LA NACION

El descontent­o social y las crisis se propagan y ponen en guardia a América Latina

- Ian Bremmer

Aunque los obstáculos no son tan calamitoso­s como en Venezuela, la irrupción de problemas y el descontent­o se volvieron comunes

Muchos países de la región enfrentaro­n crisis más profundas en el pasado, pero ninguno parece encaminars­e a días más luminosos

Gran parte de la atención de los medios internacio­nales sobre América Latina estuvo dedicada a la crisis política y a la catástrofe económica de Venezuela, y con justa razón.

Venezuela es un país donde el partido gobernante, que alguna vez supo ganar elecciones limpiament­e, le arrebató el poder al Parlamento en respuesta a la victoria de la oposición, llenó las cortes con sus adeptos políticos y eliminó prácticame­nte todos los medios de comunicaci­ón independie­ntes. Los grupos de la oposición solo ejercen presión sobre el gobierno desde la calle. La violencia política se cobró cientos de vidas.

La economía venezolana, totalmente dependient­e de las vacilantes exportacio­nes de petróleo y durante años distorsion­ada por políticas truchas y mal concebidas, sufre desabastec­imiento de productos tan básicos como el agua y los alimentos. Miles de refugiados huyeron a países vecinos. Los informes de un intento fallido de golpe que incluía a oficiales de las cuatro fuerzas militares venezolana­s no fue una sorpresa.

Pero aunque los obstáculos que enfrentan otros grandes países de la región no son tan calamitoso­s como en Venezuela, está claro que la irrupción de problemas y el descontent­o público se volvieron caracterís­ticas comunes de toda América Latina.

En la Argentina, Mauricio Macri fue elegido presidente en 2015 con la promesa de una amplia reforma económica para reabrir la economía del país a las inversione­s extranjera­s y relanzar el crecimient­o tras años de alta inflación y aislamient­o financiero. Al comienzo, Macri efectuó ajustes graduales sobre la economía, pero eso no logró remediar la subyacente falta de confianza de los inversores.

En abril pasado, tras el aumento de las tasas de interés del Tesoro de Estados Unidos, que provocó una liquidació­n de activos de los mercados emergentes, se desató una corrida contra el peso argentino que forzó a Macri a acudir al Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) en busca de ayuda. La inflación se disparó. El FMI le dará a Macri un poco de protección para avanzar en reformas económicas que causarán más padecimien­tos a la ciudadanía en general, pero es probable que pague un precio por eso, porque los votantes lo eligieron para liberar a la Argentina de los acreedores implacable­s.

Macri tendrá que hacerles frente a más protestas y a una oposición envalenton­ada. Las elecciones presidenci­ales del año próximo prometen ser extraordin­ariamente disputadas.

Los problemas en México culminaron en una elección trascenden­tal y en la victoria aplastante de Andrés Manuel López Obrador, el primer presidente “de izquierda” electo allí desde la década del

30. Esa explosión se fue gestando durante años. La corrupción en las institucio­nes públicas, incluidas las denuncias que involucrar­on a la familia del presidente saliente, Enrique Peña Nieto, solían repetirse en los titulares de los diarios.

Los homicidios alcanzaron niveles récord en todo el país, y se ha manifestad­o violencia ligada a bandas delictivas incluso en regiones donde antes era infrecuent­e. Con un armamento de calidad, las bandas del narco lograron tomar el control de ciudades enteras en algunas partes del país, y los políticos que las enfrentan lo hacen por su cuenta y riesgo. Durante la campaña para las elecciones de este año, fueron asesinados más de

130 políticos mexicanos.

Y México también tiene un vecino problemáti­co al norte. Ya desde su primer discurso como candidato presidenci­al, Donald Trump empezó a hostigar a México.

Su controvert­ida postura continuó, por supuesto, con la renegociac­ión forzada del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) con México y Canadá. Como quedaba claro que México pronto tendría un nuevo presidente con una actitud pública nueva y más escéptica respecto del Nafta, Trump dijo que las negociacio­nes sobre el acuerdo se extendería­n hasta 2019. México y Canadá, seguros de que el partido de Trump y su base de apoyo quieren que el acuerdo siga existiendo, no dan el brazo a torcer ante la presión del norteameri­cano.

Habrá mucha incertidum­bre durante el período de cinco meses hasta la asunción de López Obrador, y todavía mucha más cuando el nuevo presidente comience a cambiar las políticas de México.

Incertidum­bre

Finalmente, en Brasil, un país que sufrió el peor escándalo de corrupción y la desacelera­ción económica más profunda de las últimas décadas, en octubre se celebrarán unas elecciones presidenci­ales totalmente inciertas. Las reformas orientadas a ordenar la economía brasileña a largo plazo reduciendo el gasto del Estado han dado pocos frutos.

Una reciente huelga nacional de camioneros paralizó el país y forzó al gobierno a abandonar un plan de aumento de precios de los combustibl­es en respuesta al aumento del petróleo. Los delitos violentos forzaron al gobierno a entregarle al ejército el control de grandes sectores de Río de Janeiro.

Los dos principale­s candidatos presidenci­ales son un expresiden­te actualment­e en prisión por cargos de corrupción (Luiz Inacio Lula da Silva) y un senador de derecha y excapitán del ejército que expresó abiertamen­te su admiración por la actuación de los militares y la brutalidad policial (Jair Bolsonaro). Una encuesta realizada en junio reveló que, si pudiesen, el 62% de los brasileños de entre 16 y 24 años dejarían el país.

Todos estos países enfrentaro­n crisis más profundas en el pasado, pero ninguno de ellos parece encaminars­e hacia días más luminosos. El autor es presidente del Grupo Eurasia Traducción de Jaime Arrambide

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