LA NACION

El All england continúa siendo una fortaleza inexpugnab­le para los jugadores argentinos

Apenas dos tenistas de los siete que participar­án en 2018 pudieron ganar partidos en este Grand Slam: Juan Martín Del Potro y Leo Mayer; Guido Pella, ante el australian­o Kubler con el objetivo de torcer la historia; Mayer vs. el alemán Struff

- Matías Baldo

LONDRES.– Wimbledon sigue siendo una fortaleza inexpugnab­le para el tenis argentino. Solo dos de los siete jugadores que participar­án en la competenci­a que arrancará hoy ganaron en All England. Su récord combinado en el único Grand Slam que se disputa sobre césped es de 24 triunfos –17 de Juan Martín del Potro y 7 de Leonardo Mayer– y 28 derrotas. El saldo negativo aumenta si se estira el filtro a sus carreras: 53 victorias y 60 caídas sobre pasto.

Con la esperanza renovada y la ilusión de por fin conquistar Wimbledon, hoy debutaban Guido Pella (82º) frente al australian­o Jason Kubler en el segundo turno de la cancha 11 y Leonardo Mayer (36º) frente al alemán Jan-Lennard Struff en el primer turno (7.30, hora de Buenos Aires) de la cancha 14.

Hasta el momento no hay romance entre el pasto y el tenis argentino. Las razones son múltiples, pero nadie mejor que los propios protagonis­tas para explicar las desavenenc­ias con la superficie.

“Es muy simple: No tenemos canchas de césped en la Argentina”, advirtió Diego Schwartzma­n, quien la semana pasada disputó el torneo de Eastbourne y cayó en tres sets frente al eslovaco Lukas Lacko. La undécima raqueta del ranking ATP intentará ganar el primer partido de su carrera sobre césped cuando mañana se enfrente al bosnio Mirza Basic.

Guido Pella coincide: “Es una superficie a la que no estamos acostumbra­dos”. El bahiense completó una preparació­n de tres certámenes en la previa: cayó en los cuartos de final de Stuttgart frente a Roger Federer, perdió en la qualy de Halle y sucumbió en la primera vuelta de Antalya.

“El único problema de los torneos sobre césped es que cada pasto es muy diferente al resto. Me tocó jugar en Stuttgart de una manera, en Halle de otra y en Antalya la cancha era un desastre. Cada una tenía su dificultad. Acá todo es increíble, es todo más fácil”, contó Pella.

En un país desbordant­e de especialis­tas en polvo de ladrillo, la evolución del cemento en el circuito obligó a que la formación de las nuevas camadas también implicara su adaptación a las canchas duras. El césped, que apenas cuenta con ocho torneos en el calendario, es una excepción. “Tenemos algunas canchas de este tipo en la Argentina pero la situación climatológ­ica, más aún ahora en el invierno, no ayuda”, reflexiona Federico Delbonis, quien se despidió en la primera jornada en Antalya y desde el miércoles pasado se entrena en Wimbledon.

Mayer es quien mejores antecedent­es acumuló en las semanas previas. En Eastbourne derrotó a Gilles Simon y en Queen’s venció a Kevin Anderson, el segundo triunfo de su carrera frente a un top 10. También cuenta con un buen pasado en Wimbledon: en 2014 alcanzó la cuarta etapa. “Vengo jugando bien. A mí me gusta jugar acá y si te gusta le encontrás la vuelta”.

Tras su desgaste en Roland Garros, Del Potro priorizó su descanso y apenas disputó una exhibición frente a Taylor Fritz en The Boodles. Ni Horacio Zeballos ni Guido Andreozzi, quien hará su debut absoluto en césped, sumaron minutos antes de llegar aquí.

La adaptación es necesaria porque obliga a numerosos ajustes, tanto físicos como tenísticos, aunque para Mayer ya sea una cuestión automática que adquirió gracias a la experienci­a: “Son muchos años los que vengo ya y los ajustes me salen solos. Llego, acomodo un par de tiros y la forma de jugar y me fluye”. El correntino (15 triunfos y 17 derrotas, 7-7 en Wimbledon) y Del Potro (35-16, 17-8 en el All England) son los únicos dos que superan los veinte partidos en pasto.

“Tenés que hacer muchos más pasos de ajuste. Es una superficie que no te deja jugar parado. Tenés que estar atrás de la pelota, con tiempo, preparado y con el golpe ya armado. Todo se acelera y el pasto no perdona”, explica Pella.

Delbonis profundiza en la técnica del golpe: “Hay que estar siempre preparado y armar lo más corto posible. Es una cancha con muchos factores que influyen: si está soleado las pelotas van a ser más rápidas pero si

está nublado va a ser mucho más lento. Un pequeño cambio acá se nota muchísimo”.

El físico también sufre el trajín según Delbonis: “La pelota pica muy bajo y tenés que estar mucho tiempo agachado, entonces los músculos que se te cargan son la espalda, los glúteos y la parte posterior. Uno no está acostumbra­do. Pero con una preparació­n especial uno lo va sobrelleva­ndo”.

“Hay que tratar de no levantar mucho la pelota porque acelera más que en otras canchas”, agrega Mayer y descubre a un aliado inesperado: el desgaste propio que sufren las canchas por la incesante actividad. “Se van poniendo más lentas día a día porque se van rompiendo. Cuando empieza hay un montón de césped y te patinás. Cuando se van pelando queda la tierra y es más fácil moverse”, explica Mayer.

Pella confirma el guiño del césped hacia los argentinos pero primero tendrá que sortear el debut: “Hay que pasar primera ronda como sea. Yo voy a jugar mañana (por hoy) que la cancha está perfecta. Siga no, con todos los partidos que me siguen y los del martes, el miércoles la cancha será más lenta y mejor para mi juego”.

Con la historia a cuestas, Mayer y Pella serán los primeros en salir a la cancha en Wimbledon con la ilusión de convertirs­e en una sorpresa: “Todos los años son diferentes”, concluye Mayer, “El pasto es impredecib­le salvo para Federer”.

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la imagen del All england: “es muy simple: no tenemos canchas de césped en la Argentina”, advirtió diego Schwartzma­n
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Ben STAnSALL / AFP

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