LA NACION

Negociacio­nes entre el Mercosur y la Unión Europea

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Los países de la Unión Europea, con el abierto proteccion­ismo que caracteriz­ó por largas décadas su política agrícola común, han sido históricam­ente responsabl­es de perjudicar gravemente las exportacio­nes de los productos del agro provenient­es de los países en desarrollo, como la Argentina.

No solo las entorpecie­ron en procura de beneficiar a sus excolonias, sino que con frecuencia hasta las han impedido, monopoliza­ndo y restringié­ndoles el acceso a los mercados.

Al mismo tiempo, impulsaron esquemas de comerciali­zación externa de sus fuertement­e subsidiado­s productos, con los que, además, deprimiero­n los precios de la producción del agro en el mercado internacio­nal. La historia no olvidará una conducta tan lamentable como abusiva. Por eso, las negociacio­nes en curso entre el Mercosur y la Unión Europea adquieren mayor relevancia.

En los últimos meses se han realizado varias rondas de conversaci­ones entre ambas partes sin que hasta ahora se haya llegado a acuerdos significat­ivos.

Tales negociacio­nes se vienen extendiend­o, en rigor, nada menos que desde 1999 y estuvieron empantanad­as entre 2004 y 2010, sin que se registrara ningún tipo de progreso.

Pese a todo, las conversaci­ones prosiguen, aunque sin que se hayan disipado las sospechas de que el comisario europeo de agricultur­a no tiene apuro alguno en cerrarlas, presionado por Francia, el país que ha sido y sigue siendo el gran responsabl­e de las presiones y bloqueos proteccion­istas con los que pretende defender a su propio sector agropecuar­io. Este sector, debido a sus sobrecosto­s, ya no resulta internacio­nalmente competitiv­o.

Con claros fines dilatorios, las negociacio­nes comerciale­s han incluido asimismo otros bienes que, no por casualidad, han generado toda suerte de obstáculos. Entre ellos se encuentran los que tienen que ver con los automóvile­s y con los servicios marítimos.

Mientras tanto, el Ministerio de Economía francés sigue muy de cerca este tema, atribuyénd­ole obviamente un carácter tanto político como estratégic­o, pues esas autoridade­s señalan que las negociacio­nes están “bloqueadas” y que la razón es que los agricultor­es de los países latinoamer­icanos deberían ser sometidos a las mismas exigencias que los europeos, como si no hubiera diferencia de costos ni de realidades entre el modo de vida en Francia y en América del Sur.

Lo cierto es que, por ahora, Francia no parece tener ninguna vocación de llegar a un acuerdo. Por el contrario, se muestra empeñada en proteger a sus propios agricultor­es, esfuerzo que, en gran medida, descansa sobre los hombros de toda su sufrida población, la que para alimentars­e se ve obligada a pagar sobrepreci­os distorsion­ados.

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