LA NACION

Bélgica dio vuelta su futuro con una jugada de ocho segundos

- Marcelo Gantman

MOSCÚ.– Bélgica se sacó de encima a Japón en el último suspiro. Fue 3-2, en el cuarto minuto de descuento, luego de ir perdiendo 2-0; una jugada de costa a costa, de ocho segúndos, que inició Courtois con una bola de bowling y selló Chadli, pero que descubrió dos inteligent­es movimiento­s tácticos y técnicos de Lukaku: primero, arrastró la marca para que Meunier reciba de De Bruyne; luego, sin tocar la pelota asistió al goleador. Así, Bélgica, que parecía derrumbars­e y sepultar los elogios que construyó desde antes de llegar a Rusia, camina rumbo a Kazán para animar unos cuartos de final frente a Brasil que despierta el apetito de todos los que tienen hambre de buen fútbol.

Dos relámpagos de fútbol sacudieron el Rostov Arena: con Haraguchi, que se tomó un tiempo extra para definir, tras la floja reacción de Vertonghen, y la respuesta con menos suerte de Hazard, que se estrelló en el poste. Ahí, el encuentro tomó vida propia, se salió de la lógica y abandonó el guión que remarcaba que Bélgica buscaba en solitario y Japón se defendía. El gol de Inui, el segundo de los nipones –un remate preciso que viajó directo al ángulo– congeló el Mundial. La selección del juego glamoroso, de la diversidad y el respeto por la estética caía de rodillas.

A miles de kilómetros, Diego Maradona comentaba el partido en vivo por Instagram y le daba su parecer a más de 8 mil seguidores. “Bélgica lo puede dar vuelta, pero tiene que dejar de jugar como en la Premier... Esto no es la Premier, es un Mundial”, comentó.

Los Diablos Rojos tenían tiempo y tuvieron reacción. Dejaron de buscar el gol exquisito para dar con el gol útil. Ataques más profundos y menos puntilloso­s. Dos errores en la misma acción del arquero Kawashima reivindica­ron a Vertonghen. Ordenado en sus ambiciones, Bélgica abrió más la cancha, buscó por los laterales, y así encontró a la cabeza de Fellaini, que igualó el resultado. El español Roberto Martínez, un técnico que suele ver el fútbol como un laboratori­o de experiment­ación, manejó mejor la necesidad de remontar el partido y le dio a su estilo una velocidad que hasta entonces estaba ausente.

Con el reloj ahorcándol­os, llegó la calidad del juego belga que el Mundial esperaba. Courtois descolgó un tiro de esquina y lanzó esa pelota lisa que inició un contraataq­ue que ya es un manual. Chadli terminó con ese escenario de drama y temor que se había construido la propia Bélgica.

Esa obra pondrá cara a cara a Bélgica con Brasil. Dos de las seleccione­s que mejor juego mostraron, sustos al margen, tendrán que eliminarse en los cuartos de final.

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