LA NACION

El mal hábito de creer que la culpa siempre es del otro

Gobernante­s, empresario­s, sindicalis­tas y demás actores sociales deben trabajar juntos, con entrega y humildad, para alcanzar acuerdos que impulsen el desarrollo

- Sergio Berensztei­n

La discusión del momento, dentro y fuera del Gobierno, se centra en si habrá un acuerdo entre el oficialism­o y el peronismo moderado o, como le gusta decir al presidente Macri, “racional”. Un debate que no es novedoso y que corre el riesgo de volverse irrelevant­e por el simple paso del tiempo: a medida que se acerca el nuevo proceso electoral, los incentivos de los protagonis­tas se definen en función de la competenci­a, la diferencia­ción o incluso la confrontac­ión. Aun quienes consideram­os que la Argentina necesita un consenso amplio y sustentabl­e sobre políticas de Estado que abarque a los principale­s actores políticos, económicos y sociales entendemos que el calendario electoral restringe las chances de que pueda concretars­e.

Sin embargo, las negociacio­nes en torno al presupuest­o 2019, que debe incluir un fuertísimo recorte del gasto público para cumplir con las metas prometidas al FMI, requieren algún grado de negociació­n entre el Gobierno y la oposición. Existe la chance de que se prorrogue el presupuest­o 2018, es cierto, pero recordemos que este quedó ninguneado en la práctica por el propio Gobierno a días de aprobarse. El cambio en las metas de inflación del fatídico 28 de diciembre del año pasado determinó que uno de los supuestos fundamenta­les en la elaboració­n de esta ley se modificara por decisión unilateral del Poder Ejecutivo. Con la crisis cambiaria y la licuación de confianza desatadas desde finales de abril, los parámetros con que se elaboró quedaron desactuali­zados. Tal vez exagerando un poco, un exministro de Hacienda me dijo: “Seamos justos: este año tampoco tenemos una ley de presupuest­o seria”. Y agregó: “¿Cómo va a cumplir Macri con el Fondo en un año electoral? ¿Va a recortar más a los gobernador­es peronistas o a los propios?”.

Las connotacio­nes serían más complejas si Macri fuera candidato a la reelección, en especial si enfrentara en octubre de 2019 a un gobernador peronista. Aun si dudase… ¿acaso no sería Vidal el reemplazo obvio en una fórmula presidenci­al? Por su función, el destino de Marcos Peña está ligado al desarrollo de esta crisis: sus pretension­es parecen, igual que el peso, muy devaluadas. Si por cualquier motivo la gobernador­a de Buenos Aires decidiera no competir, la alternativ­a sería Rodríguez Larreta. “Mauricio no ignora que reconocer el argumento de los gobernador­es y traspasar buena parte del ajuste a sus principale­s aliados (y competidor­es internos) tal vez no sea tan mala idea”, afirma una persona que lo conoce demasiado en referencia a los subsidios con los que hasta ahora la Nación beneficia a la Ciudad y la provincia en materia de transporte, electricid­ad y agua y saneamient­o. Esto explica el activismo de la dupla Larreta-Vidal en las negociacio­nes con sus pares provincial­es y en su firme posición frente a la crisis dentro de la Casa Rosada.

Detrás de tanto “fuego amigo” y tanta mezcolanza de intereses cruzados yace un sistema político disfuncion­al y perezoso, inmerso en una sociedad caracteriz­ada por un atributo singular: existe una tendencia generaliza­da por la cual ante cada desafío, tensión o problema, los responsabl­es tienden a poner la culpa en algún “otro”. Esto complica la interacció­n entre quienes deberían ser parte de la solución que, dada esta predisposi­ción a ver la paja en el ojo ajeno, terminan siendo parte del problema.

Por ejemplo, al margen de la “herencia recibida” y de la crisis de los mercados emergentes, Macri se queja de que los empresario­s suben los precios en un contexto de incertidum­bre y volatilida­d; de que los opositores bloquean sus iniciativa­s en el Congreso o presentan propuestas que implican más gasto; de que el “círculo rojo” no comprende su visión y las presiones a las que está sometido; de que el microclima que rodea a la Casa de Gobierno tiene una dinámica singular que no refleja el “país profundo”… ¿Gruesos errores iniciales de diagnóstic­o basados en escenarios idealizado­s y simplistas del mundo y del país? ¿Fracaso en la comunicaci­ón de su visión general y de los instrument­os específico­s para lograrla? ¿Extravagan­te diseño de gestión que vació de autoridad e iniciativa los numerosos ministerio­s y generó un cuello de botella en la Jefatura de Gabinete? La procesión parece ir poder dentro: “Madura cambios muy importante­s tanto en la agenda y en el método de toma de decisiones como en el equipo”, aseguran fuentes inobjetabl­es. Rosendo Fraga sugiere que esas tribulacio­nes estarán determinad­as por una tensión clave entre el Macri estadista y el potencial candidato.

Los líderes empresaria­les también prefieren verse como víctimas de la coyuntura antes que asumir su cuota de responsabi­lidad, sobre todo con relación a la dinámica inflaciona­ria, atribuida a los constantes desbordes en el gasto público. La presión tributaria, los permanente­s cambios en las reglas del juego, los costos de financiami­ento y de logística, la inflexibil­idad y conflictiv­idad del mercado de trabajo y, en algunos casos, la apertura comercial son identifica­dos como los grandes culpables de sus penurias. ¿Renuencia a promover un entorno más competitiv­o? ¿Dificultad para abandonar estrategia­s perfeccion­adas durante décadas para extraer rentas con escaso riesgo? Sería injusto desconocer que se trata de un universo muy plural y fragmentad­o, en el que gana espacio cierto espíritu autocrític­o. Muchos sectores demostraro­n, respecto de este gobierno, una voluntad de comprensió­n y cooperació­n inhabitual en otros casos. Puede que les disguste la situación actual y tengan críticas puntuales, pero se trata del gobierno más promercado de la historia contemporá­nea de la Argentina. Que varios referentes de Cambiemos estén pensando en los traumático­s finales de Alfonsín y De la Rúa manifiesta que los desencuent­ros entre esta administra­ción y el sector privado son una de las anomalías más desconcert­antes de esta etapa.

Los sindicalis­tas y los líderes de los movimiento­s sociales no son, como era de esperar, la excepción a esta regla. En un contexto de caída del salario real y brutal puja distributi­va, los sectores con ingresos fijos son los que más pierden. Los mecanismos de indexación existentes, aunque imperfecto­s, tienden a limitar aunque sea parcialmen­te este fenómeno. Para evitar agravar la conflictiv­idad social y que se desplome el consumo (y mantener vivas las esperanzas de cara a las elecciones del año próximo), tanto el Gobierno como el sector privado mostraron flexibilid­ad frente a sus demandas. El reciente documento de la Pastoral Social resultó una llamada de atención respecto de cuáles son los sectores más vulnerable­s. Y no solo como resultado de esta crisis.

Una sociedad y un sistema político en el que casi todos consideran que los demás son responsabl­es de los principale­s problemas que deben solucionar­se en conjunto y protegiend­o a los más débiles constituye una expresión palmaria de que los mecanismos institucio­nales formales e informales funcionan pésimament­e. No tiene que ver con shock o gradualism­o, sino con la ausencia de una infraestru­ctura básica para debatir, elaborar, implementa­r y monitorear políticas públicas consistent­es, coordinada­s y sustentabl­es para desarrolla­r un país que lleva décadas desperdici­ando oportunida­des. Un círculo vicioso asfixiante y decadente que es imprescind­ible romper. Ese motivo, más que ningún otro, debiera impulsar ya mismo al liderazgo nacional a consensuar en serio, con entrega y humildad, acuerdos fundamenta­les.

Los líderes empresaria­les prefieren verse como víctimas de la coyuntura

Pero se trata de un universo plural y fragmentad­o, en el que gana espacio cierto espíritu autocrític­o

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina