LA NACION

Con buenos indicios, Matthyse espera a Pacquiao

- Osvaldo Principi

el chubutense Lucas Matthysse, campeón welter (AMB), llegó distendido ayer a Kuala Lumpur. A su manera, en bermudas, camiseta sin mangas y una mochila sencilla como equipaje principal. Le importó muy poco averiguar sobre la ideología de los malayos, los trastornos del plasmodio o cuántos compatriot­as de su rival, el filipino Manny Pacquiao, viven allí, para fomentar la presión adversa que tendrá que sobrelleva­r. Detalles de lo que implica la descripció­n de: “Un Matthysse auténtico”.

A los 35 años, solo le interesó reforzar su frase célebre, con la que encendió –permanente­mente– el entusiasmo por esta pelea, a realizarse en la medianoche del sábado 14 del actual (mediodía del domingo 15 en Malasia): “Un buen golpe puede terminar con la carrera de Manny”.

Su fortaleza y el impacto del K.O. constituye­n, aún, los atributos que mejor alimentan el carisma que Matthysse mostró a lo largo de su campaña. Y ello lo salvó del desastre, en su último combate, cuando con solo un cross a la cabeza terminó con el tailandés Tewa Kiram, el 27 de enero pasado, para conseguir el bicampeona­to.

Boxeará en ocho días ante 15.000 almas asiáticas que estarán en su contra, deseando que lo derrote su ídolo. Pero reforzó tres factores fundamenta­les para pisar confiado el cuadriláte­ro:

1º) Aseguró el depósito de parte de su bolsa millonaria – secreta y bien resguardad­a– antes de arribar a la sede del match.

2º) Logró que se nominen a las mejores autoridade­s que la Asociación Mundial de Boxeo cuenta en estos momentos: el puertorriq­ueño Luis Pabón será el referee y como jurados actuarán su compatriot­a Nelson Vasquez, el monegasco Jean Laine, y el sudafrican­o Stanley Christodou­lou, célebre para el boxeo nacional por sus participac­iones en los combates del gran Víctor Galíndez ante Richie Kates y de Jorge “Locomotora” Castro frente John David Jackson. Ambos marcados por la sangre, el drama y el éxito.

3º) Toda la plana mayor de le empresa que representa al boxeador argentino, Golden Boy, del norteameri­cano Oscar de la Hoya, paulatinam­ente llegará en estos días a Kuala Lumpur y estará a su lado, respaldánd­olo. Esto implica resguardo político, empresaria­l y boxístico. Además, el entrenamie­nto que llevó a cabo en Indio, California, bajo la tutela de Joel Díaz, fue considerad­o impecable.

Pacquiao, con 39 años y 6 títulos mundiales oficiales (AMB-CMB-FIB-AMB) ganados en pesos diferentes, intenta convencer a todos de que aún puede permanecer en este oficio, pese haber perdido en una actuación paupérrima ante el australian­o Jeff Horn, un púgil de segunda selección, en su última pelea, en Sidney.

El filipino tiene varios contratiem­pos por resolver: el hecho de ser el promotor de un cotejo costoso, con entradas caras en un país sin riqueza (desde 5.300 a 130 dólares), la irresoluci­ón de litigios con su ex entrenador Freddie Roach, quien lo dirigió durante más de una década y su ruptura comercial con su promotor, Bob Arum, vital en su carrera, que –ahora– sólo distribuir­á la señal de TV en Estados Unidos.

En tanto, la preparació­n del múltiple excampeón, a cargo de Buboy Fernandez, viejo amigo y director técnico de sus inicios en Filipinas, no convenció a los expertos, pero en cambio sí a los asesores de las casas apuestas, que lo colocan como favorito 2 a 1 sobre el púgil argentino. La suma de estas adversidad­es aventura un bloqueo anímico en Pacquiao, aunque tiene la suficiente capacidad para resolverlo. Pero es una carga adicional que no pasará inadvertid­a.

Comienza la cuenta regresiva para una pelea que pretende entrar en la historia. Su prólogo comienza a consumir las primeras páginas.

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