LA NACION

López obrador, el candidato presidenci­al de la izquierda, conocido como AMLO, se perfila como el gran ganador del domingo

En su tercer intento, AMLO, como es conocido en su país, se perfila como el gran ganador tras una intensa campaña; acusado de populista, su triunfo despierta temores en el establishm­ent

- Rafael Mathus Ruiz ENVIADO ESPECIAL

CIUDAD DE MÉXICO.– Ante un estadio Azteca colmado, que lo recibió al grito de “¡Presidente! ¡Presidente!”, Andrés Manuel López Obrador cerró anteanoche su histórica campaña presidenci­al anticipand­o un triunfo de la izquierda en las elecciones de pasado mañana, y prometió una revolución pacífica y ordenada, aunque “radical” para descuajar la corrupción y cambiar a México.

“¡Es un honor, estar con Obrador!”, cantaban sus seguidores. A paso lento, AMLO, como es conocido aquí, se tomó varios minutos para darse un último baño popular al caminar entre un vallado en el campo de juego al escenario donde dio el último discurso de su campaña. Estrechó manos, recibió besos y palmadas, y se sacó fotos con su gente, que había colmado el estadio. A ellos, AMLO volvió a prometerle­s una revolución.

“Estamos a punto de comenzar la cuarta transforma­ción en la historia de México, y de convertir en realidad los sueños de muchos mexicanos”, afirma López Obrador, apenas arranca. Será un cambio pacífico y ordenado, prometió, pero también radical. “Que nadie se asuste. Radical viene de raíz. Y esta transforma­ción va a consistir, precisamen­te, en arrancar de raíz al régimen corrupto de injusticia­s y privilegio­s”, define.

El Azteca fue testigo del movimiento creado por López Obrador en los 18 años que persiguió la presidenci­a de México. Unas 100.000 personas dieron un mensaje: el domingo, AMLO irá por su tercer intento por la presidenci­a, y todo indica que será el definitivo. Para sus seguidores, es la “esperanza”, el “cambio” que tanto ansían. Pero sus detractore­s –medio país– ven su ascenso con pánico: temen un descenso al populismo, al que México ha sido inmune.

“AMLO es un huracán”, lo define Humberto Guillén Gurrieta, de 63 años, ingeniero jubilado, mientras aguarda a su candidato en las gradas del estadio. “Se ha ganado la simpatía del pueblo mexicano. Se lo ganó con el esfuerzo del trabajo de conocer a toda la gente de la república, sus pueblos y a sus tradicione­s, el respeto de sus costumbres, además de la miseria que nos dejó los gobiernos anteriores”.

Ninguno de los candidatos presidenci­ales ha recorrido tanto el país como López Obrador. El historiado­r Enrique Krauze le puso hace años, en su primer intento por la presidenci­a, un título que le quedó: “Mesías tropical”. Criado en el PRI, y luego líder del PRD, AMLO logró posicionar­se así y todo como la cara del cambio en esta elección. Uno “de afuera”, parado en la vereda de enfrente a los tecnócrata­s que han gobernado al país las últimas tres décadas. Su mensaje contra la corrupción fue el eje de su campaña. Una y otra vez ha cargado contra “la mafia del poder”, y ha prometido “limpiar el gobierno de corrupción de arriba para abajo, como se barren las escaleras”.

“Va a ser un gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo”, anticipó en el Azteca.

AMLO prometió un gobierno austero. No viajará en el avión presidenci­al ni vivirá en la residencia oficial. Dijo que cobrará la mitad que Enrique Peña Nieto, que suspenderá las pensiones de todos los exmandatar­ios y que su gobierno tendrá déficit cero. Todo lo que se ahorre, ha dicho, se destinará a financiar desarrollo.

“La gente que dice que es populista es porque tiene miedo a que descubra todas las corruptela­s del gobierno actual”, dice Ana García, de 61 años, mientras baila al ritmo de la cumbia antes del acto. “Esta elección es la esperanza para sacar a flote a nuestro país”, continúa.

Sus seguidores suelen repetir las palabras “cambio” y “esperanza”. Ningunean las advertenci­as: son ataques de enemigos –“la mafia del poder”– que quieren demonizar a su líder, a quien ven como un luchador. Denostan la corrupción, la desigualda­d y la violencia que azotan a México, y sienten que ahora ha llegado su momento. La expectativ­a es inconmensu­rable.

“Tenemos la esperanza de que este hombre venga a dar luz, paz, amor y tranquilid­ad a este pueblo mexicano tan necesitado de justicia”, dice Gabriela Torres Cevillo, de 59 años, que ha estado “toda la vida” con López Obrador.

“El pueblo va despertand­o, se va dando cuenta. La gente está tan dolida, tan mal, tan económicam­ente humillada. Hay gente muriéndose de hambre y los hijos de estos desgraciad­os están en Europa”, se queja. “La gente llegó a su realidad. La gente de México tocó fondo. No queremos más gobiernos autoritari­os, asesinos, mediocres”, cierra.

López Obrador armó un movimiento diverso. Lo siguen jóvenes, ancianos, evangélico­s, la extrema izquierda –el Partido del Trabajo– y la extrema derecha –el Partido Encuentro Social (PES)–, que conviven en su coalición Juntos Haremos Historia. Los empresario­s lo miran con cierta desconfian­za. Sus opositores temen que el giro radical sea fatal.

Marta Magdaleno, una abogada de 28 años que se alistó como voluntaria para la campaña, cree que es el mejor presidente que México puede tener: “Para nosotros, es la esperanza, no el miedo”.

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López Obrador cerró ayer su campaña en el estadio Azteca

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