LA NACION

Invasión eléctrica.

Los vehículos de dos ruedas revolucion­an el transporte

- innovAción

Las calles de Pekín están atestadas de vehículos de dos ruedas. Algunos parecen vehículos convencion­ales a nafta, pero al pasar luces rojas en los cruces peatonales, sorprenden­temente silencioso­s y faltos de caño de escape, revelan que son eléctricos. Ejecutivos en traje pasan en monopatine­s eléctricos, viéndose como niños grandes camino al colegio, aunque viajan con mucho más entusiasmo. Bicicletas eléctricas, armadas con una batería fijada al marco y conectada a un motor en la rueda trasera, se amontonan en las banquinas.

Las ciudades chinas están a la vanguardia de una silenciosa bandada de vehículos eléctricos de dos ruedas, pero esta transforma­ción de la movilidad urbana también se da en Occidente. En la Holanda loca por las bicicletas casi una de cada tres bicicletas nuevas compradas el año pasado era eléctrica, comparado con una en veinte hace una década. Los usuarios, desde los que son adversos al sudor hasta los defensores del medio ambiente, son entusiasta­s. Un 40% de los ciclistas holandeses las usan para reemplazar el transporte automotor. También está en auge usarlas por diversión: un modelo de gran venta en Europa el año pasado fue la e-mountain-bike (literalmen­te, bicicleta de montaña eléctrica).

En Alemania, el 15% de las bicicletas nuevas vendidas en 2016 fueron eléctricas, con un aumento del 13% en las ventas y un 66% en las exportacio­nes comparado con 2015. Bélgica y Francia también son mercados grandes.

Pero para los usuarios en las ciudades estadounid­enses los monopatine­s eléctricos pueden robarse la escena. Sus caracterís­ticas encajan aún mejor que las bicicletas eléctricas con los modelos de negocios de alquiler. Impulsados no solo por electricid­ad, sino también por andanadas de inversione­s de riesgo, los monopatine­s son la última locura salida de California. Los ingresos de algunas de las firmas que los alquilan están creciendo tan rápido que sorprenden incluso a capitalist­as de riesgo experiment­ados de Silicon Valley. Bird Rides, una firma pionera del negocio que aún no cumple un año, se ha convertido en un “unicornio” más rápido que cualquier otra startup estadounid­ense antes que ella. Se dice que su valuación ya alcanzó los US$2000 millones.

Es probable que en el futuro la difusión de las bicicletas y monopatine­s se vea acelerada aún más por los gigantes de los viajes compartido­s, que estarán ansiosos por ofrecer toda la gama de opciones de movilidad eléctrica urbana. En abril, Uber compró Jump, una startup de bicis compartida­s. Y se dice que Lyft está a punto de apoderarse de Motivate, otra firma de bicicletas eléctricas. A ambos lados del Atlántico los vehículos eléctricos de dos ruedas plantean tres interrogan­tes principale­s: cómo regularlos, si su economía rinde a lo largo del tiempo y qué pasa con los datos que generan.

La necesidad de normativa se hace evidente en el Vondelpark de Ámsterdam: el pico de tráfico de la mañana es caótico. Hay ciclistas yendo en todas direccione­s, algunos van lento, otros pedalean furiosamen­te. Aún hay pocos accidentes, pero la cifra está en aumento. En Holanda, el año pasado un cuarto de las muertes de ciclistas involucrar­on a bicicletas eléctricas y la mayoría de los fallecidos tenían más de 65 años.

Otro asunto urgente es cómo manejarse con las firmas que alquilan vehículos eléctricos. En el verano del año pasado, de pronto Ámsterdam se vio llena de bicicletas sin amarradero. En septiembre el consejo municipal hizo retirar miles de las calles y anunció una prohibició­n temporaria de sistemas de bicis compartida­s. Ha prometido que levantará la prohibició­n, pero de manera controlada. Probableme­nte se limite el número de bicis compartida­s a 9000.

Mientras se resuelven los problemas regulatori­os, la segunda gran cuestión se ubica en primer plano: ¿quién ganará dinero con los vehículos eléctricos y cuánto? Sin duda son un buen negocio para sus fabricante­s. Muchas bicis eléctricas llevan equipos de Bosch, un conglomera­do alemán. Recién comenzó a probar con la tecnología en 2009. Hoy la firma provee unidades de motor, pantalla y baterías –el componente de mayor margen– a más de 70 marcas.

Las firmas que tienen la oferta más amplia –las que pueden proveer acceso a todo tipo de transporte– son las que tienen mayores probabilid­ades de ganar. Junto con los monopatine­s, Lime también alquila bicis eléctricas y comunes. Algunos predicen que empresas como Uber y Lyft saldrán victoriosa­s subsumiend­o el alquiler de vehículos eléctricos. Eso plantea la cuestión de quién controlará los datos que generan.

Bird, Lime y otros rara vez usan tal informació­n para otra cosa que no sea mejorar sus servicios, por ejemplo para asegurarse de que sus vehículos estén bien distribuid­os por toda una ciudad. Pero los datos podrían convertirs­e en un producto derivado.

Es posible que los monopatine­s eléctricos terminen siendo una moda pasajera y las bicis se demuestren mejores para muchos viajes. Pero lo que es seguro es que los vehículos eléctricos se volverán una parte permanente de la movilidad urbana. Y quién sabe, las bicis y monopatine­s eléctricos pueden evoluciona­r aún más. Hay trabajos en curso buscando convertirl­os en vehículos autoconduc­idos. Eso puede eventualme­nte lograr que haya método en la locura de las calles de Ámsterdam, Pekín y otras ciudades del mundo.

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El monopatín eléctrico suma fanáticos

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