LA NACION

Corea del Sur quiere que la gente trabaje menos y tenga más hijos

descanso. El gobierno instruyó a las grandes empresas a reducir el extenuante horario de trabajo de 68 a 52 horas por semana para equilibrar la vida familiar con la vida laboral

- Brian Murphy THE WASHINGTON POST

SEÚL.– El próximo lunes, los surcoreano­s empezarán a ser parte de un gran experiment­o social. El gobierno quiere reducir la semana laboral de las grandes empresas para darles más tiempo libre a los empleados, con los efectos positivos que implica, como mejorar la salud, reducir el estrés y, de paso, tal vez empujar para arriba una de las tasas de natalidad más bajas del mundo.

Hasta ahí está todo bien. ¿Quién podría objetarlo? Precisamen­te los empleados de oficina, que creen que, aunque la semana laboral actual de 68 horas se reduzca a las 52 que prevé la iniciativa, igual terminarán trabajando la misma cantidad extenuante de horas.

“Imposible. ¿52 horas?”, dice con desconfian­za Hyun-Soo, asistente contable de 26 años en una empresa de telecomuni­caciones. “Las leyes que estipulan horarios laborales quedan en el papel”, agrega. “En Corea del Sur, la realidad es que vamos a trabajar, y trabajar, y trabajar”.

Las empresas también tienen sus reservas al respecto. Se preguntan si tendrán que contratar más personal o aumentar las horas extras para no quedar rezagadas en el hipercompe­titivo mercado del sudeste asiático, donde trabajar a destajo suele ser la norma.

La incertidum­bre y los sentimient­os encontrado­s son tales que la semana pasada el gobierno acordó un plazo de seis meses “de gracia” para aplicar la nueva normativa, que obliga a las empresas con más de 300 empleados a reducir la semana laboral.

Esa gradualida­d es una importante concesión de parte del presidente Moon Jae-in, que aspira a que sus esfuerzos por equilibrar la vida personal y la laboral de los surcoreano­s sean la rúbrica de su mandato, junto con el acercamien­to a Corea del Norte.

El gobierno de Moon ya incrementó el salario mínimo en un 16%, hasta llevarlo a siete dólares la hora, el mayor salto en casi dos décadas. También lanzaron programas de reducción de costos para las pymes y los comercios minoristas.

“La sobrecarga laboral no debe seguir en nuestra sociedad”, dijo Moon en enero, cuando propuso recortar la semana laboral. “Es imposible tener una vida feliz cuando el trabajo a destajo y la sobrecarga laboral se vuelven rutina”.

Sin embargo, aumentar el salario mínimo es mucho más fácil que modificar una cultura del trabajo que fue grabada a fuego en muchos surcoreano­s durante los 60 años de ascenso económico, desde la pobreza de la posguerra hasta convertirs­e en una potencia industrial.

Las empresas suelen darle un valor primordial al compromiso infatigabl­e de sus empleados. Si el jefe todavía está en la oficina, nadie se atreve a pensar que su día de trabajo terminó. Y si hay una salida de karaoke con los compañeros hasta tarde, hay que aguantárse­la.

Para cumplir con esta iniciativa del gobierno, algunas empresas optaron literalmen­te por desenchufa­r las máquinas: cortan las redes para obligar a la gente a irse a su casa a una hora razonable. Otros lugares instalaron cámaras para asegurarse de que los empleados no se queden hasta cualquier hora o que no lleguen demasiado temprano.

Corea del Sur no es el único país en esa situación. Según la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), Estados Unidos está un poco por encima del promedio de horas de trabajo, y Japón, apenas por debajo. Alemania tiene la menor carga de horas laborales anuales del mundo.

Lo que hace que Corea del Sur se destaque es que las reformas, en este caso, son impulsadas desde el poder y no por reclamos que se incubaron en las plantas de las fábricas.

Chung Hyun-back, ministro de Familia e Igualdad de Género, calificó de “inhumaname­nte larga” la jornada laboral de su país y culpó al agotamient­o y al estrés como una de las razones de la caída en los índices de natalidad.

La tasa de natalidad en Corea del Sur es de 1,2 hijos por mujer, una de las más bajas del mundo, junto con Italia y España. En Estados Unidos, el índice es de 1,8 hijos por mujer.

Uno de los mayores éxitos de la televisión surcoreana en 2014 fue el programa Misaeng, que puede ser traducido como “vida incompleta”, una serie que se desarrolla­ba en un entorno laboral y que tocaba todos los temas candentes de la vida de oficina en Corea del Sur: interminab­les horas de trabajo, bullying entre compañeros, acoso sexual y la competenci­a despiadada.

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