LA NACION

El Gordo Valor quedó en libertad tras cumplir su última pena de cuatro años

Durante los años 80 y 90 su nombre quedó asociado al robo de bancos y camiones blindados; es la sexta vez que deja una cárcel, donde pasó 34 de sus 62 años

- Gustavo Carabajal

Luis “el Gordo” Valor, el ladrón de bancos y blindados más conocido del país, volvió a salir de prisión. Ayer, al mediodía, después de cumplir una pena de cuatro de años de cárcel, abandonó el penal de Urdampille­ta, cerca de Bolívar. Actualment­e, quien fue considerad­o en la década del 90 el enemigo público Nº 1, tiene 62 años, 34 de los cuales los pasó preso. La de ayer fue la sexta oportunida­d en la que sale de prisión. Nancy Colazo, su pareja desde hace 30 años, y sus dos hijos lo esperaban fuera de la cárcel.

Según figura en su prontuario, comenzó a robar a los 18 años y pasó casi toda su vida dedicada al delito.

“Mi esposo no puede hablar. Firmó un contrato de exclusivid­ad con una editorial y no puede decir nada. Discúlpeme”, expresó la mujer cuando el cronista la llamó por teléfono para obtener una declaració­n de Valor. Espera vivir de las ganancias del libro y de una película sobre su vida.

A diferencia de lo ocurrido en otras oportunida­des, cuando fue beneficiad­o con la denominada ley del 2x1 o por libertades condiciona­les, en esta ocasión Valor no tuvo ningún beneficio; recuperó la libertad por haber agotado los cuatro años de prisión que le impuso un tribunal oral de San Martín por tenencia ilegal de arma de guerra.

El 6 de julio de 2014 había sido detenido luego de una persecució­n en la localidad bonaerense de Bella Vista, en el partido de San Miguel, cuando los uniformado­s que revisaron la Renault Kangoo gris en la que circulaba junto con un supuesto cómplice encontraro­n tres pistolas y municiones y un aparato de comunicaci­ones policial.

Valor denunció que había sido engañado y que el operativo había sido armado por la policía como venganza. Habían pasado solo 66 días desde que había salido de la cárcel, luego de cumplir una condena de siete años de prisión por el robo contra una casa del tradiciona­l Olivos Golf Country, en la localidad de Pablo Nogués.

Un golpe sangriento

Si bien afirmó que nunca mató a nadie, en noviembre de 1999, Valor y seis cómplices, entre los que estaba su lugartenie­nte más conocido, Héctor Sosa Aguirre, alias Cacho o la Garza, fueron condenados a 20 años de cárcel por el homicidio del sargento de la policía bonaerense Claudio Calabrese, ocurrido el 19 de septiembre de 1994, durante un intento de asalto contra un camión blindado en la La Reja.

Esa condena se unificó con otras sentencias por dos asaltos contra blindados y cinco contra bancos, además de la pena impuesta por fugarse del penal de Villa Devoto en 1994, pocos días antes del operativo contra el blindado en La Reja. Recibió entonces una condena unificada de 30 años de prisión.

El 29 de noviembre de 2007, sin embargo, un tribunal bonaerense aplicó la denominada ley del 2x1, que computaba doble cada día que un acusado pasaba detenido sin que estuviera firme la sentencia en su contra, licuó la pena y ordenó la libertad de Valor, a pesar de que había cumplido la mitad de la condena.

Cumpleaños en el tribunal

“¡Vamos a cantarle el ‘Feliz cumpleaños’ al Gordo!”, propuso a los gritos uno de los cómplices de Valor. Era el 15 de octubre de 1999 y el exjefe de la superbanda cumplía 46 años. Entre las sonrisas cómplices de sus abogados, todos comenzaron a cantar y a batir las palmas. El festejo duró unos segundos. Las risas y los cantos terminaron cuando el presidente del tribunal clavó su mirada en Valor, en la Garza Sosa y en los otros cinco imputados y los increpó: “Señores, esto no es un salón de fiestas”. Todos callaron. Diez días después, Valor y sus cómplices fueron condenados por el homicidio del sargento Calabrese.

Ese homicidio ocurrió pocos días después de que Valor y sus cómplices huyeron del penal de Villa Devoto. Su rostro mirando la cámara mientras se descolgaba del paredón de la cárcel sobre la calle Bermúdez ocupó los noticieros el 16 de septiembre de 1994.

Gastó todo el dinero que había obtenido en la época en la que asaltaba bancos y blindados en comprar silencios para poder mantenerse en la clandestin­idad. Uno de sus cómplices, fallecido, le dijo a este cronista que la banda robaba para un sector policial, Luego de estar prófugo durante ocho meses, efectivos de la policía bonaerense lo detuvieron en Villa Lugano. Fue atrapado, pero esa fuga le permitió adoptar la figura de un mito en el mundo del hampa.

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