LA NACION

¿Quién es quién en el arte? Una pregunta con múltiples respuestas

El estreno del documental Los nuevos mecenas del arte habilita una reflexión sobre los límites entre benefactor­es, coleccioni­stas y gestores culturales

- María Paula Zacharías PARA LA NACION

¿Qué es ser mecenas en la Argentina? La pregunta se dispara después de ver el nuevo documental de Augusto Monk y Freddy Suárez, por el que desfilan curadores, galeristas, directores de ferias y, principalm­ente, coleccioni­stas que exceden su rol de compradore­s de arte.

Los nuevos mecenas del arte plantea una nueva mirada al coleccioni­smo como agente activo en la escena, buscando un papel más social y comprometi­do. Pero ¿es eso un mecenas? Si se entiende que son quienes hacen acciones anónimas para ayudar desinteres­adamente a desarrolla­r la carrera de algún artista, se cuentan con los dedos de una mano y, por su perfil bajo, casi no se los conoce. Un ejemplo puede ser Erica Roberts, que por tercera vez financia las residencia­s para artistas en Gasworks, Londres (las coordina la residencia local Urra, que a su vez recibe a un artista inglés y que tiene abierta esta convocator­ia hasta el 17 de julio). “Es la única mecenas del programa de intercambi­o”, cuenta Melina Berkenwald. Claro, no está en el documental.

Sí aparecen coleccioni­stas “a la argentina”, que tienen clara vocación de ayudar, y cuya figura tiende a fundirse con la del gestor cultural, híbrido al parecer de la mayoría de los agentes del sistema del arte, ya que la autogestió­n es vital para la superviven­cia en el magro contexto local. Alejandro Ikonicoff cuenta en el audiovisua­l su primera compra, cuando el artista Leo Estol necesitaba dinero para producir una muestra y se lo dio a cambio de alguna de las obras resultante­s. Está también el artista plástico Luis Niveiro, que piensa donar a su provincia su colección para crear el Museo de Arte Contemporá­neo Ñandé MAC. En Corrientes hay Museo de Bellas Artes, pero ningún lugar para el arte actual, y Niveiro ha logrado juntar una buena cantidad de piezas intercambi­ándolas por las de su autoría.

Mariela Ivanier está orgullosa del conjunto de obras con las que convive (muchas canjeadas por sus servicios de prensa), que muestra en los Té de Colección. Pero una colección implica un recorte espacio-temporal de una escena del arte, con un guion o hilo conductor, compras razonadas y obras importante­s de los artistas incluidos (rara vez se logra esto a base de intercambi­os). Es el caso de Gustavo Bruzzone, que se centra en los artistas de la galería del Centro Cultural Rojas de 1989-1996, cuando estaba dentro de la órbita de Jorge Gumier Maier. Tampoco se puede hablar de nuevo coleccioni­smo en su caso, ya que lleva décadas en la eshorizont­e cena con acciones generosas. En el documental, el artista Benito Laren cuenta cómo lo ayudó a instalarse en Buenos Aires, alojándolo en su propio departamen­to.

Abel Guaglianon­e y Joaquín Rodríguez son coleccioni­stas de hoy y no se quedan en el molde (que podría ser, quizás, el aporte anual a la asociación de amigos de algún museo, algo tan clásico como necesario). En las últimas cuatro ediciones de arteBA han tomado la posta del Premio en Obra, un galardón que ayuda a los artistas emergentes, que inició otro coleccioni­sta, Juan Cambiaso, en 2008. El premio ($80.000) necesita recaudador­es de fondos comprometi­dos, porque se otorga gracias a la donación de particular­es.

“A los coleccioni­stas les gusta decir que no son coleccioni­stas, pero nosotros creemos que eso no colabora con la escena. Cuando nosotros entendimos que estábamos colecciona­ndo, nos planteamos cuál es nuestro rol”, cuentan Andrés Brun y Juan José Cattaneo. Por un lado, apoyan institucio­nes en programas específico­s y tratan de hacerlo con continuida­d. “En los últimos tres años apoyamos a arteBA a través del programa de Mecenazgo, al programa de mecenas del Mamba y al comité de adquisicio­nes del Malba”, cuenta Brun. También financian proyectos independie­ntes, como Móvil, La Verdi y Yungas. “Los acompañamo­s en su evolución hasta que ya no nos necesitan”, señalan. La tercera vía es la más tradiciona­l, una ayuda directa al artista para el desarrollo de una obra: “Buscamos habilitar un proyecto especial a través de la compra de una obra. Siempre con la galería como intermedia­ria”.

Abrir las coleccione­s al público es otra manera de socializar­las. El es la creación de un museo, que eternice el nombre propio y resguarde ese conjunto que refleja el gusto de su cultor. Es el caso del Malba y Eduardo Costantini; Aldo Rubino y el Macba, y Gastón Deleau y FoLA. Sin llegar al museo propio, Alberto Elía y Mario Robirosa abrieron su tesoro al público a través de la donación al Museo Nacional de Bellas Artes de 80 obras que compraron en casi 40 años. Esteban Tedesco muestra la suya en exposicion­es como “Diagonal Sur”, que se vio recienteme­nte en el Centro Cultural Borges. José Luis Lorenzo decidió abrir su colección en Espacio Colón, un departamen­to acondicion­ado en el centro de Córdoba. “No creo en las coleccione­s cerradas, encriptada­s en depósitos, sino que hay que hacer circular la obra para que más gente pueda disfrutarl­a. Si no es un acto egoísta”, dice.

Está también el coleccioni­sta-fundación, que institucio­naliza su filantropí­a. Ricardo Cárdenas reunió en cuatro décadas mil obras y pronto las mostrará en el Museo de Arte Contemporá­neo de La Boca (Marco), que está construyen­do en Almirante Brown 1037. Mientras, a través de la Fundación Tres Pinos beca a artistas. “Preferimos el coleccioni­smo a través de la acción. Nos gusta servir de medio para la producción del artista, y que nuestra colección refleje nuestra historia de trabajo”, dice su hijo, Rodrigo Cárdenas, compañero en esta aventura. Porque en esto del coleccioni­smo y la gestión cultural rara vez se está solo.

Para agendar

Los nuevos mecenas del arte se estrena hoy en Colección Fortabat (Olga Cossettini 141); jueves y viernes de julio, a las 19, en Fundación Osde (L.N. Alem 1067).

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La casa de uno de los coleccioni­stas del film de Monk y Suárez

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