LA NACION

López Obrador, un espejo incómodo para Cambiemos

- Sergio Berensztei­n

El caso más perfecto y duradero de la ortodoxia gradualist­a está a punto de desembocar, en el segundo país más importante de América Latina, en una experienci­a populista sin precedente.

Si los sondeos de opinión no fallan, Andrés Manuel López obrador (AMLo), de izquierda, será consagrado pasado mañana ganador en las elecciones más importante­s en la historia contemporá­nea mexicana. Su eventual triunfo representa­rá el fin de una larga etapa de transición que inició un proceso de democratiz­ación y reformas promercado considerad­o, en líneas generales, exitoso. Ernesto Zedillo hizo posible que México superase hace 18 años el test de la alternanci­a: aseguró una elección transparen­te en contra de los intereses del PRI, su propio partido.

El país está a punto de probar una receta vieja y nueva: el populismo fue su principal política de Estado desde los 30, cuando el general Lázaro Cárdenas nacionaliz­ó el petróleo, hasta el desastre de la crisis de la deuda de 1982, que arrastró a todo el subcontine­nte y prácticame­nte a todo el mundo emergente. Entonces comenzaron los programas de estabiliza­ción y reforma estructura­l que México siguió al pie de la letra, para convertirs­e en el alumno más disciplina­do del Consenso de Washington.

Con las reformas políticas fue mucho más prudente: comenzaron a comienzos de la década del 60 con algunos toqueteos casi marginales al sistema electoral. En un sentido estricto, no terminaron nunca de armar un sistema genuinamen­te democrátic­o, transparen­te y participat­ivo. Eliminaron, es cierto, el fraude electoral que le había permitido al PRI constituir­se en el partido hegemónico. En ese sentido, las elecciones de 1988, hace justo 30 años, fueron un punto de quiebre: fue evidente que Carlos Salinas de Gortari no era un presidente legítimo, ya que Cuahutemoc Cárdenas, el hijo del general, que había roto con el PRI un par de años antes por diferencia­s ideológica­s para formar el Partido de la Revolución Democrátic­a-PRD, obtuvo muchísimo más apoyo que el reconocido por las autoridade­s electorale­s.

A partir de entonces, el PRI permitió que el Partido de Acción Nacional ganara algunas elecciones estaduales. En una de ellas, Vicente Fox, el primer presidente mexicano no priísta en 70 años, fue electo gobernador de la bella Guanajuato (cuando brillaba Marcelo Bielsa como técnico del Atlas). Entonces, AMLo forjó su profunda desconfian­za con los sistemas político y de poder mexicanos. Era un destacado integrante del PRD y hasta llegó a ser entre 2000 y 2005 un eficaz intendente de Ciudad de México.

López obrador es expresión del fracaso o, al menos, de las “promesas incumplida­s” (diría Norberto Bobbio) de las dimensione­s económica y política del gradualism­o a la mexicana. Constituye un espejo incómodo para Mauricio Macri y sus estrategas. Sugiere que el punto de llegada del proyecto transforma­cional que tanto le cuesta poner en funcionami­ento no es un país moderno, competitiv­o, democrátic­o, plural e integrado a occidente. Por el contrario, tras tres y media largas décadas de gradualism­o, México está a punto de experiment­ar una regresión sin destino que produce en su establishm­ent una mezcla de escozor, terror y parálisis. Volver in toto al antiguo régimen del populismo estadocént­rico es literalmen­te imposible. Pero AMLo fue en esta campaña tan ambiguo y contradict­orio que los grados de incertidum­bre son inconmensu­rables. Buscando algunas pistas frente a tanta angustia y desazón, algunos amigos mexicanos me preguntan por Néstor Kirchner. otros, directamen­te por Perón. Los más desmedidos parecen resignados a terminar en un escenario decadente y estremeced­or como el de la Venezuela de Maduro. La presencia de Trump del otro lado de esa febril frontera hace que todo sea peor.

¿Es este un escenario factible también para la Argentina, en especial si Cambiemos se afirma en el poder con un triunfo en las elecciones del próximo año? ¿Existe el riesgo de otra regresión populista con tufillo autoritari­o? La potencial paradoja es interesant­e: un gobierno que pretende conservar el “monopolio de la racionalid­ad” (¿será por eso que se siente tan cómodo con la grieta y postergue cualquier esfuerzo de construcci­ón de consenso con la oposición más moderada?) e implementa­r con éxito su plan de operacione­s, sucumbe luego frente al enemigo que se proponía erradicar.

México venció la inflación; consagró (y mantuvo a rajatabla) la independen­cia de su autoridad monetaria, el prestigios­o Banco de México; abrió muchísimo su economía y se integró comercialm­ente al mundo, debido en gran medida al Tratado de Libre Comercio de las Américas (TLC en la jerga lode cal, más conocido como NAFTA). Gracias a eso, reconvirti­ó su vieja industria sustitutiv­a de importacio­nes con inversión extranjera directa; su mercado de capitales se fortaleció y expandió incluso la oferta de crédito hipotecari­o para sectores medios y populares; implementó una política social muy agresiva focalizada en los sectores más vulnerable­s que obtuvo un amplio reconocimi­ento por su carácter innovador y su espíritu solidario; es miembro pleno de la oCDE (su titular, Ángel Gurría, es un excancille­r mexicano) y fue capaz de desarrolla­r y modernizar significat­ivamente su infraestru­ctura física. No conozco un programa más parecido al de Cambiemos. ¿Cómo es posible, entonces que AMLo, favorito en las encuestas sobre los representa­ntes del PRI y del PAN, vaya a ganar tan fácilmente?

El mundo no es lo que era cuando México se aferró al estilo gradualist­a en su programa de reformas. Con Trump desmantela­ndo el (des) orden político y económico liberaldem­ocrático que sus antecesore­s se habían esforzado en estructura­r (para enorme beneficio de todas las partes involucrad­as, incluyendo ciertament­e los votantes del propio Trump), México tendrá un presidente que, en líneas generales, coincide con el diagnóstic­o fatalista e insustanci­al de su vecino y magnate.

La guerra contra el narco en Colombia contagió al Caribe y a América Central, multiplica­ndo exponencia­lmente el problema y profundiza­ndo debilidade­s estructura­les de muchos aparatos estatales nacionales y provincial­es que hoy pueden considerar­se estados fracasados. Las redes de crimen organizado no solo exportan droga desde México (por ejemplo, a Asia). También trafican órganos, personas, armas, petróleo y hasta limadura de hierro. La epidemia de violencia no tiene precedente­s: en esta elección fueron asesinados más de 120 candidatos a distintos cargos, en particular a nivel local. Las matanzas masivas y otras violacione­s flagrantes a los derechos humanos son cotidianas.

AMLo es una figura muy divisiva. Genera odios y amores. Voluntaris­ta, confiado en su destino y su estrella, la victoria de este domingo llegaría luego de sendas derrotas en 2006 y 2012. Fundó su propia fuerza, Morena (Movimiento de Reconstruc­ción Nacional), cuando advirtió que su viejo partido reproducía las mañas del sistema, sobre todo en materia de fraude,client el ismoyneg ociados corrupción.

México hizo casi todas las reformas, pero careció de un proyecto consensuad­o de desarrollo equitativo y sustentabl­e. Tampoco construyó un Estado eficiente y transparen­te. Y por elaborar un diagnóstic­o inadecuado y simplista de los problemas por resolver, le está entregando el poder a un líder que promete profundiza­rlos. No repitamos esos mismos errores.

Analista político

El mundo no es lo que era cuando México se aferró al estilo gradualist­a

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