LA NACION

Brasil inventa su sufrimient­o, pero también su propio alivio

- Marcelo Gantman PARA LA NACIóN

MOSCÚ, Rusia.–Neymar baja la pelota con una técnica de asombro. Se frena. Desborda con un pase largo y saca un tiro de esquina. Desde ese centro llega el segundo gol de Brasil. El de la paz definitiva. El cabezazo de Thiago Silva. Brasil avanza a los octavos de final tras ganarle a Serbia 2 a 0. Con momentos interesant­es de varios de sus jugadores, Phillipe Coutinho por encima de todos. Chispazos de Neymar. Las acciones individual­es son las que configuran al equipo. Brasil es eso antes que nada. Cinco o seis actuacione­s destacadas son el esqueleto de un cuerpo que luego tendrá más sustancia. Brasil juega mejor antes del primer gol y luego del segundo, que cuando ya está 1 a 0. Se inventa problemas, perdona demasiado, deja crecer al rival (antes Suiza, hoy Serbia) y puede ser vulnerable a cualquier viento que sople más o menos fuerte. Ya contra México deberá ajustar esas cuestiones que suelen ser parte de su descripció­n histórica.

Efervescen­cia y cautela. Las dos sensacione­s atravesaro­n una tarde densa en el Spartak Stadium. La eliminació­n de Alemania, la sensación ya concreta de que este puede ser un Mundial que aplasta a los gigantes, gobernó la espera del partido. Brasil, sin embargo, todo el tiempo procuró dar señales de seguridad. Con Neymar sonriente en el campo de juego una hora antes del partido. Las estrellas del fútbol saben que todo el tiempo los sigue una cámara. Neymar está atento a esos movimiento­s y como emblema de Brasil, como jugador que no debe fallar ni en el calentamie­nto, ofreció esas sensacione­s. Brasil no fue contundent­e. Mantuvo el partido vivo y pasó momentos de desbordes. Ese tal vez sea su pecado. Amenaza con aplastar a su rival, pero su otra mejilla está siempre disponible. Mitrovic, un delantero corpulento, casi le da una cachetada a los 15 minutos del segundo tiempo y Brasil tuvo una catarata de problemas en los minutos siguientes. El segundo gol de Brasil aplastó cualquier rebelión de los serbios en su idea de probar si podían seguir en el Mundial.

La cancha explotó desde temprano. En la llegada a la estación de metro Spartak, a la salida, los revendedor­es aparecen vestidos con piel de cordero: se cuelgan carteles que dicen “I need tickets” (“Necesito entradas”), cuando en realidad lo que quieren es venderlas a precios imposibles de pagar. Hay gente que acepta la oferta desigual. Brasil despierta esa locura. Tiene su público propio, pero también muchos seguidores de otros países que no tienen seleccione­s relevantes y se meten en el mundo del fútbol por la atractiva puerta que abre Brasil. Tuvieron algunas dosis de lo que vinieron a buscar.

Neymar se lanzó a jugar bonito desde el comienzo del partido. Metió un caño al minuto de partido. La jugada no prosperó, pero el estadio soltó un rugido beatlemaní­aco. Gabriel Jesús se perdió un gol sin poder ser frenado por la defensa en la jugada siguiente. Brasil parecía tener el mandato de no solamente de ganar para no sufrir sobresalto­s, sino de hacerlo con un fútbol de calidad. Neymar y Phillipe Coutinho se encontraba­n por el centro con tacos y pases de primera a velocidad de “joystick”. La mejor combinació­n de Neymar, sin embargo, fue con Gabriel Jesús y su tiro cruzado fue desviado por el arquero Stojkovic. Pero no se puede hablar de esta versión de Brasil sin mencionar las prestacion­es de Coutinho.

El futbolista del Barcelona tuvo influencia directa en los tres partidos del grupo. Goles contra Suiza y Costa Rica y una asistencia contra Serbia. Se mueve detrás de Neymar y recibió los beneficios de todas las preocupaci­ones que generó el mismo Neymar con sus corridas y su búsqueda del desequilib­rio. Coutinho se ubica a metros de esos temblores y tiene un panorama más amplio de por donde pasa el partido.

Por eso el primer gol de Brasil fue una genialidad. No por la calidad de su jugada (que la tuvo) sino por la idea de juego. Brasil intentaba desequilib­rar con la habilidad de Neymar en el uno contra uno. El gol fue otra cosa: Paulinho le marcó su entrada a Phillipe Coutinho, que con un pase largo entre los centrales, lo dejó frente al arquero. Brasil precisó romper su propia cadencia para encontrar el gol. Un plan B cuando el plan A todavía no se había gastado. Fue a los 35 minutos del primer tiempo y le aportó tranquilid­ad para construir todo lo que vino después. Serbia defendió con mucha gente atrás. El técnico Krstajic cambió a los dos central es y puso altándem de Veljkovic Mil enkovic, más jóvenes queIv ano vicyTosic, presuntame­nte más rápidos, pero no encontraro­n la solución para los ataques de Brasil. Y el gol de Paulinho los puso en evidencia.

El impacto negativo para Brasil llegó antes de los diez minutos, con la salida de Marcelo por lesión. El lateral del Real Madrid es otro de los jugadores “franquicia” de este selecciona­do. Fue un momento de hielo en un anochecer caluroso en Moscú. Otro problema con un lateral para Brasil de cara al futuro. Afrontó este partido sin Danilo por la derecha y luego otro auténtico drama con Marcelo, dada la influencia que tiene en el equipo. Se fue al vestuario con un modo de andar que insinúa peores noticias. Filipe Luis ocupó su lugar. Con el 2-0 sellado se ocupó de irse al ataque como indica el manual del buen lateral brasileño.

Brasil se cruzará con México. Ya en los octavos de final se corporiza, como siempre, como uno de los favoritos. Su coreografí­a está visible. Sus artistas también: Neymar, Coutinho, Willian, Gabriel Jesús. Tiene una gran incógnita a partir de la salud física de Danilo y Marcelo, dos pérdidas valiosas para el futuro si no se reponen. Brasil tiene todavía margen para crecer. Cuando Neymar juegue tanto para la contundenc­ia como lo hace para el engaño, el equipo de Tite tendrá una vuelta de tuerca para mostrarse más sólido y peligroso. Sus fuegos artificial­es ya alumbran las noches cortas de este Mundial.

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ReBeCCA BLACKWeLL / Ap Thiago Silva ya cabeceó el centro de Neymar: será el segundo gol brasileño

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