LA NACION

Murió un personaje polémico

Eduardo lópez fue presidente de newell’s, club que manejó entre negociados y violencia, contando con la barra brava como aliada

- Pablo Casazza

ROSARIO.– Personaje controvert­ido si los hubo, Eduardo López, fallecido ayer a los 64 años, transformó a Newell’s Old Boys , un club de clase media rosarina, un espacio social histórico, reflejo de una Rosario pujante, en un club solo de fútbol, donde la impunidad, los negocios, la violencia de la barra brava, y tantos otros males que acechan al fútbol argentino, fueron dueños. La vida social de los rojinegros desapareci­ó por completo.

López ejerció un mando de caracterís­tica dictatoria­l en Newell’s desde 1994 hasta 2008. Persiguió a dirigentes, socios y a la prensa que marcaba sus errores en la gestión. La barra brava, por entonces a cargo de Roberto Pimpi Caminos –asesinado tiempo después–, fue su brazo armado: cualquier voz disidente se acallaba con apretadas o a los tiros. Fue dueño de un bingo, el más importante de Rosario, que se mantuvo siempre en el filo de la legalidad con complicida­d judicial. Desde ese lugar, su búnker, comandaba a la institució­n. Pocas veces pisaba el estadio del Parque Independen­cia.

Eduardo López murió abrazado a la impunidad. No estuvo un solo día preso, pese a que las causas se le amontonaba­n. El vaciamient­o de Newell’s fue una de las consecuenc­ias de su gestión. Nunca hubo elecciones limpias bajo su mandato. Cuando abrió el proceso democrátic­o, sus secuaces rompieron el club y hasta vandalizar­on la estatua del fundador, Isaac Newell. Dejó un club arrasado. El esfuerzo y valentía de los “Autoconvoc­ados” le devolvió vida al club. Se sumaron hinchas, socios, viejos dirigentes y la democracia volvió.

La historia también dirá que, bajo su gestión, el equipo logró un título en el 2004, cuando López mantuvo una estrecha relación con Julio Grondona. Fue sinónimo de una era oscura en Newell’s y en el fútbol argentino.

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