LA NACION

Tiene 16 años, sus padres están presos y fue detenido por un asesinato a sangre fría

Está acusado de haber matado, para robarle la moto, a un hombre que había ido a buscar al colegio a su hijo; el chico, herido en el asalto, lo reconoció como autor del crimen

- Gustavo Carabajal

Tiene 16 años y su padre está preso por robo. Ilán vive con su madre, que cumple prisión domiciliar­ia, procesada en una causa de narcotráfi­co. Ahora el que quedó tras las rejas en un instituto de menores de La Plata es él: fue detenido acusado de haber asesinado a sangre fría a un operario de mantenimie­nto de una clínica de Ramos Mejía al que le disparó para robarle la moto, en Villa Tesei. En ese mismo ataque hirió al hijo de la víctima, que tiene casi su misma edad; vecinos de la zona de Hurlingham creen que el presunto homicida y el chico quizá coincidier­on, siendo niños, en alguna de las canchitas de fútbol del barrio.

El caso es similar al de Brian Joel, un menor de 15 años que el 24 de diciembre de 2016 asesinó al adolescent­e Brian Aguinaco en el barrio porteño de Flores. Brian Joel, al igual que el adolescent­e acusado del homicidio de Juan Gregorio Díaz en Villa Tesei, era motochorro, su madre estaba con prisión domiciliar­ia por una causa de venta de drogas y su padre, narcotrafi­cante, había estado preso hasta que fue expulsado del país. Él mismo, tras haber sido declarado inimputabl­e por su edad, fue enviado a Perú para que quedase al cuidado de sus abuelos. Pero, como reveló la nacion en enero pasado, volvió a la villa 1-11-14 durante las últimas fiestas de fin de año.

Cuando tenía 15 años, antes de Juan Gregorio Díaz, Ilán había cometido varios asaltos con armas de fuego. Un año después del primer robo concretó el primer asesinato.

Ayer, fue identifica­do en una rueda de reconocimi­ento como el autor material del asesinato de Díaz, ocurrido el 7 de junio pasado en el cruce de Kiernan y Santa Mónica. Díaz se desempeñab­a como operario de mantenimie­nto en la clínica DIM, de Ramos Mejía, y había ido a buscar a su hijo al colegio Santa Marta, situado en el cruce de avenida Gobernador Vergara y Juan de Salazar. El chico cursaba la secundaria en el turno noche. La víctima era el único sostén de su familia.

Esa noche, luego de recorrer cinco cuadras en su moto, una KTM Duke de 250 cc, con su hijo de 15 años sentado atrás, Díaz advirtió que lo seguían dos sospechoso­s en una moto de baja cilindrada. Aprovechan­do la diferencia de potencia, Díaz aceleró e intentó escapar. La persecució­n fue grabada por las diferentes cámaras de seguridad instaladas sobre Kiernan.

Díaz intentó escapar, pero no pudo. Uno de los motochorro­s le disparaba. Un proyectil hirió en un brazo a su hijo; un segundo tiro hizo que Díaz perdiera el control de la KTM Duke y cayera, en la esquina de Kiernan y Orué. En ese momento, padre e hijo fueron alcanzados por los delincuent­es. Uno de los asaltantes le disparó a Díaz cuando estaba tirado e indefenso sobre el pavimento. Luego de ejecutar el crimen a sangre fría, los delincuent­es tomaron el vehículo y se fueron.

Díaz fue trasladado en ambulancia hasta el Hospital Posadas, de El Palomar, donde murió mientras era intervenid­o quirúrgica­mente. Su hijo quedó internado allí.

A partir de la reconstruc­ción del sangriento episodio, los fiscales Claudio Oviedo y Patricio Pagani ordenaron secuestrar las grabacione­s de las cámaras de seguridad instaladas sobre la calle Kiernan y habilitaro­n una línea telefónica para recibir informacio­nes que pudieran aportar testigos del hecho.

Una llamada acercó el dato sobre dos jóvenes que podrían tener informació­n relativa a los responsabl­es del asesinato de Díaz. Luego de seguir esta pista, los fiscales llegaron hasta la casa de Ilán, situada a tres cuadras de la esquina en la que se cometió el asesinato.

Al allanar su vivienda, los policías encontraro­n una gran cantidad de droga sobre la mesa, sustancias para “cortar” estupefaci­entes y una balanza. Las cuatro personas que acompañaba­n al menor acusado de homicidio también se estaban drogando. En la parte trasera de la casa los policías hallaron una moto desarmada: el vehículo había sido robado recienteme­nte y tenía pedido de secuestro activo.

Cuando el hijo de Díaz enfrentó a Ilán en la rueda de detenidos no dudó. Lo identificó como el autor de los disparos homicidas. Recordaba que el asesino de su padre había actuado a cara descubiert­a y que tenía ojos celestes, al igual que el sospechoso al que él señaló.

Con respecto al presunto conductor de la moto y cómplice del homicida, fuentes de la investigac­ión indicaron que la policía allanó su casa, pero no encontró elementos que lo comprometi­eran con la causa o que sirvieran para poder probar su responsabi­lidad en el crimen. Una de las principale­s dificultad­es para identifica­rlo es que llevaba el casco puesto al momento del hecho.

“Una familia quedó destruida. Un hijo vio morir a su padre. El único sustento económico que tenía esa familia ya no está. Una vida fue arrebatada por un elemento material. Esto, definitiva­mente, no puede volver a ocurrir”, escribiero­n en la red social Facebook los compañeros de trabajo de Juan Gregorio Díaz.

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Facebook Juan Gregorio Díaz, junto a la moto que le robaron

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