LA NACION

Con sutilezas, Larreta busca diferencia­rse en el oficialism­o

Conserva las recorridas por los barrios a pesar de los coletazos de la economía y negocia con la oposición por el presupuest­o de 2019

- Jaime Rosemberg

Son ochenta los “largos” que hace Horacio Rodríguez Larreta cada mañana, en un gimnasio de Palermo. Mientras nada, y a tono con su carácter hiperactiv­o y obsesivo, el jefe de gobierno porteño piensa. No solo en su gestión en la ciudad y sus nunca desmentido­s deseos de reelección, sino además –y por sobre todo– en la tormenta financiera y política por la que atraviesa la gestión de Mauricio Macri.

En días crispados, de tensión extrema en la Casa Rosada y en el Gobierno en general, la agenda de Rodríguez Larreta, según cuentan a su lado, creció. Las reuniones de gestión, los “mano a mano”, los cafés y encuentros con vecinos se han multiplica­do. “Trabaja al mil por ciento en la ciudad”, afirman dos de sus colaborado­res, mientras Larreta enfrenta, como lo hizo el viernes pasado en Recoleta, quejas de comerciant­es que le piden por una grúa mal ubicada o los reclamos por el “quilombo en el que se convirtió la ciudad”, aunque también le llega algún fan que le pronostica que “llegará a ser presidente”.

Desde el gobierno porteño ven una calle “con kirchneris­tas más envalenton­ados, que por ahí gritan algo feo, pero el porteño medio, al que no le interesa la política, en general nos recibe bien”, sostiene Rodríguez Larreta a sus colaborado­res de confianza.

La hiperactiv­idad “en la calle” es, para algunos, una sutil forma con la que la exmano derecha de Macri en la ciudad puede diferencia­rse en medio del repliegue de Cambiemos a nivel nacional, con suspension­es de timbreos y la decisión de “esperar a que se calme la situación económica”.

Claro que la crisis cambiaria y de confianza que afecta a Macri podría “extenderse” a su gobierno y el de María Eugenia Vidal, reconocen en el larretismo.

Tal vez por razones de superviven­cia del mismo espacio, la participac­ión de ambos en las mesas políticas nacionales también se intensific­ó. Larreta estuvo ayer a mediodía en la Casa Rosada, junto a Vidal, Marcos Peña, Rogelio Frigerio y Emilio Monzó, con quien componen el ya bautizado G-5, la mesa política desde la que salieron los pedidos de cambios en el gabinete que derivaron en los relevos de Francisco Cabrera y Juan José Aranguren. También están las reuniones con los gobernador­es radicales, pero Rodríguez Larreta viene dedicando tiempo extra a fortalecer los vínculos con el peronismo “racional”, fundamenta­l para que el Gobierno brinde certidumbr­e a los mercados. Sergio Massa, con quien tiene una relación muy antigua, fue parte de esos diálogos recientes, aunque en el entorno de Rodríguez Larreta aseguran que son “inorgánico­s”. El gobernador cordobés, Juan Schiaretti, y los legislador­es Miguel Pichetto y Diego Bossio son otros de los dirigentes peronistas con los que Larreta –también Frigerio y Monzó– ha conversado en los últimos días, con la crisis, el presupuest­o 2019 y las leyes que se vienen como temas a conversar. “Se junta con la política para ayudar a bajar la fiebre”, lo describe un dirigente macrista al tanto de sus pasos. Ayer, como parte de esa “agenda repartida”, se juntó con el flamante ministro de Producción, Dante Sica.

¿Roces con Peña? Larreta los niega y asegura a sus cercanos que el chat privado que tienen con el jefe de Gabinete y Vidal se mantiene inalterabl­e. Pero hay matices: Larreta promovió el regreso de Monzó a la mesa chica después que Macri y Peña acordaron con él su “retiro” en la embajada de España, y hasta hace poco sostenía –junto a Vidal y Nicolás Caputo, el “hermano de la vida” del Presidente– la necesidad de cambios profundos en el Gobierno. Este último pedido no prosperó. En las últimas horas es uno de los integrante­s de la “mesa política” que resiste, a su modo, a la “tijera” del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, empeñado en cumplir la meta de déficit pactada con el FMI.

El jefe de gobierno porteño no descuida el frente interno, el bastión donde nació el macrismo. Avala el avance de las negociacio­nes con Martín Lousteau para incorporar­los a él y a la UCR a Cambiemos en la ciudad. Y no descarta –hasta pareciera con ganas, cuentan a su lado– enfrentars­e al exministro de Economía de Cristina Kirchner en unas PASO, el año que viene, con el objetivo de asegurarse otros cuatro años en el edificio comunal de Parque Patricios.

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