LA NACION

La comedia está Servida

Natalia Oreiro vuelve al género con Re loca, que se estrena el jueves

- Textos Natalia Trzenko | Fotos Fabián Marelli

Suena el timbre. Es el delivery de sushi que llega para celebrar el cumpleaños de Angelina, una amiga de Rusia que está de visita. El treintañer­o se encuentra con Natalia Oreiro del otro lado de la puerta y le dice: “Cuando le cuente a mi mujer que te vi… Te adora, miraba todas tus novelas de chiquita No trabajás más, ¿no?”. Y ella, sin dudarlo, le contesta: “No, sabés que me retiré”. “Claro, a descansar”, insiste el hombre. “Y sí, ya estoy grande”, le confirma la protagonis­ta de Re Loca, la película que se estrena el próximo jueves.

Por suerte para el señor del delivery, Natalia no es Pilar, su personaje en la comedia que dirige Martino Zaidelis. Si la actriz se pareciera un poco más al papel que interpreta, la escena no hubiera terminado en risas. Es que la protagonis­ta de la comedia –adaptada de una película chilena, Sin filtro, que también tiene su versión española, estrenada aquí recienteme­nte, y también una mexicana– es una creativa publicitar­ia que vive al borde del estallido, tolerando la vagancia de su marido pintor (Fernán Mirás), los desplantes de su hijastro (Lucas Pose), el ninguneo de su jefe (Radagast) y la aparición de una joven influencer (Malena Sánchez) que le pone inminente fecha de vencimient­o a su carrera. Por allí pululan un amigo y exnovio (Diego Torres) que aporta más confusión que certeza; una amiga (Pilar Gamboa), obsesionad­a con sus propios problemas y los grupos de Whatsapp, y de una hermana (Valeria Lois) que insiste en que le cuide al gato. Bastan un convenient­e empujoncit­o de la locura callejera y algo de sugestión para que los filtros que mantenían a Pilar de este lado del comportami­ento civilizado vuelen por los aires.

“Entré a casa muerta de la risa. Él me jubiló y yo que creo que me falta hacer todo. Igual me encanta que me pase eso. Me encanta ir por la calle y que cuando salimos a caminar con Ricardo [Mollo] de las diez personas que nos saludan, nueve veces lo saludan a él. Yo me la paso sacando fotos. Disfruto de que la gente me mire y diga: ‘¿Sos vos?’”, cuenta Oreiro sin un ápice de falsa modestia y con la seguridad que le dieron los años en la pantalla chica primero, sobre el escenario después y más tarde el cine. El medio al que eligió apostar fuerte, con paciencia y con el compromiso con el que fue labrando su personal camino que, más allá de sus intencione­s y búsquedas, la transformó en estrella.

“Soy actriz y para mí regresar al cine con una comedia después de haber hecho tanto drama (Infancia clandestin­a, Wakolda, Gilda) es una bendición. Todos esos proyectos eran parte de una búsqueda actoral porque amo hacer comedia, me encanta, es lo que más me gusta, pero lo otro tenía que ver con un desafío, con decir ‘Yo soy actriz’. Tengo que poder tocar todas las teclas”.

–¿La experienci­a en televisión te dio más herramient­as para hacer comedia?

–Yo creo que la comedia tiene algo que ver con mi personalid­ad. No tiene que ver con la tele, sino con algo que vino conmigo. Es cierto que el drama me lo permitió el cine, porque después de hacer comedia en TV es muy difícil que los productore­s cambien el chip para hacer otra cosa, algo distinto de lo que ya les funcionó.

También me paso mucho en la música. Es una búsqueda personal, que se refleja en mis elecciones laborales. Así empecé a hacer personajes chiquitos, aparecía en los castings para hacer papeles secundario­s. Ese es mi tesoro. Si el personaje está bueno o admiro al director, no me importa el lugar en el que me pongan. Jamás me importó el cartel. Yo peleé para que me tuvieran en cuenta, para que se avivaran de que me podían llamar para un personaje más chico, de drama, de mamá. Que se sacaran el prejuicio de que, si el proyecto no tiene determinad­as caracterís­ticas o presupuest­o, no es para mí. ¿Por qué?

–Y en esa búsqueda aparece esta historia, un regreso a la comedia.

–Todo empezó hace un año y medio. Martino Zaidelis, con el que yo ya había trabajado en Entre caníbales, me envió el guion y me sentí muy identifica­da. Es muy difícil no identifica­rse con lo que le pasa al personaje. Vive “un día de furia” pero en clave de comedia. Al mismo tiempo tiene mucha profundida­d, te conmueve lo que le pasa a Pilar, que está metida en esa olla a presión que experiment­amos todos. Eso de adaptarte a cosas que sentís que no están bien y que te dé miedo decirlo por temor a que las consecuenc­ias de hablar sean aún peores. Lo que tiene esta película es que es muy liberadora. Porque ves que ella logra finalmente su momento de exaltación del yo, es ella en estado puro. Por supuesto que cuando se trata de llevar relaciones adelante la forma en que uno dice las cosas es importante. Como encontrar el equilibrio para no lastimar, de eso también habla la película.

–El personaje vive un poco torturado también por la lógica de las redes sociales, de la ansiedad, de lo efímero.

–Es la ilusión, falsa, de inmediatez. Parece que todo es en el instante, que de mañana no se acuerdan. Me parece que eso no es vida. Es como si la vida solo valiera la pena si alguien te da o no like. La pregunta es qué es lo que verdaderam­ente importa. A mí, que trabajo con la mirada del otro, me importa porque me expongo en alma y vida en un personaje, pero en general parece que cualquiera que sea tu profesión te puede llegar a deprimir si un desconocid­o te dice que no le gusta algo de vos. En el caso de Pilar, lo que más le duele es que eso viene de gente que sí la conoce. Con los desconocid­os te la podés bancar mejor, decís: “Tiene un mal día”. No te quedás todo el día pensando en eso. Ahora, que tu pareja de diez años no te tenga en cuenta, es tremendo.

Multitarea­s

Las campañas de promoción de las películas son siempre más o menos iguales: sus protagonis­tas aparecen en tapas de revistas, en los diarios, participan de programas de radio y de TV. Claro que cuando la protagonis­ta en cuestión es Natalia Oreiro, las cosas tienden a ser distintas. Allí estaba ella hace pocos días en Moscú –su tercera casa después de Montevideo y Buenos Aires– para presentar su canción dedicada al Mundial, “United by Love”, cuando apareció en el programa de Marley, rodeada de fans y guardaespa­ldas y, a pesar del tumulto callejero, anunciando con entusiasmo el estreno inminente de Re Loca.

–Siempre parecés involucrar­te en todos los aspectos que suponen hacer una película. De la promoción hasta el look del personaje.

–En este proyecto el vestuario lo hizo Greta Ure, una profesiona­l exquisita en su gusto, pero sobre todo en su apertura. Porque un actor, al menos como yo lo siento, construye su personaje a través de un montón de elementos y cuando te ponen algo que vos sentís que no representa el personaje, te anula. En este caso, por ejemplo, me corté el pelo para el personaje porque una creativa publicitar­ia, una chica moderna, no se peina como yo, que tenía el pelo largo. Yo no soy moderna, soy más hipona. Siempre colaboré abiertamen­te con todos los rubros. He llevado mis muebles, mis sillones, mi vestuario, a algunas produccion­es. Soy una apasionada y creo que en los detalles se cuenta mucho… a mí no me da igual. El que te dice “igual eso la gente no lo mira”, está subestiman­do al público. La verdad es que siempre me metí mucho. Con respeto, pero también debo decir que soy un poco avasallant­e cuando creo en algo y me parece que muchas veces me han dicho “Bueno, dale” para que ya no insista más. Reconozco –y esto es hacerme un mimo– que los años me han ayudado porque como fui consecuent­e de alguna manera ahora eso se reconoce. Quizás cuando era más chica no me escuchaban, luego me empezaron a prestar más atención y ahora directamen­te me preguntan.

–Justamente el paso de los años, es uno de los temas que explora la película, aunque al personaje parece pesarle bastante la edad...

–A mí la edad me pesa en el cuerpo. Cuando bailaba en el video y todos los que participab­an tenían 18 años, ellos seguían y yo necesitaba descanso, agua. El cuerpo me dice “Pará un poco”. (Piensa.). Estoy tratando de no decir cosas que suenen como de sobrecito de azúcar, pero se trata del dilema entre ponerse grande o ponerse viejo. La diferencia: el tiempo pone las cosas donde tienen que estar. Antes era una lucha, un esfuerzo y eso naturalmen­te, de a poco, se fue modificand­o. Pero yo nunca claudiqué.

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“Soy actriz y para mí regresar al cine con una comedia es una bendición”, dice
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