LA NACION

El suspenso norteameri­cano con acento francés

El creador del detective deportista Myron Bolitar tiene una segunda vida como showrunner televisivo; a Safe, de Netflix, se suma el estreno de la serie gala Última oportunida­d

- Paula Vázquez Prieto

Harlan Coben comenzó como escritor por convicción. Nacido en el seno de una familia judía de Nueva Jersey, desde niño se interesó por los misterios. “Cuando era chico, en el barrio había una zona boscosa, detrás de una escuela primaria, donde iban los adolescent­es a jugar y a hacer otras cosas. Había vallas con alambres de púas y carteles que decían ‘Manténgase alejado’. Se corría el rumor de que era una base de misiles donde se realizaban pruebas nucleares. Nunca creí demasiado en ese rumor, pero cuando fui mayor descubrí que era verdad. Finalmente cerraron la base y yo usé ese misterio como parte de una de mis novelas”. Esa historia, que contó a The Huffington Post es una muestra de su innato poder de observació­n y de esa decisión temprana de hacer de la escritura su propio camino.

Mientras estudiaba Ciencias Políticas en Massachuse­tts, se codeaba en las fiestas de fraternida­d con Dan Brown (El Código Da Vinci) y trabajaba de vez en cuando en la compañía de turismo de su familia, decidió que lo que le gustaba era escribir ficción. Con varios manuscrito­s en algún cajón, recién a los 26 años se animó a publicar su primera novela, Sin un adiós, editada en 1990. Ya en esa primera incursión en el thriller, Coben mostraba los signos de una escritura de fuerte personalid­ad y definía el oscuro universo doméstico que fue tiñendo su abordaje del policial, tan atento a sucesos extraños y sórdidos como a entornos familiares complejos e inquietant­es.

Ese gesto inicial modeló su identidad, la misma que le sumó lectores en todo el mundo gracias a la creación de su personaje estrella, el exjugador de básquet y representa­nte de deportista­s devenido en detective Myron Bolitar.

Bolitar no es el típico detective del noir que guía el recorrido de una investigac­ión a partir de una serie de pistas, sino que siempre se mueve en un terreno farragoso, impregnado de secretos y misterios irresuelto­s, a tientas y demasiado implicado en los acontecimi­entos. Esas estructura­s narrativas estilo mosaico, plagadas de giros inesperado­s y hechos del pasado que regresan, se han convertido en una de las claves del estilo de Coben, que incluso ha perfeccion­ado en su producción reciente. Fueron once los títulos que relataron las aventuras de Bolitar, los que le valieron varios premios literarios –es el único autor que ha conseguido los tres principale­s premios de la literatura de misterio: el Edgar, el Shamus y el Anthony– y los que lo pusieron varias veces en el número 1 de la listas de más vendidos en The New York Times.

Con todos esos éxitos y pergaminos, que la carrera de Coben desembocar­a en la pantalla era previsible. Primero fue el cine, cuando el actor Guillaume Canet decidió convertir la adaptación de su novela No se lo digas a nadie en su carnet de validación como director. No se lo digas a nadie era la primera novela que Coben escribía –luego de sus dos obras de juventud Sin un adiós y Cura milagrosa (1991)– en la que no aparecía el carismátic­o y algo sociópata Bolitar. Independie­nte de toda serie, condensa un muestrario de sus constantes argumental­es y su definida retórica: hechos del pasado que regresan como traumas irresuelto­s, grandes elipsis temporales, falsos culpables y extrañas desaparici­ones. Si bien Canet ya había realizado algunos cortos y una película juguetona y algo autobiográ­fica –Mon idole (2002)–, No se lo digas a nadie tenía toda la impronta de ópera prima y tal vez esa necesidad de vestir el argumento de un estilo propio atentó contra su claridad expositiva –evidente en los acumulados flashbacks del final y la insistente música–, pero la película salió triunfante. Obtuvo varias nominacion­es a los Premios César, recaudó mucho más de lo esperado y catapultó la fama de Coben a un nuevo público.

Del éxito cinematogr­áfico de 2006 ya pasaron varios años y era lógico que en esta década del streaming los ingeniosos misterios de Coben alimentara­n el mundo de las series. Nuevamente fue Francia quien convirtió su excelente novela de 2001, Última oportunida­d, en una miniserie de seis episodios –que mañana estrena Europa, Europa, a las 22–en la que él no solo aportó el material original, sino que fue parte del equipo creativo. “Me gusta ambientar mis novelas en lugares que son aparenteme­nte plácidos, casi la representa­ción de ese sueño del americano medio con dos o tres hijos y una garaje para dos autos para demostrarl­e cuán frágil es todo eso”. Y ese mundo bucólico que esconde las grietas de su destrucció­n también puede trasladars­e a los suburbios de París.

En Última oportunida­d, estrenada en Francia en 2015, una reputada pediatra recibe un sorpresivo y brutal ataque en el living de su casa mientras prepara la mamadera para su hija de seis meses. A partir de allí, la muerte de su marido y el secuestro de la beba marcan un derrotero de terrores y persecucio­nes que tiñen de sospechas su futuro y que, como siempre, involucran a los más cercanos.

Sin creerse demasiado ese nuevo rol de showrunner, Coben combina su vida de escritor y su familia numerosa en Nueva Jersey con los desafíos creativos que le depara la nueva televisión. Sus escenarios domésticos preñados de secretos y fantasmas del pasado mantienen esa atmósfera tensa e imprevisib­le de su literatura en los nuevos proyectos realizados directamen­te para la pantalla. En 2016 fue creador y guionista de la miniserie británica The Five y un año después volvió a trabajar para los franceses al mando de Solo una mirada, esta sí inspirada en una novela publicada en 2004. “Todos los autores que conozco piensan a la escritura como un trabajo. Todos los días te tenés que sentar en la silla y cumplir tu tarea. El creer que la musa va a venir todas las mañanas a susurrarte en el oído la inspiració­n es la clase de tonterías que me vuelven loco, porque no es verdad. Y no es verdad para un escritor de best sellers, pero tampoco para uno aclamado por la crítica”.

La buena recepción de sus trabajos televisivo­s –al que se suma la reciente Safe, disponible en Netflix– no afectó la constancia de su trabajo como novelista. Repartido el tiempo entre ambos continente­s y administra­da la concentrac­ión entre ambas tareas, Coben se las arregla para publicar casi una novela por año. La última, Don’t Let Go (2017) –todavía no editada en español–, presenta a un detective de Nueva Jersey, Napoleon (Nap) Dumas, marcado por la misteriosa muerte de su hermano y el reciente abandono de su novia. Nuevamente el pasado regresa para avivar viejas heridas, para anunciar repentinas desaparici­ones, para desenterra­r olvidados secretos. La creativida­d de Coben en todos los terrenos no deja de ser un permanente ejercicio, en el que observació­n y constancia se ponen en juego al servicio de un género que requiere tanto talento como arduo trabajo.

 ?? Ulf andersen / afp ?? A los 56 años, el escritor es una verdadera estrella en Francia, donde rodó Juste un regard y, en cine, No se lo digas a nadie
Ulf andersen / afp A los 56 años, el escritor es una verdadera estrella en Francia, donde rodó Juste un regard y, en cine, No se lo digas a nadie
 ?? Amc ?? Alexandra Lamy es una pediatra que, enfrentada con la ineptitud policial, decide resolver el secuestro de su bebé en Última oportunida­d
Amc Alexandra Lamy es una pediatra que, enfrentada con la ineptitud policial, decide resolver el secuestro de su bebé en Última oportunida­d
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Netflix Safe, el proyecto más reciente de Coben para Netflix
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Juste un regard, con Virginie Ledoyen

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