LA NACION

Por muchos años, quizás la mejor opción

el transporte público no cubre las necesidade­s de los usuarios

- Gabriel Tomich Editor

Más allá del empeño de las autoridade­s en desalentar el uso del automóvil, lo cierto es que, por muchos años, tienen la batalla perdida. Simple: el transporte público no cubre las necesidade­s de los usuarios.

Hay algunas líneas de colectivos como la 133 y la 15, por ejemplo, con las que puede pasar más de media hora antes que aparezca una unidad. Luego, suelen venir en tropel, en pelotones de cuatro o cinco, de los que a duras penas se detiene uno para hacer subir a toda la gente que aguardaba estoicamen­te. Lo mismo ocurre con líneas con más de un ramal. Sin mencionar, las precarias condicione­s de muchas unidades. Además, de noche casi no circulan. Huelga decir que se llegará tarde a todas partes. El Metrobus aportó una solución en cuanto a la rapidez de los colectivos (que respetan poco la velocidad máxima en estos carriles, ¿o no tienen?), pero las paradas están al final del andén, por lo que las colas se forman en las rampas de acceso, a la intemperie: ideal para días de lluvia. Cabe mencionar la superposic­ión de recorridos, mientras que por otros apenas pasa alguna línea, por lo que hay que tomar dos o tres.

El subte es genial... cuando funciona. Entre problemas técnicos y medidas de fuerza, no pasan más de dos o tres días sin tener que prescindir de él; y la red cubre poca superficie: en general hay que tomar un colectivo para acceder a ella. Parecido ocurre con los trenes. El taxi es un servicio caro, ineficient­e e inseguro. El pasajero está sometido a la voluntad del conductor: si le quiere parar o llevarlo, no tienen los cinturones de seguridad en regla y más. A pesar del embate monetario (peajes, patentes y otras recaudacio­nes), el auto sigue siendo la mejor opción para no perder el tiempo.

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