Con nuevos cardenales, el Papa profundiza los cambios en la geografía de la Iglesia
vaticano. En su quinto consistorio, volvió a apuntar a curas de regiones periféricas, que tendrán más peso en el próximo cónclave
rOMA.– En el quinto consistorio de su pontificado, en el que creó 14 nuevos cardenales, el Papa recordó hoy que “la única autoridad creíble es la que nace de ponerse a los pies de los otros para servir a Cristo” y que “ninguno de nosotros debe sentirse ‘superior’ a nadie”.
“Ninguno de nosotros debe mirar a los demás por sobre el hombro, desde arriba. Únicamente nos es lícito mirar a una persona desde arriba hacia abajo, cuando la ayudamos a levantarse”, sentenció.
“La mayor condecoración que podemos obtener, la mayor promoción que se nos puede otorgar, es servir a Cristo en el pueblo fiel de Dios, en el hambriento, en el olvidado, en el encarcelado, en el enfermo, en el tóxico-dependiente, en el abandonado, en personas concretas con sus historias y esperanzas, con sus ilusiones y desilusiones, sus dolores y heridas”, dijo el Papa, en una ceremonia solemne en la Basílica de San Pedro.
Antes de entregarles a los 14 nuevos purpurados de 11 países (11 de ellos electores, es decir, menores de 80 años) el birrete y el anillo cardenalicio, Francisco advirtió, además, sobre el peligro de las “lógicas mundanas que desvían la mirada de lo importante” y de las “asfixiantes” intrigas palaciegas.
Los nuevos cardenales lo escuchaban, atentos, en primera fila, con sus flamantes nuevas vestimentas rojas, el color de la sangre, que luego juraron estar dispuestos a derramar, en sendas fórmulas en latín. Entre ellos estaba su beatitud Louis raphaël I Sako, patriarca de Bagdad, el primero de la lista, que al principio habló en nombre de los demás y aseguró su colaboración con el Papa para que haya paz especialmente en su castigado país, Irak, en Siria, los territorios palestinos, Medio Oriente y en el resto del mundo. Junto a él, como sucedió en los anteriores consistorios, estaban pastores “con olor a oveja” que trabajan en sitios difíciles y en las periferias del mundo, como Josep Coutts, arzobispo de Karachi, Paquistán, país musulmán donde la minoría católica es perseguida por grupos fundamentalistas y Desiré Tsarahazana, arzobispo de Toamasina, en Madagascar. Los acompañaban el jesuita peruano Pedro Barreto, progresista arzobispo de Huancayo; el portugués António dos Santos Marto, obispo de Leiria-Fátima; el italiano Giuseppe Petrocchi, arzobispo de L’Aquila, ciudad destruida por un terrible terremoto en 2009, y Thomas Aquinas Manyo, arzobispo de Osaka, Japón, país que desde hace tiempo esperaba un cardenal. También recibieron el preciado birrete púrpura tres miembros de la curia romana: el actual prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el jesuita español Luis Ladaria; el nuevo prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, exsustituto de la Secretaría de Estado y delegado especial ante la Soberana Orden de Malta, el italiano Angelo Becciu, y el limosnero pontificio y prelado famoso por su trabajo con los sin techo de roma, el polaco Konrad Krajewski.
Por haberse distinguido en su servicio a la Iglesia, también recibieron los símbolos cardenalicios tres prelados mayores de 80 años y sin derecho a participar en un cónclave: Toribio Ticona Porco, un boliviano que fue lustra botas y minero, arzobispo e mérito de Coro coro; el mexicano Sergio Obeso rivera, arzobispo emérito de Xalapa, y el padre misionero claretiano español Aquilino Bocos Merino.
Con este nuevo consistorio, Francisco profundizó su huella en lo que será la geografía del cónclave que deberá elegir a su sucesor. De los 125 cardenales electores que hay hoy, 59 fueron nombrados por él.
Finalizada la ceremonia, en un nuevo gesto de respeto hacia su predecesor, Francisco y los nuevos cardenales, fueron, a bordo de dos vans, hasta el monasterio Mater Ecclesiae para visitar a Benedicto, papa emérito. En la capilla del monasterio donde vive, enclavado en los Jardines del Vaticano, todos juntos recitaron el Ave María y saludaron a Joseph ratzinger, de 90 años, que los bendijo.