En el país, el saqueo del Estado no trajo recambios
En la argentina, como en Brasil, la corrupción es sistémica y echa un manto de sombra sobre toda la dirigencia política. Sin embargo, aquí no hay un lava Jato, la Justicia no tiene una tradición de independencia y la indignación por el saqueo de las arcas estatales no se tradujo en la renovación de liderazgos políticos.
la consigna “¡Que se vayan todos!” surgida de la ola de desafección partidaria en la crisis política con la que despuntó este siglo, no fue partera de liderazgos outsiders del cuadro partidario existente como en Brasil. con el paso del tiempo, esa consigna dejó de hacerse oír. los partidos tradicionales, radicalismo y justicialismo, sufrieron realineamientos, pero permanecieron bajo nuevas siglas en alianzas cambiantes y con una tasa muy baja de renovación de sus liderazgos.
la irrupción del Pro modificó el cuadro partidario y dio a la política un significado más social: la política como solución a los problemas de la gente. Mezcla de pragmatismo y gestión, con una agenda flexible de gobierno, sin respuestas ideológicas predefinidas para los problemas y haciendo un uso innovador de las redes sociales, el Pro convergió con la UCR y la coalición cívica dentro de cambiemos y desplazó al peronismo de su posición dominante. El peronismo hoy está fragmentado y no sabemos cómo habrá de resolver sus divisiones internas. Tampoco sabemos cuán estable será la coalición que conduce el presidente Macri.
la fenomenal fragmentación partidaria en Brasil contrasta con el cuadro partidario argentino. la ineptitud de la administración pública para proveer a la población de servicios esenciales, el desempleo y la crisis fiscal en la que está sumergido Brasil, en combinación con la extensión de la corrupción y la desigualdad rampante, son detonantes de la proliferación de candidaturas facilitadas por una legislación de partidos excesivamente generosa para dar entrada a nuevos grupos políticos y una sociedad movilizada en torno al objetivo de un Estado limpio y justo.
a diferencia de la brasileña, la sociedad argentina tiene una tradición igualitaria en la que domina la creencia de que “nadie es más que nadie”, aunque las jerarquías sociales marquen diferencias. En Brasil, la polarización social se funda en las diferencias de clase y de raza y confronta jerarquías sociales; en la argentina, en cambio, confronta proyectos. aquí la sociedad se muestra más preocupada por el impacto de la inflación que por la rendición de cuentas de los actos de gobierno, y la indignación ante el saqueo del Estado no ha podido generar nuevos liderazgos políticos. así, la reposición de los preexistentes ha sido la respuesta a los desafíos de las crisis.