LA NACION

Quemarse con las propias manos

Los destrozos producidos durante la frustrada toma del Rectorado de la UBA son el resultado de un proceder irracional y fuera de toda legalidad

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El trotskismo deberá decidir si está dispuesto a insistir en la apelación a métodos violentos como lo hizo frente al Congreso a fines del año último, durante el debate sobre jubilacion­es, y ahora con los destrozos que sus adeptos produjeron anteayer en el Rectorado de la Universida­d de Buenos Aires. Se está dentro del orden constituci­onal o se está afuera. Es imposible estar al mismo tiempo en ambos lados.

Tienen los trotskista­s por delante la oportunida­d de decidir qué camino van a seguir. El Consejo Superior de la UBA homologó ayer, por 21 votos contra 5, los resultados de la elección por la cual el congreso de la Federación Universita­ria de Buenos Aires (FUBA) puso término a una conducción de ocho años compartida por dirigentes estudianti­les del Partido Obrero y La Mella, un agrupamien­to cercano al kirchneris­mo, pero autónomo de La Cámpora.

La nueva conducción de la FUBA responde a una alianza de radicales, peronistas tradiciona­les, por llamarlos de algún modo, y socialista­s e independie­ntes. Se adjudicaro­n la victoria por 67 votos sobre un total de 130.

La extrema izquierda ha objetado ese resultado en relación, entre otros puntos, con el voto de un delegado suplente.

Lo cierto es que este último congreso ha puesto fin a un ciclo en el que distintas conformaci­ones de la izquierda radicaliza­da condujeron la FUBA desde que, en 2002, Franja Morada perdió su conducción. Quedan así despojados los núcleos más virulentos del activismo estudianti­l de su pieza más estratégic­a; les queda el consuelo de retener, aunque con escasa gravitació­n nacional, la federación de la Universida­d del Comahue.

Tanto cuando el presidente Alfonsín dispuso la normalizac­ión de las universida­des como cuando los legislador­es sancionaro­n la ley de educación superior, se previó que los consejos superiores universita­rios tenían facultades para reconocer decisiones tomadas por las federacion­es estudianti­les. Sobre ese punto, obra el antecedent­e de octubre de 1999 del reconocimi­ento de la personería de la FUBA por el Consejo Superior de la UBA.

Cabe a las agrupacion­es estudianti­les derrotadas en el último congreso de la FUBA recurrir a la Inspección General de Justicia, a pesar de que en el congreso había un veedor de esta, o a la instancia judicial que correspond­a. Mientras tanto, deberán apagar los fuegos con los que sus inductores, ya bastante mayorcitos, y quienes les responden desde la adolescenc­ia se están quemando a sí mismos al destrozar bienes por cuya existencia y mantenimie­nto paga el conjunto de la sociedad.

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