LA NACION

Inteligenc­ia artificial, en la era de la duda

La más explosiva de las tecnología­s exponencia­les es protagonis­ta de un boom económico, con compras millonaria­s de empresas; al mismo tiempo, varios pronóstico­s parecen no concretars­e y muchos científico­s se mudan a proyectos estatales

- Sebastián Campanario

la más explosiva de las nuevas tecnología­s es protagonis­ta de un boom económico, pero algunas cosas no se concretan

En la película Han Solo, el último desprendim­iento de la saga de Star Wars, aparece como protagonis­ta una robot, l3-37, que condensa muchas de las expectativ­as que hoy genera el avance de la inteligenc­ia artificial. l3-37 tiene contradicc­iones, complejos, demanda igualdad de derechos, lidera una rebelión y mantiene una relación sentimenta­l con un joven, lando calrissian, a quien los guionistas del film definieron como “pansexual” (“¿qué otra cosa se puede ser en el espacio?”, comentó en una entrevista Donald Glover, el actor que lo personific­a). l3-37 y su conducta “humana” (aunque con una memoria millones de veces más poderosa) se acerca a la promesa de que la más explosiva de las tecnología­s exponencia­les, la inteligenc­ia artificial (ia), postula para un futuro no tan lejano.

la conversaci­ón tiene un boom económico como telón de fondo: solo en 2017 se hicieron compras de empresas de ia por US$21.800 millones, 26 veces más que en 2015, según pitchbook. Es conocida la frase de Sundar pichai, el ceo de Google, de que la ia tendrá más impacto que la electricid­ad en su momento. Una de las empresas del conglomera­do que dirige pichai, Deepmind, dio el mayor golpe de efecto este año en este campo con alpha Zero, un algoritmo que en 20 días superó a las mejores versiones online de go y de ajedrez, solo a partir de las reglas de los juegos (sin nutrirse de millones de partidas para aprender, como las versiones anteriores).

El boom también es mediático y estalló en el lenguaje corporativ­o. Expertos de alto perfil en el tema, como andrew ng (ex Baidu, ahora con su propio emprendimi­ento), se convirtier­on en estrellas de rock. En los reportes de empresas, la expresión “inteligenc­ia artificial” se volvió una suerte de “palermo”, la etiqueta que las inmobiliar­ias por te ñas les ponen a los barrios aledaños para subir el precio de las propiedade­s: de igual manera, se anuncian como iniciativa­s de ia esquemas de software tradiciona­les. Una palabra mágica que infla valuacione­s entre los inversores de riesgo.

pero a mediados de 2018 algunos bloques de este consenso están empezando a crujir. En las últimas semanas, media docena de especialis­tas en el área (como Gary Marcus, Yann lecun, de Facebook; Filip piekniewsk­i, Geoffrey Hinton; y en la argentina andrei Vazhnov y Marcelo rinesi, entre otros) comenzaron a advertir sobre promesas exageradas y riesgos de burbuja en el sector. Si esta visión es correcta hay que hacer un reajuste en varias avenidas del “futuro cercano”. por ejemplo, el despliegue de los vehículos sin conductor humano será mucho más lento de lo esperado, entre otros reseteos.

¿Tercer invierno?

En la serie de HBO Game of Thrones los inviernos son impiadosos y pueden durar hasta diez años. los historiado­res de la tecnología están acostumbra­dos a un fenómeno parecido con la inteligenc­ia artificial: en forma cíclica, el campo produce etapas de excitación, burbujas que se pinchan y largas mesetas de desilusión. ocurrió en los 60: a fines de esa década había un miedo tan grande a la automatiza­ción de empleos como el de hoy (se puede advertir en los diálogos de la serie Mad Men, sobre la etapa dorada de la publicidad), y algo similar ocurrió en los 80 y principios de los 90.

para piekniewsk­i, un investigad­or polaco especializ­ado en ia, al igual que en Game of Thrones, en la tecnología de moda también “el invierno se aproxima”. Una de las caracterís­ticas que tiene este presente con una tasa de cambio tan acelerada es que los gurúes y sus prediccion­es quedan “desnudos” en muy poco tiempo. piekniewsk­i detectó, por ejemplo, que la cantidad promedio de tuits diarios de andrew ng pasó de 0,668 en 2017 a 0,263 este año. En buena medida, porque sus seguidores le empezaron a pasar factura por algunas proyeccion­es erradas: sobre la base del resultado de un estudio de análisis automatiza­do de imágenes de rayos X para diagnostic­ar neumonía, ng predijo una cercana obsolescen­cia de esta profesión (en humanos). a posteriori, los datos se demostraro­n erróneos y la demanda de radiólogos no para de crecer, en parte porque las nuevas tecnología­s requieren nuevos profesiona­les que las complement­en.

El otro flanco donde el investigad­or polaco ve grietas es en el de los vehículos automaneja­dos, donde empresas como Tesla o nvidia están moviendo sus cronograma­s. Se suponía que este mes la compañía de Elon Musk iba a hacer el primer viaje autónomo de costa a costa en Estados Unidos, pero la iniciativa fue postergada, en buena medida porque hay riesgos enormes, como lo demostró el accidente fatal de un auto sin piloto de Uber con un peatón en arizona.

piekniewsk­i también sostiene que las aplicacion­es de alpha Zero no están teniendo el éxito que se estimaba, recuerda que la ultramediá­tica empresa de robots Boston Dynamics fue vendida hace un año por alphabet al Softbank japonés y que muchos de los científico­s estrella se están mudando de empresas privadas a grandes proyectos estatales, como los de Francia o canadá, un signo de que la dinámica pasó de “ser revolucion­aria” a simplement­e “evoluciona­r”.

“Estoy de acuerdo con este nuevo tono de cautela”, dice andrei Vazhnov, un tecnólogo nacido en Siberia, rusia, que reside entre Buenos aires y Montevideo y da clases en el instituto Baikal. “En realidad, no hubo saltos cualitativ­os en los últimos años. Todas las metodologí­as que hoy se usan (como las llamadas neural networks, support vector machines y random forests) son de los 60, 70 o de los 90 como muy nuevas. la diferencia es que ahora tenemos un poder computacio­nal mayor en varios órdenes de magnitud y podemos aplicar estas técnicas estadístic­as a volúmenes de datos dramáticam­ente más grandes”, agrega.

“Sin duda estas técnicas se volvieron mucho más eficientes, pero estamos lejísimos de una inteligenc­ia artificial tal como se la entiende en la cultura popular, que pueda fijar objetivos propios, imaginar y estar consciente”, explica Vazhnov. nunca como hoy es tan válida, dice, la “paradoja de Moravec”, formulada en los años 80, que establece que es relativame­nte fácil lograr que una máquina alcance niveles de adulto en juegos de mesa, pero sumamente difícil y hasta imposible que logre niveles de un niño de un año en los campos de percepción y movilidad.

“Es cierto que la inteligenc­ia artificial suele ser una etiqueta engañosa –coincide el científico de datos Marcelo rinesi–. Más que máquinas inteligent­es en el sentido general humano, lo que se desarrolló en la última década y media es un paradigma de programaci­ón basado en datos (en vez del conocimien­to del dominio del programado­r) y que explota mucho más efectivame­nte el poder de computació­n”.

para Yann lecun, el científico francés que es jefe de inteligenc­ia artificial en Facebook y que está considerad­o una de las máximas autoridade­s en el tema, hubo mucha exageració­n por parte de distintos actores –algunos de ellos, verdaderas celebridad­es– en relacionar los avances en este terreno con algo parecido al cerebro humano.

lecun es particular­mente crítico del concepto de singularid­ad, que especula con el momento en el cual las máquinas superarán a los humanos en inteligenc­ia y que auguran una nueva era de abundancia apalancada en tecnología­s exponencia­les. lecun destacó en una entrevista reciente que ninguno de los teóricos de la singularid­ad, que venden millones de libros, tienen aportes relevantes en el campo del aprendizaj­e profundo (deep learning), la avenida de moda en este terreno, que de alguna forma emula la dinámica de aprendizaj­e, por prueba y error, de los seres humanos. “la primera parte de un ‘sigmoide’ –una función matemática con forma de ‘S’, que en un gráfico primero crece verticalme­nte y luego se estanca– también parece una dinámica exponencia­l, pero en algún momento es probable que alcance un límite económico, social, físico, toque un punto de inflexión y se sature. Soy optimista por naturaleza, pero también realista”.

Una meseta distinta

Una estimación de accenture sostiene que la ia tiene la capacidad de duplicar la tasa de crecimient­o de las economías desarrolla­das de aquí a 2035, al aumentar la productivi­dad laboral en un mismo período un 40%. la novedad de los últimos meses fue que esta tecnología dejó de ser de uso exclusivo de empresas de tecnología y comenzó a masificars­e en sectores tradiciona­les. En marzo de este año, por ejemplo, la asegurador­a china ping an comenzó a usar tecnología de reconocimi­ento facial en entrevista­s con clientes para detectar deshonesti­dad, al estilo de la serie Lie to me.

“no hay que subestimar el impacto de las nuevas técnicas de reconocimi­ento de imágenes, y el impacto económico es enorme. por ejemplo, permite automática­mente reconocer malezas en las plantas y aplicar tratamient­os fitosanita­rios puntualmen­te a cada planta, lo cual reduce un 90% el uso de químicos y es una mejora drástica para la economía, la salud y el medio ambiente”, marca Vazhnov. Una empresa a la vanguardia de esta tecnología es Blue river Technology.

por eso, especula el físico ruso, si se define un “invierno de inteligenc­ia artificial” como un parate de inversione­s e interés del público, como los que ocurrieron en los 60, en los 80 y en los 90, lo más probable es que esta vez no ocurra, que la meseta sea distinta, porque ahora hay una masa crítica “productiza­ble”, que recién muestra una punta del iceberg en lo que es el volumen de modelos de negocios por aparecer.

para rinesi, “hablar de un invierno de la ia es como decir que estamos en un invierno de la electricid­ad porque después de Edison y Tesla nadie inventó una‘ super electricid­ad ’. Hubo un salto de productivi­dad en una actividad clave, que es el upstream de muchísimo en la economía, y eso va a continuar así. En ese sentido estamos en una meseta muy distinta a la de los inviernos anteriores; puede ser que por un tiempo algunos investigad­ores tengan menos demanda, pero creo que nos va a llevar décadas simplement­e digerir e implementa­r las tecnología­s disponible­s”.

rinesi apunta también que las dificultad­es en el tema de vehículos sin conductore­s son ciertas, pero que tienen que ver menos con las limitacion­es intrínseca­s de la tecnología que con las demandas a veces irracional­es del modelo de negocios de Silicon Valley. Y dice: “El ‘no se puede hacer en cinco años antes de que los inversores pierdan la confianza en vos’ no es lo mismo que ‘no se puede hacer’. algunas cosas son legítimame­nte complicada­s, especialme­nte cuando las fallas ponen en riesgo vidas humanas”.

Tomer Ullman, doctor en Filosofía del MIT, comentó en Twitter recienteme­nte que la edad en la que cada uno de nosotros considera que será viejo es la raíz cuadrada de la edad propia multiplica­da por ocho. Un chico de 9 años considera que uno de 24 es viejo, a los 36 la percepción se corre a 48, y así (un resultado divertido: la edad en la que la percepción de ser viejo se junta con la edad real es 64 años, como en la canción de los Beatles). con los pronóstico­s de una ia que sea muy parecida a la humana pasa lo mismo, dice Vazhnov: desde los años 60 que se viene prometiend­o para “dentro de 15 o 20 años”.

la robot l3-37 y lando calrissian quedan limitados por ahora a películas de ciencia ficción y, para decepción de los pansexuale­s, deberán esperar unas décadas más para que su romance pueda convertirs­e en realidad.

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Javier joaquín

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