Pese a lo que se declama desde hace años, el fútbol sigue desequilibrado
Es posible que algo esté cambiando en el fútbol. Lo que durante décadas se consideró un axioma, establecido con cierta dosis de humor británico por el goleador del Mundial 1986, Gary Lineker, fue derribado por una asombrosa comprobación empírica, al punto que el propio Lineker se vio obligado a reformular su hipótesis: “El fútbol es un juego simple. Veintidós hombres persiguen una pelota durante 90 minutos y al final los alemanes no siempre ganan. La versión previa quedó confinada a la historia”, tuiteó el inglés, uno de los personajes del fútbol que mejor entiende el juego a nivel global.
Sí, es posible que algo esté cambiando. Pero ¿quién puede asegurar que en este Mundial el fútbol se estremeció por una modificación sustancial? Hasta ahora, Rusia 2018 no ha sido sacudido por innovaciones tácticas que vayan a alterar el curso del juego. Y las fuerzas que podrían surgir para conmover el orden establecido, esos nuevos actores del fútbol mundial llamados a irrumpir en la disputa tradicional entre Europa y Sudamérica, continúan dormidos.
La llave final lo muestra descarnadamente. De las 16 selecciones clasificadas para los octavos de final, solo una, Japón, no es europea ni latinoamericana. Los cucos africanos ya no asustan a nadie y el único cambio que produjeron respecto a los últimos mundiales fue no haber metido en los octavos a ninguno de sus cinco representantes: España 1982 fue la última Copa del Mundo en la que faltó un seleccionado africano de la segunda fase. Los cupos para África no se justifican (¡y aumentarán en Qatar 2022 cuando el número de participantes crezca a 48!) pero son abundantes porque
51 asociaciones nacionales integran su federación y son votos que pesan en las elecciones de la FIFA; sin embargo, su fútbol, no hace tanto muy vistoso aunque ingenuo, perdió gracia al tiempo que conservó su carácter naif.
Asia dispone de recursos para desarrollar el fútbol en sus territorios, pero un gigante como China no consigue avanzar en la creación de equipos competitivos –al punto que sus fanáticos andan perdidos por el Mundial buscando un equipo simpático al que alentar– y los que llegaron a Rusia tuvieron suerte dispar. Japón pasó a octavos (viene haciéndolo Mundial de por medio desde
2002) de una manera un tanto vergonzante, aunque es cierto que pese a crecer al amparo de la escuela brasileña, ya no precisa de naturalizados en su equipo para sacar resultados. Corea, al menos, se quedó con un triunfo histórico, superior en trascendencia a su acceso a la semifinal del Mundial 2002, en la que fueron vencidos, casualmente, por Alemania...
Y aquí estamos, concluyendo que, en definitiva, muy poco cambió en el orden global del fútbol. De sus 14 representantes en el Mundial, Europa metió 10 (el 71 por ciento) y Sudamérica tiene 4 de 5 (el 80 por ciento). Japón y México completan la llave. Si algo prueba que el fútbol cambió muy poco pese a los reiterados pronósticos de equilibrio es el siguiente dato. El Mundial 1978 fue el último que se disputó con 16 equipos. De ellos, 10 eran europeos, 4 latinoamericanos y completaban el cuadro un conjunto asiático y otro africano. Prácticamente la misma composición que se registra,
40 años después, en los octavos de final de Rusia 2018.