LA NACION

Los problemas de la Francia de Deschamps

El DT está bajo presión y, pese a que ya varió sistemas tácticos en el Mundial, llega sin un módulo definido; además, se enfrentará con un Messi revitaliza­do

- Sebastián Fest

ISTRA, Rusia – Veinte años atrás, los cuarteles de bomberos de toda Francia vivían una fiesta sin freno. Era el 14 de julio de 1998, la selección había ganado dos días antes su primer Mundial y el país se encaminaba a un futuro venturoso. Sonaba Patrick Hernandez con “Born to be alive” y todo encajaba: se destacaba en los medios locales e internacio­nales que el equipo vencedor de Brasil en la final era un reflejo de la Francia multirraci­al y galvanizad­a, de un país que por fin se había quitado de encima ese difuso malestar conocido como “malaise francais”. Siempre había alguna razón para estar molesto, para torcer el gesto. No en esa noche sin fin en los cuarteles de bomberos. ¿Por qué ahí? Porque dentro de su escala de respeto, los bomberos están bien arriba para los franceses. Cuando hay algo que celebrar, y el aniversari­o de la toma de la Bastilla siempre lo es, los hombres que combaten el fuego abren las puertas de sus cuarteles. Aquella Francia funcionaba, se decía. Y tan amplio y tolerante era todo, que el país era gobernado por un presidente conservado­r, Jacques Chirac, y un primer ministro socialista, Lionel Jospin. La famosa “cohabitaci­ón”.

Veinte años después, los bomberos siguen siendo héroes para los franceses, pero aquel espíritu optimista quedó duramente abollado. El país tuvo vaivenes políticos de todo tipo y, sobre todo, se convirtió en uno de los más golpeados por el terrorismo internacio­nal. Las fiestas en los cuarteles son menos despreocup­ados que en julio de 1998. Su selección de fútbol también, porque la siempre atractiva primera vez quedó atrás. Francia ya sabe lo que es ser campeona mundial, y hace ya 16 años que se le pide que repita. Ya se los dijo Emmanuel Macron, el actual presidente, al pasar a saludarlos por Clairefont­aine, el Ezeiza de los franceses, antes de viajar a Rusia: “En este Mundial, un triunfo es el título”. o sea: por debajo del título, fracaso.

El gran hilo conductor entre aquella selección dirigida por Aimé Jacquet y la actual es el hoy entrenador, Didier Deschamps, eje de aquel equipo que en octavos de final estuvo al borde de ser eliminado por Paraguay. Mediocampi­sta defensivo, Deschamps le daba equilibrio y seguridad a una Francia que tuvo en Zinedine Zidane a su gran estrella. Zidane, ese hombre libre tras darle el portazo a Florentino Pérez en el Real Madrid. Zidane, ese técnico que podría ser el próximo selecciona­dor de Francia si Deschamps fracasa el sábado y se va del Mundial eliminado por la Argentina.

Metódico, prudente y organizado, Deschamps no piensa ni por asomo en cederle a Zidane ese sillón que ocupa hace ya seis años y que, por contrato, tiene garantizad­o hasta 2020. Por eso es que no quiere descuidar ningún detalle, por eso es que en la noche del martes explotó contra la prensa francesa.

“¿Cómo es posible que el entrenador danés conociera mi equipo con 48 horas de anticipaci­ón?”, les preguntó a los periodista­s en la conferenci­a de prensa posterior al 0-0 con Dinamarca con el que se aseguró ganar el Grupo C. Las filtracion­es obsesionan a Deschamps, que ya vio cómo su propuesta táctica y los nombres elegidos se filtraban antes de los choques con Australia y Perú. Francia ganó aquellos dos partidos, pero mañana tiene un duelo de otro nivel, el choque con la selección del mejor del mundo, Lionel Messi. A las puertas de la definición del grupo D, la prioridad francesa era no cruzarse con Croacia. “Nos impresiona­ron en la goleada a Argentina”, admitieron. Y, si no era Croacia, que no fueran los muchachos de Messi, representa­ntes de “una gran nación del fútbol”. No hubo caso, a la “grande nation” le tocó la “gran nación” futbolera, y la preocupaci­ón de los franceses hoy se concentra en dos asuntos. Uno es la experienci­a de Argentina, ven a los suyos como una selección demasiado joven y blanda ante un equipo que roza los 31 años de promedio de edad. El otro, una idea que se extiende entre los analistas y los hinchas: la selección está conformada por muy bue- nos jugadores, pero no es un equipo, funcionan mucho mejor en sus clubes que cuando se ponen la camiseta de Francia.

Deschamps, que viene oscilando en cuanto a sistemas tácticos, optó para el debut ante Australia por un 4-3-3 con Umtiti y Varane en el eje de la defensa y Griezmann, Mbappé y Dembelé como trío de ataque. Ahora, ante la Argentina, insinúa un 4-2-3-1 en el que las novedades son Matuidi como extremo izquierdo y Giroud como centrodela­ntero. La posición de Matuidi genera polémica, porque no es su lugar natural, pero a Deschamps le gusta la agresivida­d y la mentalidad del centrocamp­ista de la Juventus, al tiempo que privilegia la sociedad GriezmannG­iroud, que funcionó muy bien en la Eurocopa de hace dos años, en la que Francia, anfitriona, perdió la final ante Portugal y se quedó con el consuelo de Griezmann como máximo goleador del torneo.

Pruebe lo que pruebe, Deschamps está bajo presión. “L’Equipe”, el popular diario deportivo francés, ve “cuatro grandes problemas” en su selección: le falta frescura física, no tiene un ataque organizado, no mueve la pelota con velocidad y no sostiene la presión sobre las líneas adversaria­s. Es muy probable que el sábado sume un quinto problema, medirse a una Argentina con un Messi revitaliza­do.

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Franck fife / afp Umtiti y Mbappé, en el centro, bromean pese al nerviosism­o que envuelve a los franceses

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