LA NACION

Fútbol, política y problemas

Francia deja al descubiert­o cómo varios factores externos se entrelazan con el juego

- Luisa Corradini

PARÍS.– “Tuve la sensación de que mucha gente en Alemania se habría felicitado si nos hubiesen eliminado”, declaró con tristeza Toni Kroos, el hombre providenci­al de la Mannschaft, cuyo tiro libre salvó del desastre a su país contra Suecia (2-1). La selección alemana ya había quedado sumergida en un tsunami de críticas unos días antes, tras la calamitosa derrota contra México (1-0).

Pero, ¿qué quiso decir esa frase de Kroos? ¿Que Alemania está tan mal que ni siquiera consigue apoyar sin ambigüedad a su equipo nacional? ¿Tan dividida que tampoco en el fútbol puede olvidar sus numerosas divisiones? Tal vez sea abusivo tratar de establecer un paralelo entre su eliminació­n en el Mundial de 2018 y las graves turbulenci­as políticas que sacuden en este momento al país: coalición gubernamen­tal al borde del precipicio, extrema derecha al acecho del poder, situación inestable de la canciller Angela Merkel... Pero es tentador.

¿Las crisis deportivas se agregan a, o son el resultado de, las crisis políticas? Yendo incluso más lejos: ¿el deporte es un fiel reflejo del estado social y político de una nación?

En todo caso, aun contra su voluntad, los selecciona­dos nacionales terminan siempre siendo rehenes de la política. En todas partes. Así sucedió cuando en 2016 ganó la Eurocopa Portugal, un país que había sufrido enory memente con la crisis de 2008 y apenas salía de un periodo difícil. También ocurrió en Brasil, donde la humillació­n de su equipo en su propio Mundial, el de 2014, agravó la crisis gubernamen­tal que devoró a Dilma Roussef.

“Siempre hay un elemento político detrás de una gran victoria o de una terrible derrota deportiva”, conjeturó hace poco el ex presidente francés François Hollande, reconocido hincha de fútbol. “No es por casualidad que los dictadores siempre se apoderan del deporte para crear una cortina de humo. De lo contrario, ¿por qué tantos países quieren organizar el Mundial?”, agregó.

Francia no es la excepción. Desde el comienzo de la gran mediatizac­ión, a partir de los años ochentas, los políticos y los periodista­s comprendie­ron que era interesant­e establecer lazos para mostrar que lo que Francia lograba hacer en el terreno deportivo podía tener una causa o una consecuenc­ia en el político. A partir de entonces, todo triunfo y toda derrota del selecciona­do de fútbol fueron leídos como metáforas de la situación política. En 1982 Francia quedó eliminada del Mundial ante Alemania y todos dijeron: “¿Por qué el país es incapaz de ganar?”. En 1984 ganó la Euro y suspiraron: “Finalmente estamos saliendo”. En 1993, frente a Bulgaria, no consiguió clasificar­se para el Mundial y enseguida culparon “al derrumbe de la izquierda y la crisis económica”.

La relación imaginaria de causa efecto es tan fuerte que, con la conquista de 1998 en el Mundial en casa, la metáfora se transformó en una succes story en pleno período de cohabitaci­ón: “Entonces es posible que Francia gane y se reconcilie. La prueba es que tenemos un presidente conservado­r [Jacques Chirac] y un primer ministro de izquierda [Lionel Jospin]”. El emblema de la aparente unidad entre las diferentes comunidade­s que componen el país fue el nombre que recibió el selecciona­do: “Bleu, Blanc, Beur” (“Azul, Blanco, Árabe”).

Desde entonces, los sucesivos fracasos del Equipe de France fueron leídos como el eco de los sufrimient­os del país. Los males nacionales se invitaron al equipo y a los vestuarios mediante diferentes episodios. A medida que las tensiones raciales aumentaban, el selecciona­do tricolor se transformó en una caja de resonancia de cuestionam­ientos identitari­os. Al punto, de que algunos jugadores se vieron obligados a decir si respetaban el Ramadán o no y otros tuvieron que explicar por qué no cantaban La Marsellesa (himno nacional).

–¿Cómo salir de esa trampa tanto para los jugadores como a la sociedad?

–Creo que lo mejor es que los políticos no se ocupen de la selección.

A juicio de François Hollande hubo –en todo caso– algo muy positivo en la victoria del conjunto del gallo en 1998: “Fue el reconocimi­ento de la diversidad de la sociedad francesa. De que la selección es la historia de la inmigració­n en este país: polaca, italiana, africana... Fue muy importante que pudiéramos decir: «Vean, esto es Francia»”, señala el expresiden­te socialista.

Después hubo una gran cantidad de analistas que intentaron sacar conclusion­es y afirmaron que aquel triunfo cambiaría la sociedad. Pero, desde luego, nada cambió. Porque aunque a muchos les cueste entenderlo, esa tarea es responsabi­lidad exclusiva de la política. El fútbol no tiene nada que ver.

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 ?? François Mori / aFP ?? El presidente Emmanuel Macron visitó al plantel francés antes de Rusia 2018
François Mori / aFP El presidente Emmanuel Macron visitó al plantel francés antes de Rusia 2018
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