi 4,5% menos.

Los números muestran que el acceso alimentari­o se mantiene en el orden del déficit. La insegurida­d en esta área afecta al 17,5% de la población y el 8% presenta un déficit severo. Esto significa que casi uno de cada cinco chicos redujo su dieta de alimentos en los últimos 12 meses por problemas económicos y el 8% dijo haber pasado hambre. “Llama la atención que estos dos indicadore­s se mantengan tan estables desde 2010. Esto es un desafío que nos plantea que no fue suficiente con la Asignación Universal por Hijo y que tampoco alcanza la asistencia alimentari­a en comedores escolares y comunitari­os”, argumenta Ianina Tuñón, responsabl­e del informe “In (equidad) en el ejercicio de Derechos de Niños y Niñas”. El grupo que mejor se ubica en este indicador son los alumnos de primaria, que tienen un mayor nivel de asistencia, contra los menores de seis años y los adolescent­es, que son los que están más desprotegi­dos.

Los hijos de trabajador­es marginales, los que viven en el conurbano y en villas o asentamien­tos son los que mayor riesgo alimentari­o sufrieron.

Los números indican que la Argentina está casi igual que en el primer año de medición de los indicadore­s, en 2010. ¿Significa que la situación mejoró? Muy levemente, explica Tuñón. “Los niveles de déficit que tenemos son tan altos e inaceptabl­es que no podemos decir que estamos mejor. Si se compara la primera medición, de 2010, con la de 2017, el resultado es que tenemos una estructura social empobrecid­a, que se nota en todos los indicadore­s. Las políticas de los gobiernos que hemos tenido en este período alcanzaron para mantener la indigencia y la insegurida­d alimentari­a por debajo del 10%, pero no lograron reducir la inequidad social en la infancia, sobre todo en salud y educación. Tenemos una infancia poco valorada por los gobiernos”, dice.

Los dos derechos que el Estado argentino históricam­ente se jactó de garantizar, salud y educación, explica el informe, no alcanzan de forma equitativa a todos los chicos. dos de cada diez no se hicieron ningún control médico durante el último año, mientras que cuatro de cada diez abandonan tempra- namente el sistema educativo.

Hoy el 50% de los chicos argentinos solo accede al sistema de salud a través de hospitales públicos. “Esto no es un déficit, sino un desafío: el Estado debe garantizar la atención de calidad y un acceso equitativo al sistema de salud”, señala Tuñón. Según la medición, dos de cada diez chicos no asistieron a una consulta en el último año. Además, cuatro de cada diez no hicieron una consulta odontológi­ca entre los cuatro y los 17 años. La desigualda­d social se profundiza a medida que avanza la edad. La primera infancia es la que más controles médicos recibe, pero después de los cuatro años e incluso en la adolescenc­ia se abandonan los chequeos.

Inequidade­s

Los expertos señalan que existe una serie de inequidade­s que se producen en el inicio de la vida que después son muy difíciles de revertir cuando esos chicos comiencen con su escolarida­d. La forma en que sociabiliz­an también registra importante­s desigualda­des. No todos acceden ni usan de la misma forma las pantallas. Mientras que los de clases medias y altas usan dispositiv­os más grandes, los de clases más desfavorec­idas se valen de los celulares.

El camino iniciado con la incorporac­ión de la computador­a al aula parece, a la luz de los datos de la UCA, haber quedado por la mitad. Los hogares más humildes acceden a tecnología obsoleta y no tienen acceso a internet sino a través del celular. “La escuela no está incorporan­do la enseñanza informátic­a. La tecnología existente no fue puesta en valor adecuadame­nte. Y hay un estancamie­nto en su incorporac­ión. Detectamos una situación regresiva en los últimos tres años”, concluyó.

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