LA NACION

La mano derecha de Rajoy lidera la carrera para conducir el PP

La exvicepres­identa Soraya Sáenz de Santamaría se impuso por escaso margen en primera vuelta a Pablo Casado

- Silvia Pisani CoRRESPoNS­AL EN ESPAñA

MADRID.– La derecha española votó ayer para un nuevo liderazgo: la militancia le dio el primer lugar a la inagotable Soraya Sáenz de Santamaría, exvicepres­identa del gobierno y mano derecha del destituido expresiden­te Mariano Rajoy, para conducir al Partido Popular (PP) en la hora difícil que transita para encontrar su nuevo lugar en la vida política española. Pero la mujer que fue bombera durante la gestión de Rajoy no logró el 50% de votos que la convertirí­a automática­mente en jefa y se impuso por un margen tan escaso anoche que enfrentaba el riesgo de una nueva instancia.

Con un apoyo del 37%, debe esperar a que la ratifique –si eso ocurre– el Congreso partidario del próximo 20. Por una diferencia de apenas 1600 votos y un 34% de caudal, le pisa los talones una figura joven y combativa: el exvicesecr­etario de Comunicaci­ón del partido Pablo Casado, a quien se lo considera discípulo del expresiden­te José María Aznar.

El futuro inmediato es incierto. En el partido se trabajaba anoche para evitar una nueva batalla interna entre ambos. Algo que, sin embargo, algunos alentaban. So- bre todo desde el sector de Casado, convencido­s de que en segunda vuelta se podrían quedar con todo y superar a Sáenz de Santamaría.

“Debemos unirnos, evitar la guerra y trabajar para volver al poder”, se cansó de repetir Sáenz de Santamaría, experta en liderar gabinetes de crisis. Habrá que ver si el ascendente y ambicioso Casado recoge el guante u opta por llevar la puja interna hasta el final.

Para el PP fue una noche de estreno. Era la primera vez que se sometía a un proceso de elecciones internas y las sorpresas fueron muchas.

Fueron horas de lecturas complejas. La militancia rescató la gestión de gobierno de Rajoy, que es lo que representa Sáenz de Santamaría. Pero, a la vez, castigó y mucho el manejo del partido sobre el que llueven denuncias de corrupción.

Quien cargó con todo ese fardo en la elección interna fue su exsecretar­ia general María Dolores de Cospedal, que quedó tercera y, por tanto, fuera de la carrera. En medio, el número dos de las preferenci­as se lo llevó el joven Casado.

De modo que una primera lectura podría indicar que la militancia quiso quedarse con la gestión de Rajoy, y el discurso y los valores de Aznar, y castigar la sospecha de corrupción que pesa sobre el partido que, hasta hace un mes, detentaba el poder en el país.

Nunca el PP se había sometido a un proceso de elección interna de candidato y de conducción. La costumbre era aceptar el “dedazo” de una nueva figura por parte de su predecesor. De hecho, y a diferencia de Aznar, su antecesor, el expresiden­te Rajoy fue absolutame­nte prescinden­te en el proceso.

“Yo no apoyo ni dejo de apoyar a ninguno de los aspirantes a sucederme”, dijo, alejado ya de la política luego de la moción de censura parlamenta­ria, que, sorpresiva­mente, lo desplazó de la presidenci­a hace cuatro semanas.

La otra novedad del inédito proceso fue descubrir que el PP no tenía, en realidad, el caudal de 800.000 afiliados del que se jactaba. Una vez depurado el padrón, semejante alineación se redujo a menos del diez por ciento: poco más de 60.000 inscriptos en condición plena.

De ese total, el 60% se acercó a votar. De modo que fueron apenas unas 40.000 personas las que, en esta primera vuelta, eligieron la conducción del que se considera el principal partido de España.

De 47 años, apasionada por la política, castellana nacida en Valladolid, Sáenz de Santmaría cultiva una imagen y un discurso modernos en un partido conservado­r.

Enemiga acérrima de la derrotada Cospedal, concentró mucho poder a la sombra de Rajoy en el gobierno, aunque cuenta con poco peso en el aparato del partido.

Su polémica gestión de la crisis abierta en Cataluña debilitó su imagen en los últimos meses. Sin embargo, los militantes le dieron su confianza.

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