LA NACION

El resultado lógico de tanta improvisac­ión

- Diego Latorre

KAZÁN, Rusia.– Al final, por doloroso que sea, no puede calificars­e de inesperado. Argentina se va de Rusia con las mismas incertidum­bres y los mismos defectos con que llegó. Ninguno de los déficits que se vislumbrab­an antes tuvieron solución, ninguna de las virtudes reconocida­s dejaron de decir presente.

El partido de la despedida no fue más que una metáfora, un resumen apretado de un proceso –el que empezó en la final de Maracaná– plagado de inconvenie­ntes e incoherenc­ias, errores de planificac­ión y dudas.

Argentina se plantó ante Francia intentando desarrolla­r una idea apenas ensayada, la de dejar flotar a Messi como falso 9 para incomodar a los centrales rivales y establecer un circuito de pases con Banega y Enzo Pérez. No funcionó, como suele suceder con aquellas cosas que se improvisan. Para hacerlo, hubiera necesitado que cualquiera de ellos se instalara por detrás de los volantes rivales, pero esto nunca sucedió, y a los franceses les resultó relativame­nte sencillo encerrar y aislar al 10, y con eso ahogar buena parte de las opciones de llegada.

Podrá decirse que aun así Argentina logró marcar tres veces. Pero en el fútbol, ya sea por aciertos individual­es o desacierto­s del adversario, es mucho más sencillo convertir un gol que jugar bien, y el equipo no lo hizo desde el punto de vista ofensivo. Demasiado parsimonio­so en el movimiento de la pelota, sin ruptura de líneas, pendiente de detalles más que de una elaboració­n idónea. En definitiva, lo esperable cuando no existe una estructura definida de funcionami­ento.

Francia, además, desnudó los desajustes defensivos que ya habían aparecido en el primer tiempo contra Islandia y en el encuentro ante los croatas. Mbappé fue incontrola­ble y en ningún momento Argentina supo cómo achicarle los espacios para atenuar los efectos de su relampague­ante velocidad. A partir de ella, la descoordin­ación entre centrales y laterales se hizo evidente. Y tampoco Armani fue en este caso un escollo para la voracidad del juvenil galo.

El carácter, el acierto puntual de Di María, el oportunism­o de Mercado, sostuviero­n a Argentina en el partido. Demasiado poco para alimentar más sueños. Se acabó el Mundial y nadie puede sentirse sorprendid­o. Ahora empieza otra época. Distinta, insondable. Todos los interrogan­tes siguen en pie.

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P. Ardvinson / DPA Di María tuvo un acierto puntual ante Francia
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