LA NACION

Una Copa excéntrica, un Mundial de locos

- Sebastián Fest ENVIADO ESPECIAL

NIZHNY NÓVGOROD.– Que por cuarto Mundial consecutiv­o el campeón sea europeo es, quizás, lo de menos. Rusia se confirma como una Copa del Mundo excéntrica, un torneo que combina viajes al futuro con el derrumbe de mitos que perduraron por décadas. Es un Mundial de locos.

Alemania, campeona hace cuatro años, se fue en primera ronda derrotada por México y Corea del Sur. España, que se dio el lujo de echar a su técnico 48 horas antes del debut, perdió en octavos con una Rusia subida a esa ola anímica que suele impulsar a los anfitrione­s. Lo de Argentina es caso aparte: un Mundial que puede resumirse como incomprens­ible. Y con Italia, que ni siquiera llegó a Rusia, ya son cuatro los campeones mundiales maltratado­s por el torneo en el país más grande del mundo. Que se fueran Brasil y Uruguay suma al éxodo de campeones, aunque en este caso al menos ambos llegaron a cuartos.

De los equipos que sobreviven hay uno que fue campeón hace 20 años (Francia), otro que hace 52 años que gritó campeón (Inglaterra) y uno que fue finalista hace 60 años (Suecia). Los otros tres –Rusia, Croacia y Bélgica– no saben lo que es jugar una final.

Fue pisar Rusia y el ecosistema futbolísti­co se sacudió. Messi, Cristiano y Neymar se fueron con mucha más pena que gloria, y tampoco cumplió –mérito de Sergio Ramos, en gran parte– Salah, ese jugador que electrizó la Premier durante toda la temporada. Rusia es la gran oportunida­d para que brillen nombres que siempre están en el segundo o tercer escalón: Hazard, De Bruyne, Modric, Mbappé, Kane, Cheryshev. El premio The Best, que la FIFA entregará a partir de este año en septiembre, no será para Messi, y probableme­nte tampoco para Cristiano, pese a su título en la Champions.

Es un Mundial de locos, sí. Tan pero tan loco, que desde hoy es una Eurocopa.

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