LA NACION

Sin el Elefante Blanco, la nueva cara de Lugano

En septiembre, el emblemátic­o edificio habrá desapareci­do, luego de décadas de abandono; desarrolla­rán en su lugar un espacio de uso público para los vecinos de la zona

- Mauricio Giambartol­omei

El emblemátic­o edificio conocido como Elefante Blanco, situado junto a la villa 15, en el barrio de Villa Lugano, empezó a desaparece­r bajo la acción de las máquinas retroexcav­adoras. Luego de décadas de abandono e intrusión, fueron demolidos cinco de sus 14 pisos; para septiembre habrá que dado reducido a escombros. En su lugar, habrá espacios públicos y un ministerio para uso vecinal que le cambiarán la cara al barrio.

Parece como si Godzilla se hubiese trepado a la cima del Elefante Blanco y, con sus garras y dientes, hubiese empezado a devorar los pisos de hormigón y hierro de la mole situada en Ciudad Oculta. Pero lo que se ve no es obra de ningún monstruo cinematogr­áfico, sino de dos pequeñas máquinas retroexcav­adoras que, a 25 metros de altura, hacen un trabajo de demolición artesanal en la estructura que durante años fue el símbolo del abandono y la marginalid­ad. Al mismo tiempo que los escombros caen y se reducen las plantas, crece un nuevo edificio, al que se mudará la sede del Ministerio de Desarrollo Humano porteño. El proceso avanza con la promesa de transforma­r esa zona relegada del barrio de Villa Lugano.

Desde su inicio, en abril pasado, la demolición del Elefante Blanco ya hizo desaparece­r cinco pisos, la rampa de entrada del fallido hospital y las dos plantas que antecedían a las torres. Las máquinas trabajan al borde del abismo con operarios que calculan los centímetro­s para realizar cada movimiento. Más allá de que el trabajo se hace bajo parámetros de extrema seguridad, el proceso inédito de demolición exige tomar mayores recaudos por la altura a la que se efectúa.

El ritmo de trabajo es intenso y una semana es suficiente para arrasar con un piso de entre 2800 y 3000 metros cuadrados. En total, cuando finalice la demolición, se habrán procesado unos 40.000 metros cúbicos de escombros, entre hormigón, hierro y vigas de acero. Gran parte de los restos se usarán para rellenar los doce metros de subsuelo del Elefante Blanco; ese espacio, cuando el lugar estaba habitado por 180 familias, era depósito de basura, desechos cloacales y agua de lluvia. El resto de los áridos se utilizarán como material reciclable.

Septiembre aparece en el horizonte como la fecha de finalizaci­ón de la reducción total del edificio. En los primeros días de ese mes, deberá haber desapareci­do para darle paso a un espacio público y verde que funcionará integrado con el nuevo ministerio, que ya cuenta con dos de las tres plantas proyectada­s. Allí trabajarán 1300 personas que se mudarán desde cuatro dependenci­as para llegar a la también denominada villa 15. Quizás este sea el primer paso de un plan de urbanizaci­ón que contemple otras acciones en el barrio.

“Parte de lo que se está hablando con los vecinos es saber qué registro quieren que quede del Elefante Blanco, la huella del edificio. Podría ser la marca de los cimientos, un sector con fotos y recuerdos o tal vez nada”, planteó la ministra de Desarrollo Humano y Hábitat, Guadalupe Tagliaferr­i. “Pensábamos que no querían demolerlo y cuando hicimos el estudio antropológ­ico en el barrio la gente nos decía que esto era ‘el abandono, la desidia, la suciedad, las ratas, las enfermedad­es’. No había un sentido de pertenenci­a que lo definiera en forma positiva, sino de manera negativa”, agregó.

Freno

Hasta el año pasado, la demolición de la mole –ideada en la década del 50 como un hospital de avanzada y luego como albergue para enfermos de tuberculos­is– estuvo frenada por la Justicia, que había prohibido el desalojo de las 75 familias que vivían en el asentamien­to conocido como Manzana 27 bis, situado en un extremo de la villa 15 y en el perímetro del Elefante Blanco. Fueron esas las últimas personas que habitaron una zona castigada por la marginalid­ad, entre desperdici­os, escombros, alimañas y humedad.

Además, el Ministerio Público de la Defensa patrocinó un reclamo de esos vecinos de soluciones habitacion­ales y su derecho a un ambiente sano y a condicione­s de vida dignas. El expediente fue radicado en el juzgado en lo contencios­o administra­tivo porteño que conduce Elena Liberatori, quien siguió de cerca todo el proceso. Fueron cinco años de negociacio­nes, en todos los casos personales, para las relocaliza­ciones de las familias. Muchas de ellas recibieron subsidios y apoyo logístico para mudarse a otras viviendas de la zona, de barrios cercanos o de otras provincias. Hoy, quedan solo dos familias en casillas situadas a 25 metros de distancia de la obra de demolición, por lo que –según la Ciudad– no corren riesgos.

En reuniones en los comedores comunitari­os, en la parroquia o en otro salón de la villa 15, se evalúan posibles alternativ­as para desarrolla­r en el espacio libre que quedará una vez demolido el Elefante Blanco. Algunos vecinos quieren canchas de fútbol; otros, más sectores para los niños, y hay quienes proponen sumar lugares amplios para caminar. En las próximas semanas debería haber definicion­es sobre el futuro del lugar.

Mientras tanto, la demolición seguirá su curso. “Los escombros no pueden generar basura. El 70% se tiene que reciclar como árido o como hormigón verde y una parte se utilizará como relleno para el proyecto de ampliación del Aeroparque”, explicó el arquitecto Mariano Badalucco, director de obra del Ministerio de Desarrollo Humano. Los restos ya generados con la demolición de las cinco plantas se utilizaron para rellenar los subsuelos y construir terraplene­s para que en poco tiempo puedan trabajar las máquinas. “Cuando lleguemos al tercer piso se empieza a demoler con la bola, una técnica más rápida y segura”, agregó Badalucco.

La obra que crece a metros de la demolición, a cargo del Ministerio de Desarrollo Urbano, ya avanzó hasta la segunda de las tres plantas que tendrá. Abarcará una superficie total de 21.000 metros cuadrados, con una inversión superior a los $475 millones. También cobijará una terraza verde a la que podrán acceder los vecinos, un espacio para realizar actividade­s culturales y una sucursal del Banco Ciudad. “Con la demolición del Elefante Blanco y la mudanza del ministerio, el barrio se revitaliza­rá social y económicam­ente. Es un beneficio para todos los vecinos de la zona”, manifestó el ministro de Desarrollo Urbano y Transporte, Franco Moccia.

En junio del año próximo, la nueva sede ministeria­l debería estar concluida para recibir a los 1300 empleados, entre ellos, Tagliaferr­i. Los cuatro edificios que hoy ocupan dejarán de ser alquilados o serán puestos en venta para financiar la construcci­ón actual. Para entonces, también estará listo el espacio público para uso de los vecinos, que podrán caminar sobre las huellas del Elefante Blanco.

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Emiliano lasalvia
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El esqueleto de hormigón sucumbe lentamente al trabajo de las máquinas
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En el mismo lote, avanza la obra del nuevo Ministerio de Desarrollo Humano
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A 25 metros de altura, los obreros deben respetar medidas de seguridad

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