LA NACION

Victorias merecidas

- Iván Petrella

Se terminó el Mundial para la Argentina. Quienes practican algún deporte saben que dejan lecciones de vida. Se aprende a ganar sin faltarle el respeto al contrincan­te, a caer con dignidad y aprender de la derrota, a convivir con otros, a sobreponer­se a los obstáculos, a trabajar en equipo hacia una meta en común. Para mí, un aprendizaj­e fundamenta­l que deja la Copa del Mundo es que en el Mundial, como en la vida, la cuestión clave no es si uno va a ganar, sino cómo se elige perder.

¿Por qué? Ganar un Mundial es una tarea casi imposible. Depende de muchísimos factores ajenos a uno: la suerte y la casualidad –el sorteo, lesiones, errores del referí, bajones coyuntural­es y muchas cosas más– juegan un papel en la determinac­ión del resultado. Por eso, el foco en cómo se va a perder permite liberarse de la obsesión por el resultado final y concentrar­se

en lo que realmente importa: las decisiones que uno debe tomar para llegar a su meta.

En su famoso ensayo El existencia­lismo es un humanismo, el filósofo Jean-Paul Sartre escribe que para el ser humano “la existencia precede a la esencia”. Suena complicado, pero en realidad no lo es tanto. Piénsenlo de la siguiente manera: un carpintero, antes de construir una mesa, tiene una imagen mental de lo que la mesa será. De la misma manera, Dios, si existiera, antes de crear al ser humano, tendría una imagen de lo que sería el ser humano. En ese esquema, la imagen previa, la de la mesa o el ser humano, es la esencia y viene antes; la existencia viene después, una vez que se completó el proceso de creación. Ahí la esencia precede la existencia, al revés de lo que pregonaba Sartre.

Pero si Dios no existe, entonces todo lo que hay es existencia. Y en el proceso de existir, en el curso de las decisiones que se toman o se descartan, las acciones que se emprenden o no, se construye una esencia. Para Sartre, ante la no existencia de Dios, solo nuestras vidas determinan y definen quiénes somos. En la determinac­ión de quiénes somos, sin embargo, también determinam­os lo que los seres humanos deberíamos hacer. De alguna forma, al elegir una conducta para nosotros elegimos también una conducta para la humanidad. Cada decisión particular tiene un peso universal.

Me atrevo a decir que la visión que Sartre esboza para las personas se puede aplicar también para una selección de fútbol, una institució­n como la Asociación de Fútbol Argentino, e incluso un país. Despojados de la obligación de ganar, ¿cómo elegimos perder? ¿Habiendo entregado todo lo que había para dar o perdemos porque fuimos superados en esfuerzo y voluntad? ¿Con grandeza y humildad, habiendo trabajado con otros, en equipo, para lograr la meta o por mala planificac­ión e improvisac­ión? Lo más importante: ¿perdemos jugando limpio, de manera transparen­te, intentando día a día mejorar y sacando lo mejor de quienes nos rodean? Cómo encaramos estas preguntas determina quiénes somos, y cómo creemos que hay que jugar el partido de la vida a nivel personal y a nivel social. Dados los imponderab­les del destino, lo único que podemos hacer es intentar responderl­as y encarnarla­s de la mejor manera posible, ya que al ser humano no le es dado lograr la victoria, sino solamente merecerla.

Director de Argentina 2030 en la Jefatura de

Gabinete de Ministros de la Nación

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