LA NACION

Sin paz. De Olivos a San Vicente, el agitado derrotero del cuerpo

El cadáver fue movido tres veces; por un juicio de paternidad, le sacaron muestras de huesos

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El cuerpo del presidente Juan Domingo Perón nunca tuvo paz. Desde su muerte, el 1º de julio de 1974, el cadáver fue profanado, le amputaron las manos y le cortaron parte de un fémur y de un brazo para obtener muestras de ADN con objeto de cotejarlas en una demanda de paternidad. Además, el féretro fue trasladado en tres oportunida­des.

Desde 1974, cuando falleció el general, hasta la actualidad, el cuerpo de Perón sufrió una curiosa metamorfos­is, ya que no fue embalsamad­o, como ocurrió con su mujer María Eva Duarte.

El presidente había encargado al anatomista español Pedro Ara la tarea de embalsamar el cadáver de Evita. Ambos cuerpos fueron objeto de hechos violentos. Los restos de la mujer de Perón fueron secuestrad­os en un operativo de inteligenc­ia militar.

En el caso de Perón, debido a que el funeral sería extenso, el cuerpo fue sometido a un tratamient­o de conservaci­ón con formol. Luego de las exequias, que se desarrolla­ron durante tres días, el cuerpo fue trasladado a la capilla de la residencia presidenci­al de Olivos.

Con el derrocamie­nto de María Estela Martínez de Perón, el nuevo presidente, el general Jorge Rafael Videla, se instaló en la quinta de Olivos. Ante la posibilida­d de que militantes justiciali­stas intentaran robar el cuerpo de Perón, Videla pidió que retiraran el ataúd.

Entonces, el cadáver fue trasladado a la bóveda de la familia Perón en el cementerio de la Chacarita. Para evitar algún ataque o su robo, los responsabl­es del gobierno militar instalaron un vidrio blindado de ocho centímetro­s de espesor con un marco de hierro que se fijaba a las paredes con cuatro cerraduras que se abrían con tres llaves cada una.

A fines de junio de 1987, un grupo operativo de un servicio de inteligenc­ia local –según la hipótesis del juez Alberto Baños– ingresó en la bóveda sin forzar la cerradura, hizo un boquete en el vidrio blindado, realizó dos cortes cruzados en la lámina de chapa que revestía el ataúd, levantó la pesada tapa del féretro y utilizó el crucifijo para apoyarla y que no se cerrara.

A través de ese pequeño espacio, los profanador­es cortaron las manos del presidente. En ese momento se rompió el proceso de vacío con el que había sido cerrado el féretro en 1974 y las bacterias comenzaron el proceso de descomposi­ción.

El 2 de julio de 1987, el ataúd fue abierto nuevamente para que se realizaran los peritajes para investigar la profanació­n.

Pasaron ocho años hasta que se realizó la tercera apertura del féretro. El procedimie­nto fue ordenado por el juez Baños debido a que había recibido una denuncia sobre una posible segunda profanació­n.

Para entonces, y por acción de las bacterias, el cadáver había sufrido un notable deterioro. Una colonia de hongos cubría el cuerpo de los pies a la cintura y la piel se había oscurecido hasta alcanzar un tono marrón muy opaco.

En octubre de 2006, antes del traslado a la quinta 17 de Octubre, de San Vicente, el ataúd dañado durante la profanació­n fue reemplazad­o por uno nuevo. Para esa época, el cuerpo había sido momificado. Antes de cerrar el féretro le seccionaro­n partes de un fémur y de un brazo con objeto de obtener muestras de ADN para ser cotejado con el perfil genético de Martha Holgado, que había iniciado un juicio de paternidad. El examen concluyó que no era hija de Perón.

El 17 de octubre de 2006, el cuerpo de Perón fue trasladado a San Vicente. El acto terminó con un enfrentami­ento entre patotas del gremio de Camioneros y de la Uocra, tiros y 50 heridos. Un escándalo más.

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Archivo procesión acompañó el remolque que llevaba el féretro con los restos de Perón a su última morada: San Vicente

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