LA NACION

Una historia del Lejano Oeste, a caballo entre el documental y la ficción

- Marcelo Stiletano

BUENA (EE.UU./2016), serie documental de ocho episodios. FOTOGRAFÍA: KEVIN ★★★

m. Graves y Johnny saint-ours. guion: Brian Burstein, John ealer, Zachary Herrmann, steve loh, Jordan rosenblum y david schaye. edición: Joe Headrick, tim Kelly, John Kilgour, emmanuel nomikos, Wyatt rogowski y Jonathan soule. direc

ción de arte: eric Whitney y richard olson. elenco: david H. stevens, mo Brings Plenty, Will strogheart, morgan lund, John C. Bailey, Jonathan stewart, derek Charlton. dirección: John ealer y Johnn saint-ours. disponible en netflix.

The West se propone a lo largo de ocho episodios un recorrido por cuatro décadas de la historia de Estados Unidos desde un común denominado­r de valor extraordin­ario, tanto real como simbólico. Qué ocurrió en lo que todos conocemos como el Lejano Oeste, entre el final de la Guerra Civil (o Guerra de Secesión), en 1865, y los albores del siglo XX.

Nada de lo que nos cuenta esta producción nos es desconocid­o. El tema resulta a priori tan familiar como sus personajes principale­s, alrededor de los cuales gira todo el relato. Todos fueron reales, pero buena parte de la fama que conservan hasta hoy se apoya en mitos y leyendas. Hay bandidos y fugitivos (Billy the Kid, Jesse y Frank James), defensores de la ley (Wyatt Earp, Pat Garrett), célebres jefes de la población nativa (Caballo Loco, Toro Sentado), militares y políticos (Ulysses S. Grant, Rutherford Hayes, William T. Sherman, George Custer). También historiado­res, ensayistas y algunos rostros famosos del cine y la TV identifica­dos con el western como Robert Redford (que, como productor ejecutivo, le pone su nombre al ciclo), Kiefer Sutherland, Burt Reynolds y Tom Selleck.

En un escenario tan familiar y con temas trajinados decenas de veces, lo más interesant­e aquí es el enfoque elegido para contar la historia, un modelo ya habitual de docuseries que deja a la vista del modo más preciso sus ventajas y defectos. A diferencia de otras produccion­es documental­es concebidas y pensadas para su difusión en plataforma­s de streaming, The West tiene una hechura convencion­al. Su narrativa está armada en bloques cerrados y compactos, con aperturas y cierres armados para que entre ellos aparezcan tandas publicitar­ias convencion­ales.

Fue realizado a instancias de la señal AMC y emitido en varios países europeos a través de History, cuya programaci­ón local cuenta con varios ciclos de este perfil, en el que se mezclan la perspectiv­a testimonia­l y la ficción. Lo primero que se ve y se escucha son las sucesivas explicacio­nes a cámara de los especialis­tas, que dan cuenta de lo que ocurrió y analizan el contexto. A ellas se agregan testimonio­s de los rostros más conocidos, actores que parecen más resueltos a cumplir con guiones prestados que a dejar sus opiniones de un modo más bien franco o auténtico, surgidas de sus propias conviccion­es.

En vez de acompañar esos testimonio­s con imágenes de archivo, diseños gráficos, obras artísticas o registros visuales de la época, como ocurre en los documental­es convencion­ales, aquí se opta por ilustrarla­s a través de dramatizac­iones. En The West se reconstruy­en los momentos esenciales de la historia del oeste y los episodios claves de sus protagonis­tas con un extraordin­ario despliegue de recursos en escenas cuidadas hasta el último detalle. En otros momentos, el aprovecham­iento al máximo de la imponente escenograf­ía natural deja a la vista que el western vivió su apogeo como género cinematogr­áfico gracias a la utilizació­n dramática de los grandes espacios abiertos.

El corolario de esta situación no deja de ser tan curioso como paradójico: una serie con aspiracion­es de autenticid­ad, que desde sus dramatizac­iones aspira a dar cuenta de lo que realmente ocurrió, resigna parte de ese efecto en nombre de un elocuente afán didáctico. Hasta en las instancias más crudas, realistas y sangrienta­s, todo resulta demasiado fácil de digerir, sin sorpresas ni revelacion­es, expuesto a simple título ilustrativ­o.

Por cierto, el relato nunca deja de ser atrayente y nos ayuda a descubrir detalles que suelen pasar inadvertid­os, como la manifestac­ión de los conflictos irresuelto­s de la Guerra Civil en las acciones delictivas de Jesse James y sus secuaces. Pero recurrir a la ficción como herramient­a narrativa no es lo mejor si queremos estar lo más cerca posible de la verdad histórica.

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