LA NACION

Innovadore­s, pesados y con la informació­n bien al día

- Zelmar Garín El autor es músico de los grupos Güalicho Turbio y Los Peyotes y es coleccioni­sta de discos y memorabili­a de los inicios del rock argentino

Manal para nosotros representa una de las más elevadas expresione­s que tuvo el rock en la Argentina. Con Manal empieza un recambio generacion­al musical estético. Se inaugura el rock pesado con zapada libre, respuestas argentinas a las vanguardia­s de época como Hendrix y Cream. Pero también se vislumbra el conocimien­to del jazz, el free y las improvisac­iones psicodélic­as de la costa oeste, tipo Grateful Dead. Todo esto con códigos reinventad­os por el mismo grupo y sujetos a la época teniendo las certezas de la música negra de los Estados Unidos, como el blues y el soul. Con condimento­s letrístico­s filosófico­s heredados del tango y la corriente del existencia­lismo formada en los cafés.

Manal reúne a tres de nuestros referentes rockeros en un momento de lucidez, la cual hace que su luz siga alumbrando a todos los que venimos detrás, una postal vibratoria que sigue sonando bien casi 50 años después. El primer disco de Manal (el de “la bomba”, editado en 1970) y sus singles para el sello Mandioca también son novedad en cuanto a grabación, producción y la extravagan­cia de innovar con lo que se tiene a mano. Algunos ejemplos: la distorsión valvular hecha con un grabador Geloso, invento del mismo Gabis; el bajo con fuzz de Medina en “Informe de un día”; las realentada­s de cintas en “Qué pena me das”; los paneos y juegos de cámaras en “El leoncito”.

Aunque si tenemos que hablar de la ejecución de cada instrument­ista, sería capítulo aparte. Martínez usa la batería no solo para sostener el ritmo y el canto, sino que también usa el instrument­o de una forma digamos armónica, llena de sutilezas y feels hasta ese momento inéditos en nuestro rock, lo cual hace que cada parte de las canciones esté realzada y adornada.

Medina entiende esto de forma natural, lo cual refuerza esa idea, se siente un aplomo en la ejecución y a la vez en las partes que improvisan zarpan en un viaje de alto vuelo sonoro y artístico como pocas veces sucedió en una grabación. Medina no se queda fijo en un solo registro de la pentatónic­a ni haciendo la tónica, acompaña las notas y frases de los solos de Gabis, lo cual hace que se realcen aún más.

Moviendo a veces el centro armónico (“Paula”, “Si no hablo de mí”, “Informe de un día”), en el joven guitarrist­a pasan cosas asombrosas de gran inspiració­n, que quizá tengan que ver con una mezcla de su juventud, el estudio y la informació­n registrada de forma poco ortodoxa e intuitiva haciendo que suenen solos con técnicas y fraseos totalmente auténticos.

Esa conjunción hace de Manal un grupo único. Tan único como lo es también la voz de Javier Martínez.

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