Jaguares, a los Playoffs
Perdió contra Bulls, pero pasó a los cuartos de final del Súper Rugby
Aquella noción con que Jaguares desembarcó en el Súper Rugby se hizo realidad al tercer año. Con la ventaja de ser un seleccionado que juega un torneo de franquicias y con el respaldo del cuarto puesto en el último Mundial, se presumía que el equipo pelearía en los puestos de vanguardia. Tardó más de la cuenta, pero entre la experiencia acumulada y la mano del nuevo entrenador el presagio finalmente se cumplió: Jaguares está en los playoffs.
A pesar de la caída frente a Bulls en Pretoria por 43 a 34, la derrota de Sharks contra Stormers (27-16) selló el ansiado pase a los cuartos de final. Queda un partido para determinar la posición final de Jaguares en la etapa regular del certamen –de vital influencia en el desarrollo de las instancias de eliminación directa–, y el conjunto está lejos de conformarse con este logro, pero no se debe soslayar la relevancia de este nuevo hito. En definitiva, esta clasificación no hace más que rubricar la gran campaña del plantel de Mario Ledesma, que, llegue hasta donde llegue este, ya puede considerarse exitosa.
Muchas cosas pasaron desde aquel comienzo trémulo de 2016 hasta este momento pletórico. Es tan cierto que en los primeros dos años se pagó un precio alto por un período de aprendizaje necesario como que la llegada de Ledesma les dio a los jugadores la inyección (anímica y táctica) que necesitaban para explotar el potencial que –se vislumbraba– tenían latente.
La Argentina llegó al Súper Rugy sin otra experiencia profesional que el paso de Pampas XV por la Copa Vodacom sudafricana, siutada a años luz en cuanto a organización y competitividad. Un plantel en su mayoría inexperto, con algunos referentes valiosos pero sin un núcleo importante de figuras que continuaron su trayectoria en el rugby europeo, debió hacer frente a una competencia demandante al extremo, que sábado tras sábado exige al máximo física y mentalmente, que obliga a dar vueltas al mundo varias veces por año y a jugar en husos horarios opuestos al propio. El grupo de rugbiers no estaba listo. Nadie lo estaba y la primera temporada, luego de un inicio alentador, finalizó con cuatro victorias contra 11 caídas.
Al año siguiente, con esa experiencia en la espalda, hubo un avance marcado. Los cuatro triunfos se convirtieron en siete (es cierto que con un calendario más accesible) y por momentos el equipo parecía carburar, pero repetía algunos defectos: incapacidad para resolver partidos con desarrollo favorable, falta de definición, baches de desconcentración prolongados.
El cambio de entrenador implicó, también, un cambio de aire. Ledesma impuso su impronta rápidamente. Con la premisa de recuperar las bases del rugby argentino (defensa y obtención), estableció un sistema de juego más rígido pero mucho más efectivo. El conjunto fue ganando solvencia y pese a los traspiés iniciales (perdió cinco de los primeras siete compromisos) mostraba una evolución en la que se podía confiar. Y explotó en la gira por Australia y Nueva Zelanda, donde comenzó una serie de siete éxitos que desembocó indefectiblemente en la clasificación para los playoffs.
Y algo más importante: Ledesma dotó a Jaguares de fortaleza mental, que le permitió sacarse el estigma de ser un equipo que atacaba pero no marcaba, que jugaba bien pero no ganaba. Semana tras semana fue rompiendo barreras, como vencer a un adversario neozelandés, revertir resultados y desarrollos adversos, y ganar sobre el final partidos cerrados. Esta clasificación es un hito que se suma a una lista larga de méritos.
“Este equipo está como para meterse a las finales”, arriesgó Ledesma apenas asumió el control, en febrero. Cinco meses más tarde, dos años y medio después de la llegada al Súper Rugby, Jaguares se afianza entre los mejores. El primer objetivo está cumplido; ahora empieza otra aventura.